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30.06.06

Bolivia y las constituciones de Pandora

Por Ricardo López Göttig

Desde la asunción del presidente Evo Morales, la nación boliviana está sumida en una ola de cambios políticos y económicos, y entre ellos se encuentra la convocatoria para la elección de convencionales constituyentes para reformar el texto fundamental de la República. Quien se ha inmiscuido desembozadamente en este proceso electoral es el presidente venezolano Hugo Chávez, quien sugirió públicamente al presidente Morales que la asamblea constituyente se declarara con poder constituyente originario, a fin de revolucionar el sistema vigente. Esto es, precisamente, lo que llevó adelante el movimiento bolivariano de Hugo Chávez en su natal Venezuela, cuando asumió el rol fundacional de una nueva república, arrasando con lo anterior.

Un poder constituyente originario significa no estar limitado por la Constitución anterior, por lo que automáticamente se revocan los mandatos de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial. De hecho, una de las propuestas que están barajando varios partidos -entre ellos el MAS de Evo Morales, el MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria), ADN (Acción Democrática Nacionalista), la Unidad Nacional y Convergencia- es que aspiran a implantar el sufragio directo para elegir a los ministros de la Corte Suprema, el Fiscal General, magistrados y el Defensor del Pueblo, lo que llevaría a la completa politización del Poder Judicial. Esto supondrá, además, un deterioro mayúsculo a la seguridad jurídica en Bolivia, una demanda que están señalando varios gobiernos, entre ellos el de España. Por otra parte, Evo Morales ha anunciado que la intención de su movimiento es obtener el 70% de los constituyentes, a fin de "darle sopapos" al orden constitucional vigente. De acuerdo al sistema electoral boliviano, se votará el domingo 2 de julio de 2006 un total de 255 constituyentes. El artículo 14 de la Ley Especial de Convocatoria a la Asamblea Constituyente señala que "210 constituyentes serán elegidos en las 70 circunscripciones aprobadas por la Corte Nacional Electoral (CNE) para la última elección nacional. Tres en cada una de las circunscripciones, dos por primera mayoría y uno por segunda mayoría". Los otros cuarenta y cinco convencionales, serán elegidos cinco en cada uno de los nueve departamentos, por un complejo método que puede beneficiar a la mayoría, si la oposición está muy dispersa. Para obtener esa abrumadora mayoría del 70% de los escaños, el oficialismo de Evo Morales postula dos listas de candidatos en cada circunscripción, para cosechar mayoría y minoría.

Siendo propio de la lógica populista llevar al extremo demandas materiales y simbólicas, se busca que en este proceso constituyente se incluyan varias reivindicaciones en el texto constitucional. Allí figurarán los más variopintos derechos para grupos étnicos, gremiales, económicos y culturales, dando lugar a una constitución que atenderá a aspiraciones sectoriales. Es la fantasía de creer que la mera enunciación de buenas intenciones pudiera derrotar a la pobreza y alcanzar la felicidad, como lo que ha ocurrido con la constitución justicialista de 1949 y la Constitución bolivariana de Venezuela con sus 350 artículos.

Ahora bien: el constitucionalismo liberal nació para limitar el poder del estado, preservando las libertades individuales y salvaguardándolas con las garantías en la parte dogmática. Esto es lo que se entendía cuando se hablaba de Constitución hasta fines del siglo XIX. Pero en el siglo XX se asistió a la tergiversación del constitucionalismo, puesto que se convirtió en la proclamación del absolutismo legal en textos que autorizaban el avasallamiento de los derechos fundamentales, como ocurrió con las pseudo-constituciones de origen soviético y fascista. Esta tendencia se ha reforzado en Sudamérica con el experimento de Hugo Chávez, abriéndole las puertas a sus arbitrariedades, destruyendo el equilibrio de poderes y avanzando sobre la sociedad civil.

Como en la leyenda de Pandora, estos procesos de reforma constitucional abren una caja llena de sorpresas, despertando demonios y males autoritarios que creíamos haber dejado en el pasado. Y como a Pandora, lo que siempre nos queda es la esperanza de volver al constitucionalismo en su sentido original: libertades, garantías y limitaciones al poder.

Ricardo López Göttig es historiador y Director del Instituto Liberal Democrático de CADAL. Autor del libro "Los fundadores de la República" (2006).