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22.12.17

El responsable de la derrota

(El Líbero) Los partidos de la Nueva Mayoría debieran asumir la responsabilidad de haber nominado a un candidato sin experiencia que recibió la votación más baja para una carta del sector en primera vuelta desde el retorno de la democracia y que perdió por paliza en la segunda vuelta. Porque la candidatura de Guillier fue el resultado de una mala planificación estratégica y un pésimo cálculo político, resulta incomprensible que no hayan rodado cabezas.
Por Patricio Navia

(El Líbero) La dura derrota en la segunda vuelta de la elección presidencial de 2017 recién comienza a producir reacciones en la centroizquierda chilena. Después de experimentar su peor resultado electoral desde el retorno de la democracia, la ahora fragmentada centroizquierda comienza a buscar culpables. Si bien parte de la responsabilidad inevitablemente recae en las decisiones tomadas por el senador Alejandro Guillier, la responsabilidad por llegar divididos a la elección y por la forma en que se eligió a un candidato que resultó ser poco competitivo recae en los liderazgos partidistas que no supieron hacer que el barco de la Nueva Mayoría siguiera a flote después del período presidencial de Michelle Bachelet.

El proceso de selección de candidato presidencial de la Nueva Mayoría fue una comedia de errores, malos cálculos y falta de convicción y valores. Desde que Ricardo Lagos comenzó a marcar distancia del gobierno de Bachelet, los sectores más izquierdistas de la coalición se convirtieron en los principales detractores del septuagenario ex Presidente.  Cuando él se tiró a la piscina de los candidatos a fines de 2016, rápidamente se comenzó a articular una alianza cuyo único objetivo era bloquearlo. Si bien había otros aspirantes que querían desafiar a Lagos  —como el ex ministro José Miguel Insulza—, los anti-Lagos se agruparon rápidamente en torno a la emergente figura de Guillier. Como el senador gozaba de un alto conocimiento de nombre y su imagen era muy positiva, rápidamente se convirtió en la alternativa para frenar a Lagos. Pero nadie se preocupó de saber sus principios y valores, ni de indagar si el neófito político tenía dedos para el complejo piano que implica ser candidato presidencial.

Por su parte, en vez de aprovechar los aires favorables y enfrentar a Lagos, que tenía alto rechazo entre los militantes de izquierda, Guillier incomprensiblemente no insistió en realizar primarias y, en cambio, presionó a los partidos para que le brindaran su apoyo, nominándolo como candidato. Cuando el PS se sumó a esa estrategia, desechando la opción del ex Presidente, éste se bajó de la carrera y Guillier se consolidó como el candidato único de los partidos de izquierda.

La bajada de Lagos alentó a varios en el PDC que proponían el camino propio para las presidenciales de noviembre. La irrupción de la senadora Carolina Goic llevó a muchos DC a creer que una candidatura alternativa posicionaría mejor al partido frente al nuevo sistema proporcional. EL PDC creyó que, al levantar a Goic, podría o bien desafiar a Guillier o, al menos, mejorar su posición negociadora cuando se armara la lista parlamentaria de la Nueva Mayoría.

En otra decisión incomprensible, Alejandro Guillier decidió que buscaría reunir firmas para presentarse como candidato independiente apoyado por los partidos de la Nueva Mayoría.  Sugiriendo que eso demostraba su independencia de los partidos, Guillier no entendió que su tarea era convertir sus entonces altos niveles de aprobación en una fuerza que le permitiera convertirse en el líder de la coalición.

Por eso, cuando se inscribieron los candidatos presidenciales, la Nueva Mayoría llegó dividida, con dos candidatos y dos listas. Como el sistema electoral adoptado por la propia Nueva Mayoría premia a la coalición más votada, la coalición derechista Chile Vamos quedó en una posición inmejorable para cosechar el subsidio que da un sistema electoral diseñado por sus adversarios.

Como las primarias permiten probar a los candidatos, los errores que cometió Guillier en la campaña presidencial hubieran aparecido en la campaña de primarias. Eso hubiera permitido a los votantes de la Nueva Mayoría optar por un candidato mejor preparado. Las primarias también hubieran forzado a la unidad de la coalición en una lista única para las elecciones legislativas, lo que les hubiera permitido obtener varios de los escaños que terminaron en manos de candidatos de Chile Vamos o del Frente Amplio.

Los partidos de izquierda de la Nueva Mayoría se matricularon con Guillier como candidato sin someterlo a las pruebas necesarias de que daba el ancho y podía resistir bien una campaña nacional. Al hacerlo, forzaron la humillante renuncia de Ricardo Lagos y entregaron la excusa perfecta a los disidentes del PDC para levantar una candidatura propia, lo que a su vez produjo el quiebre de la Nueva Mayoría, con el consabido costo electoral el 19 de noviembre.

Los partidos de la Nueva Mayoría debieran asumir la responsabilidad de haber nominado a un candidato sin experiencia que recibió la votación más baja para una carta del sector en primera vuelta desde el retorno de la democracia y que perdió por paliza en la segunda vuelta. Porque la candidatura de Guillier fue el resultado de una mala planificación estratégica y un pésimo cálculo político, resulta incomprensible que no hayan rodado cabezas. A menos que alguien asuma la responsabilidad por la derrota, lo que queda de la Nueva Mayoría volverá a cometer errores similares en futuras elecciones.

Fuente: El Líbero (Santiago, Chile)