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21.08.07

Pensar sin expresar

En marzo de 2003, es detenido junto a 28 periodistas en un total de 75 disidentes y condenado a 18 años de prisión. Un año, tres meses y cuatro días después la dictadura cubana debe dejarle en libertad y ahora sí, no tiene otra opción que marchar al exilio. Una importante campaña de solidaridad internacional signada por periodistas de toda América logró arrancarlo de la cárcel.
Por Hugo Machín Fajardo

Ahora es consciente que fue un niño secuestrado por una dictadura. Diferente del secuestro físico instituido por las dictaduras rioplatenses, admite, pero traumático como puede serlo perder durante décadas la identidad y la posibilidad de ser la persona que sus padres y educadores hubieran propuesto. Obligatoriamente debió ser “como el Hombre Nuevo” que, ahora lo sabe, no existe sino en la teoría.

Después “del caso Padilla” aprendió a escuchar entre líneas a los grandes de las letras cubanas: José Lezama Lima, Nicolás Guillén y otros.

Pero siguió siendo un “intelectual orgánico de la Revolución” al servicio de ella y siempre creyéndose en deuda con los barbudos de Sierra Maestra, con el complejo de no haber participado en la gesta revolucionaria, extorsión moldeada en un popular texto, “El sobreviviente”, del poeta- ideólogo Roberto Fernández Retamar.

A los veinte años, mientras en el resto de Latinoamérica los jóvenes de su generación cuajaban sus rebeldías y descontentos contra los regímenes autoritarios, él aceptaba la represión contra jóvenes con una opción sexual diferente, el encarrilamiento generacional en el encuadre militarizado. Lo que dispusiera la autoridad.

Cierto es que los premios literarios y periodísticos, obtuvo el principal galardón de la Unión Nacional de Artistas y Escritores de Cuba (Uneac) en 1974, espesaban la capacidad de darse cuenta.

A los 30 años comienza un largo y doloroso monólogo entre su deber ser y su parecer. Esa doble moral que, anota, adolecen los intelectuales cubanos. Pensar sin expresar para sobrevivir.

En soledad total. Sin compartirlo con su esposa o sus “hermanos del alma”.

En 1989 no resiste más. Renuncia a su trabajo en la prensa oficial cubana y confiesa que no puede seguir escribiendo sobre lo que no cree, consignar desde el desencanto, vivir cada jornada al borde del cinismo.

El Estado le ofrece una beca de un año en la Nicaragua gobernada por el sandinismo. Allí vuelve a desengañarse y se horroriza al constatar que el entonces presidente Daniel Ortiga “en 1981 había ordenado la masacre de miskitos en Río Coco”.

Regresa a La Habana y pasa ser un “hombre pijama”: existe solamente en el interior del hogar. Nueva etapa en el derrotero del paria.

En 1993 aprovecha la liberación de divisas en Cuba e instala un puesto de venta de libros usados en la Plaza de Armas de La Habana, en el centro de la Habana Vieja, frente al hotel Santa Isabela. Tiene un buen respaldo: 11 mil libros heredados del abuelo y el padre. Hay muchas primeras ediciones firmadas por autor: Eliseo Diego, Jose Lezama Lima, Alejo Carpentier, Dulce María Loynaz, Cintio Vitier, Juan Marinello.

Se gana bien la vida para lo que es el salario medio cubano de la época: 15 dólares mensuales. Había días que regresaba a su casa con 60 dólares abonados por turistas ávidos de llevarse una reliquia literaria.

La década siguiente es de progresivo endurecimiento contra su persona desde la seguridad del Estado, pero también de paulatino ensanchamiento de una brecha por la prensa no oficial.

En 1995 ya existen iniciativas de prensa alternativa: El Buró de Prensa, Habana Press, la APIC, Cuba Press, dirigida por su amigo Raúl Rivero. Él mismo, escribe desde 1995, en realidad habla telefónicamente para www.cubanet.org y, en 1999, funda la agencia de prensa Decoro, convertida en el Grupo de Trabajo Decoro.

En marzo de 2003, es detenido junto a 28 periodistas en un total de 75 disidentes y condenado a 18 años de prisión.

Un año, tres meses y cuatro días después la dictadura cubana debe dejarle en libertad y ahora sí, no tiene otra opción que marchar al exilio. Una importante campaña de solidaridad internacional signada por periodistas (1) de toda América logró arrancarlo de la cárcel.

El viernes 17 en Montevideo presentó su libro “Escrito sin permiso”, en una celda de “tres pasos de ancho y siete pasos de largo”, manuscritos sacados clandestinamente de prisión, para variar, por una mujer: su esposa Yolanda Huerga.
 
(1) Algunos de los más de 60 periodistas firmantes del reclamo ante Fidel Castro son Tomás Eloy Martínez, Elena Poniatowska, Carlos Monsiváis, Javier Darío Restrepo, Carl Bernstein, Jaime Neilson, Sergio Ramírez, Magdalena Ruiz Guiñazú, Faride Zerán, Antonio Caballero.

Fuente: www.montevideo.com.uy