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18.07.16

Tras el tarifazo, ya no habrá correcciones sin costos

(TN) Macri tiene que demostrar, en pocas palabras, que sabe en serio formar equipos y quien sabe formarlos tiene que saber cambiarlos. Podría inspirarse para ello en sus predecesores, que aunque se esmeraron en ganar reputación de superhéroes que nunca se equivocaban, no reconociendo jamás error alguno, sabían bien descargar la responsabilidad por los errores
Por Marcos Novaro

(TN) “Somos humanos y podemos equivocarnos” repiten en estos días desde el Ejecutivo. Pero si un gobierno de humanos se equivoca todo el tiempo la sociedad puede volver a preferir uno inhumano.

Errar es humano, pero las metidas de pata con los tarifazos desbordaron el vaso de la extendida tolerancia social porque revelaron más que humanidad una cierta dosis de irracionalidad. Fueron mucho más graves que todos los problemas que pueden haber contenido decisiones previas, como la designación por decreto de dos nuevos jueces de la Corte Suprema, o la indisposición inicial a hablar de la herencia por miedo a pinchar el globo del optimismo social.

Y es que hay errores y errores. Si un factor no tenido en cuenta al tomarse una decisión provoca consecuencias inesperadas puede decirse que el decisor calculó mal, no se protegió suficientemente frente a los imprevistos, por exceso de optimismo, falta de información o lo que sea. Pero si ese error se prolonga a lo largo del tiempo pese a advertencias reiteradas, incluso provenientes del propio equipo encargado de las decisiones, entonces más que un problema puntual tenemos un déficit sistémico: las cosas se están haciendo mal.

Eso es lo que pasó con el tarifazo: puso en aprietos no solo un aspecto particular de las políticas de gobierno, la gestión de Aranguren y sus colaboradores, sino al gobierno en general y su pretensión de haber constituido un “equipo” bien articulado y preparado tanto técnica como políticamente. Y es que él tuvo tiempo para evaluar los pasos a seguir, dispuso de información que le sugería ser en este mucho más cuidadoso que en otros asuntos, y hubo además reacciones en cámara lenta de parte de los afectados y la oposición que indicaban las cosas no habían empezado bien y las resistencias podrían crecer si no se revisaban algunos aspectos centrales del ajuste. Y sin embargo el gobierno se negó a cambiar hasta que fue demasiado tarde.

Encima ahora ya no puede saber si el remedio no va a ser peor que la enfermedad, por el desajuste fiscal y la pérdida de autoridad que supone la moderación de los aumentos, y siquiera si va a lograr imponer la versión corregida del mismo, dado el protagonismo que han ganado los jueces y los opositores.

El Gobierno ya está pagando el precio de este error en la opinión pública: hasta junio los escándalos cotidianos de corrupción que vienen estallando alrededor de la expresidenta y los desacuerdos entre las facciones en que se divide el peronismo alcanzaban para tapar o compensar cualquier inconveniente que se presentara en la gestión de la economía, por la persistencia de la inflación, la suba de tarifas y la demora en la recuperación; pero desde que en julio el affaire tarifazos se complicó la buena y mala imagen del presidente se emparejaron.

Puede que de todos modos esto no sea lo más grave. Ni tampoco lo sea el costo extra para las cuentas públicas que significarán las correcciones. Si el presidente no muestra que sabe corregir errores en su equipo y cambiar lo que no funciona, y no lo hace pronto, su prestigio y la confianza en su capacidad como líder, y no sólo su popularidad, se van a deteriorar.

Macri tiene que demostrar, en pocas palabras, que sabe en serio formar equipos y quien sabe formarlos tiene que saber cambiarlos. Podría inspirarse para ello en sus predecesores, que aunque se esmeraron en ganar reputación de superhéroes que nunca se equivocaban, no reconociendo jamás error alguno, sabían bien descargar la responsabilidad por los errores que se volvían indisimulables en los colaboradores que quedaban más expuestos a la critica, o simplemente en quienes les resultaban prescindibles.

Eso para una visión humanista del manejo de los asuntos públicos podría sonar un poco inhumano. Pero lo cierto es que la gestión de gobierno, más todavía en un país como Argentina, requiere de una buena dotación de esas habilidades.

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)