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20.04.15

Histeria electoral: ayer era Scioli, antes Massa, hoy vuelve Macri, ¿y mañana?

(TN) El festival de sondeos más o menos retocados de acuerdo al gusto y las necesidades de quienes los contratan agrega humo a este ya muy brumoso escenario preelectoral, y es de esperar que esta situación empeore a medida que se acerquen los comicios, sobre todo si las diferencias entre los principales contendientes no se vuelven inapelables.
Por Marcos Novaro

(TN) Por primera vez en más de diez años (habría que remontarse a 2003 para hallar algo parecido) estamos ante una elección presidencial muy disputada. Que lo será probablemente hasta el final de la carrera. Y la falta de costumbre pone a todo el mundo bastante nervioso.

Hasta mediados de 2014 el gran favorito de las encuestas era Sergio Massa y en el oficialismo buscaban con desesperación la forma de hundirlo. Si en ese momento les hubieran ofrecido la oportunidad de perder frente a Mauricio Macri, unos cuantos la hubieran abrazado con gusto.

Entre fines del año pasado y el verano de 2015 el viento pareció soplar en esa dirección así que el kirchnerismo se esmeró más que nunca en construir un candidato propio, con el que “ganar perdiendo”, mientras muchos en la oposición se fueron alineando detrás del jefe porteño.

Sin embargo, en el último mes y medio el sueño del candidato propio se extinguió y resurgió la estrella del incombustible Daniel Scioli, que no perdió adhesiones ni por Alberto Nisman, ni por la persistencia de los problemas económicos, ni siquiera por su definitiva mimetización con el discurso oficial.

Así que, tras los buenos resultados del peronismo oficialista en Salta, numerosos empresarios, políticos y periodistas, incluidos unos cuantos opositores, se convencieron de que será el nuevo presidente.

Probablemente el clima esté volviendo a cambiar ahora, después de que Macri solo en Santa Fe y con sus aliados radicales en Mendoza hizo un muy buen papel. Y si estas buenas nuevas se extienden, como todo parece indicar sucederá, a su distrito de origen. Pero ¿alcanzará con esto para definir la situación hacia un lado o el otro? Lo más probable es que no, y los nervios continúen torturándonos.

El escenario de competencia se complica debido a que, además de enfrentar a fuerzas más o menos parejas, está atravesado por tendencias contradictorias que a veces favorecen a uno y a continuación a otro. Por ejemplo es lo que sucede con la economía: ella no ayuda mucho que digamos al oficialismo, pero si se teme que pueda empeorar, y encima son los opositores los que advierten con mínimo realismo que en algunos aspectos al menos eso es lo que va a suceder antes de poder mejorar, muchos que no están para nada contentos con la actual situación, ni con lo que hace el gobierno para resolverla, tal vez terminen votando a un oficialista que les prometa “conservar lo que tenemos”. Aunque sospechen que les esté mintiendo.

En un contexto como éste el manejo sutil de los términos de la discusión se vuelve decisivo. Otro ejemplo de la economía sirve para ilustrarlo: los expertos opositores se ganaron un poroto cuando arrastraron al ministro Axel Kicillof a discutir el “plan bomba”, la acumulación de problemas pendientes que el gobierno sigue barriendo bajo la alfombra; pero éste se vengó con creces cuando alentó a esos economistas y a los medios independientes a debatir sobre las variantes del ajuste, si gradual, shock o qué cuernos, sacándolos del terreno que más les convenía y más podía atraer a los preocupados votantes, cómo se hace para que la economía argentina vuelva a crecer cuando se van a cumplir cuatro años de estanflación.

Encima las cosas terminan de enturbiarse porque todo esto tiene lugar en un terreno bastante lábil, de por sí inestable: hay muchos votantes móviles en disputa, sensibles a muy variadas señales y novedades, que pueden pasar con relativa facilidad de un candidato a otro porque no los ven muy distintos entre sí.

Ni siquiera esos votantes tienen muy en claro cuál sería el mejor para que el kirchnerismo tenga futuro, o para que no lo tenga, cuál el más liberal, o conservador, o el más estatista. Por ejemplo, muchos en el gobierno consideran a Massa la peor amenaza, pero para unos cuantos votantes e incluso para empresarios y dirigentes opositores, él es el más parecido de los tres a Néstor Kirchner y el que tal vez termine dando mayor continuidad a su estilo discrecional, al estatismo y otras cosas por el estilo.

Y hay más confusiones de este tipo: tanto dentro como fuera del gobierno se sigue pensando, pese a todos sus gestos de devoción a la jefa, que entregarle la candidatura a Scioli equivale a la muerte súbita para el “proyecto”, y que Randazzo no es muy diferente (“sos Scioli con dos brazos” le cantaron días atrás en un acto militante), así que la única posibilidad de sobrevida K sería que el sucesor de Cristina sea un no peronista, débil y liberal, es decir Macri. ¿Y si tienen razón?

No es de sorprender que, dado este complejísimo escenario, todos quieran ver cambios de tendencias contundentes y decisivos donde solo hay movidas de coyuntura, huellas en la arena de buenas o malas noticias, aciertos o errores que al poco tiempo quedan en el olvido, porque sus efectos son revertidos por nuevos aciertos o errores.

El festival de sondeos más o menos retocados de acuerdo al gusto y las necesidades de quienes los contratan agrega humo a este ya muy brumoso escenario preelectoral, y es de esperar que esta situación empeore a medida que se acerquen los comicios, sobre todo si las diferencias entre los principales contendientes no se vuelven inapelables.

Tal vez sea cierto que Macri dejó de crecer hace unas semanas. Y puede que eso haya sucedido pese a su acuerdo con Sanz, o justamente debido a él y a las acusaciones que recibió por querer reeditar la Alianza. Pero tal vez poca gente atendió a todo eso, y los problemas de Macri para superar el techo que habría tocado se relacionan tanto con el hecho de que el grueso de los que anticipaban un voto a Binner o Cobos pasaron de momento a engrosar el campo de los indecisos y lo que queda de UNEN anunció rápidamente el reemplazo de esas figuras por Margarita Stolbizer, como a que Massa dejó de perder adhesiones.

Y tal vez Massa esté resurgiendo porque dejó de cometer errores, de expulsar aliados y volvió a recorrer barrios, que es lo que mejor se le da. O puede que nada de eso tenga mucha importancia y tampoco sea cierto que perdió tanto. Su eventual acuerdo con los Rodríguez Saá y en particular con Juan Manuel De la Sota, por el que está trabajando con esmero, podría resucitarlo. O tal vez sufra una suerte parecida a la de Macri: de ser una figura nueva e independiente pase a estar entrampada en los aparatos políticos siempre sospechosos de tramoyas e ineficacias.

Scioli ya no se desvela por tener que ir a unas PASO contra otros precandidatos oficialistas, pues estima que igual podría superar allí a Macri, y esos otros aspirantes k, siendo mucho más débiles que él, indirectamente ayudarían a mostrarlo como líder de un FPV que sigue siendo la primera minoría en el país y que está todavía en condiciones de ganar. Pero puede que se equivoque, y tal vez lo que hasta ayer parecía el inicio de un idilio con la presidente, con el peronismo y con la sociedad fuera apenas un efímero respiro.

Con tantos “tal vez” y “si se da esto entonces aquello” mejor blindarse contra los ataques de histeria y tomarse las cosas con calma.

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)