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12.06.15

La inacción del gobierno y el sueño neoliberal

(El Líbero) Desde que estalló el caso Caval, el gobierno de Bachelet ha sido incapaz de salir del hoyo en que cayó cuando la Presidenta y su círculo cercano no reaccionaron a tiempo ante el escándalo de especulación inmobiliaria en el que estuvo involucrado el hijo de la Presidenta. Las ramificaciones del escándalo Penta, que terminaron en arrastrar a miembros del círculo íntimo de Bachelet por sus vinculaciones con SQM, contribuyeron a que el gobierno se hundiera más en el intento por superar la crisis a través de la negación y de vanos esfuerzos por deslindarse de sus responsabilidades.
Por Patricio Navia

(El Líbero) La lógica del minimalismo forzado por la impericia de La Moneda no deja contentos ni siquiera a los libertarios que creen en un gobierno minimalista.

La inacción que ha caracterizado al gobierno desde que en febrero estalló el escándalo Caval se ha convertido en la materialización del sueño de un gobierno minimalista. Porque La Moneda ha hecho poco en los últimos cuatro meses, la derecha “libertaria” debiera ser la más contenta con el minimalismo en el que ha caído (contra su voluntad) el gobierno de la Presidenta Bachelet. Pero así como el sueño libertario de gobierno mínimo hace imposible que el capitalismo funcione bien, la inacción en el gobierno pone en riesgo tanto la trayectoria de crecimiento que tuvo Chile en las últimas décadas como la promesa de reducir la desigualdad que llevó a Bachelet a ganar la elección presidencial de 2013.

En el irónico discurso que dio en la cena anual de los corresponsales en la Casa Blanca en 2006, el comediante Stephen Colbert ironizó sobre el tipo de gobierno que lideraba el Presidente George W. Bush. Adoptando el discurso de extrema derecha de su personaje televisivo, el comediante dijo “yo creo que el gobierno que gobierna mejor es el gobierno que gobierna menos. Con ese estándar, puedo decir que hemos hecho un gran trabajo en Irak”. La ironía de Colbert se basaba en el argumento de la derecha libertaria (“Libertarian” en la nomenclatura política estadounidense) que aspira a un gobierno minimalista. Si bien esa derecha también se opone a que el gobierno se inmiscuya en la vida privada de las personas en temas de orientación sexual o uso de drogas —lo que la acerca a posiciones liberales en algunas dimensiones—, los libertarios creen que los mercados desregulados funcionan mucho mejor. Por cierto, un Estado mínimo, naturalmente, requerirá de impuestos bajos para su financiamiento.

La postura libertaria es popular especialmente entre aquellos de mejor situación económica, que necesitan menos de la red de protección social del Estado. Pero su ideal de gobierno es impracticable. Porque los mercados tienen imperfecciones, porque hay desigualdades de origen que generan una cancha dispareja y porque es moralmente imperativo tener un contrato social que garantice mínimos a todos los ciudadanos, las sociedades modernas tienen estados que hacen mucho más que las funciones minimalistas que preferirían los libertarios. Después de todo, la vida en sociedad requiere que todos cedamos algo de libertad para poder vivir mejor colectivamente.

Desde que estalló el caso Caval, el gobierno de Bachelet ha sido incapaz de salir del hoyo en que cayó cuando la Presidenta y su círculo cercano no reaccionaron a tiempo —y después reaccionaron mal— ante el escándalo de especulación inmobiliaria en el que estuvo involucrado el primogénito de la Presidenta.  Las ramificaciones del escándalo Penta, que terminaron en arrastrar a miembros del círculo íntimo de Bachelet por sus vinculaciones con SQM, contribuyeron a que el gobierno se hundiera más en el intento por superar la crisis a través de la negación y de vanos esfuerzos por deslindarse de sus responsabilidades.

Los escándalos han dominado las noticias en los últimos cuatro meses. El gobierno ha perdido el control de la agenda política y la percepción generalizada en el país es que somos un barco que navega a la deriva en un ambiente económico adverso. La incertidumbre reinante ha repercutido negativamente sobre la economía y, cada vez que aparecen estimaciones sobre lo que va a pasar, las expectativas se tornan más oscuras. Cada día son más las voces que anuncian que este gobierno ya está en etapa terminal. Como la selección de Brasil en aquel histórico partido frente a Alemania en el Mundial de 2014, el segundo tiempo del gobierno será un mero trámite cuyo final se anticipa con ansias —o resignación—.

Dado que los ímpetus fundacionales del gobierno se han hundido con la caída en la aprobación de Bachelet, algunos en la oposición esperan que el nuevo gabinete sea capaz de enmendar rumbo, corrigiendo algunos errores cometidos en la acelerada aprobación de la reforma tributaria y revirtiendo el impopular aumento de legisladores que acompañó a la reforma electoral. Pero si el gobierno no tiene habilidad para seguir impulsando su agenda, tampoco tendrá capacidad para poner marcha atrás en las reformas que se implementaron hasta enero de 2015. Si el piloto no tiene capacidad de conducción, el auto no podrá salir del hoyo para seguir avanzando, pero tampoco podrá poner marcha atrás.

Lo único que podemos esperar para los próximos meses es que el gobierno siga involuntariamente cumpliendo el sueño de los libertarios de gobernar lo menos posible. Pero la sociedad necesita que haya un gobierno que ejerza el poder y dirima conflictos entre distintos grupos de interés que ejercen legítima presión para avanzar sus objetivos. Por eso, la lógica del minimalismo forzado por la impericia de La Moneda no dejará contento ni siquiera a los libertarios que creen en un gobierno minimalista, pero eficiente en las pocas cosas que intenta hacer.

Fuente: El Líbero (Santiago, Chile)