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27.11.13

Una crisis estable en la democracia hondureña

(Buenos Aires Herald) Al final, todo el mundo perderá en Honduras. Si Hernández es declarado ganador iniciará su mandato en enero, pero los Zelaya cuestionarán su legitimidad. Los votantes hondureños siguen divididos, pero las encuestas demuestran que estaban más interesados en contar con líderes que puedan enfrentar la pobreza endémica de la nación y altas tasas de criminalidad que en tomar partido por el derrocamiento de Zelaya en el 2009.
Por Patricio Navia

(Buenos Aires Herald) La disputa sobre el ganador en las elecciones presidenciales en Honduras no debería ser ninguna sorpresa para quien haya prestado algo de atención a los acontecimientos políticos en este país durante los últimos 4 años. Desde el derrocamiento del Presidente Manuel Zelaya, en junio de 2009, las instituciones democráticas han permanecido débiles y el estado de derecho ha sido impuesto selectivamente por aquellos a cargo del poder.

Hay buenas razones para creer que Juan Orlando Hernández, del gobernante Partido Nacional (PN), ha vencido a Xiomara Castro, la candidata del Partido de la Libertad y la Refundación (LIBRE). Sin embargo, el hecho de que Castro sea la esposa de Manuel Zelaya ha dado credibilidad entre sus partidarios a la afirmación de que grupos de extrema derecha han manipulado una vez más las instituciones democráticas para bloquear a los Zelaya el acceso al poder.

Honduras es uno de los países menos desarrollados de América Latina. Con un PBI per cápita sólo superior a Haití, Nicaragua y Bolivia, Honduras se ubica entre los países de peor rendimiento en términos de mortalidad infantil, esperanza de vida y acceso a la salud y a la educación en América Latina. Con una de las tasas de homicidios más altas del mundo, Honduras también está plagada de delincuencia, pandillas y narcotráfico. Las instituciones ciertamente débiles y su deficiente democracia también hacen que Honduras sea uno de los países de América Latina con el nivel más bajo de apoyo a los gobiernos democráticos en el continente. Diferentes indicadores de calidad de la democracia también muestran resultados deficientes para Honduras. 

Aunque el país nunca fue un ejemplo de una democracia que funcione bien, después del derrocamiento forzado del Presidente Manuel Zelaya la democracia tuvo un desempeño inferior y las instituciones democráticas se han debilitado aún más. Mientras que el resto de América Latina ha experimentado un crecimiento económico y la consolidación democrática, Honduras ha quedado atrapada en el debate sobre la constitucionalidad del derrocamiento de Zelaya.

Terrateniente y con ningún tipo de inclinaciones izquierdistas previas, Zelaya fue elegido Presidente como el candidato pro mercado del Partido Liberal. Pero poco después de su investidura en enero de 2006, Zelaya se convirtió en un entusiasta partidario del presidente venezolano Hugo Chávez. Como Honduras necesitaba desesperadamente petróleo, Zelaya aceptó fácilmente las subvenciones repartidas por Chávez a cambio de apoyo político para iniciativas bolivarianas del ex Presidente venezolano.

Cuando la oposición denunció que Zelaya quería permanecer en el poder convocando a una Asamblea constituyente que redacte una nueva constitución, el Congreso se movió rápidamente para deponerlo cinco meses antes de las elecciones presidenciales programadas. Como fue expulsado de Honduras por las fuerzas armadas – después de ser retirado con fuerza desde su casa en medio de la noche – creíblemente Zelaya afirmó que su derrocamiento fue inconstitucional.

Los Presidentes Latinoamericanos – especialmente aquellos cercanos a Hugo Chávez, se negaron a reconocer al nuevo gobierno interino. Pero después de que se celebraron elecciones presidenciales en noviembre de 2009, la mayoría de los países se apresuraron por reconocer al nuevo gobierno democrático de Porfirio Lobo, de la PN, que ganó con el 57 por ciento de los votos.

La llamada de Zelaya para sabotear las elecciones falló. Frente a los ojos de la mayoría de los países extranjeros, desde que Lobos fue anunciado como candidato antes de que Zelaya fuera removido, su investidura puso fin a la crisis constitucional. Una vez en el poder, Lobos negoció con Zelaya y le permitieron regresar al país. Zelaya y su esposa Xiomara formaron su partido político y comenzaron una campaña para las elecciones del 2013.

Sin apoyo financiero de Venezuela y dada la reciente conversión de Zelaya a la izquierda, LIBRE se convirtió rápidamente en un partido personalista con una plataforma política confusa y a menudo contradictoria. El hecho de que el candidato presidencial fuera la esposa del depuesto Presidente amenazaba con convertir las elecciones de 2013 en un referéndum del derrocamiento del gobierno en 2009. Los Zelaya hicieron una activa campaña basada en promesas populistas y retóricas anti-EE.UU.

En la noche de las elecciones, Castro twitteó que las encuestas indicaban que ella había ganado las elecciones. Resultados oficiales parciales, con un 60 por ciento de los votos contados – mostraron que el PN Juan Orlando Hernández obtenía 34,2 por ciento de los votos, contra el 28,5 de Castro.

El voto para el candidato del Partido Liberal, Mauricio Villeda (20,1%), muestra un país dividido por una fractura de tres vías. Puesto que el PN y el PL están ideológicamente más cerca uno del otro, la composición aún indeterminada por el Congreso hará probablemente al LIBRE el principal partido de oposición. Como Honduras no tiene disposiciones de ballotage, Hernández podría ser nombrado Presidente cuando se cuenten los votos, aunque sólo lleve unos cuantos miles de votos más que Castro.

Anticipándose a ese resultado, Castro ha llevado a cuestionar los resultados y abundan los temores de violencia política. Después de haber sido expulsado antes del final de su mandato, Zelaya creíblemente puede aducir juego sucio contra su familia.

Al final, todo el mundo perderá en Honduras. Si Hernández es declarado ganador iniciará su mandato en enero, pero los Zelaya cuestionarán su legitimidad. Los votantes hondureños siguen divididos, pero las encuestas demuestran que estaban más interesados en contar con líderes que puedan enfrentar la pobreza endémica de la nación y altas tasas de criminalidad que en tomar partido por el derrocamiento de Zelaya en el 2009.

Por desgracia, debido a las cicatrices políticas que permanecen abiertas, la política hondureña continuará girando en torno a los incidentes desafortunados del 2009 mientras que permanecerán sin resolver los acuciantes problemas causados por el subdesarrollo del país.

Este artículo fue originalmente publicado en inglés en el diario The Buenos Aires Herald.

Traducción de Wanda A. Di Rosa y Hernán Alberro.