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21.04.17

Nada más político que el censo

(El Líbero) El censo se ha convertido en un campo de batalla político porque la forma en que los Gobiernos de Piñera y Bachelet lo abordaron deja en claro las diferencias en prioridades de ambos mandatarios. Mientras él privilegió la eficiencia en su Gobierno, ella puso un mayor peso en la participación ciudadana.
Por Patricio Navia

(El Líbero) Las formas radicalmente distintas en que los Gobiernos de Sebastián Piñera y Michelle Bachelet abordaron los censos de 2012 y 2017 reflejan las profundas diferencias ideológicas que existen entre la derecha y la izquierda. Si bien ambos aspiraban a realizar un censo que pudiera servir de base para adecuados marcos muestrales, Piñera privilegió la eficiencia, mientras que Bachelet puso el foco en la participación ciudadana.

Hace varias décadas que la realización de los censos tiene connotaciones políticas en Chile. En el período pre 1973, el Congreso no reconoció formalmente la validez de los censos, para así evitar cumplir con el mandato constitucional de reasignar escaños en la Cámara de Diputados a los 29 distritos existentes que reflejaran los cambios en su población. Eso produjo grandes distorsiones en el principio una persona, un voto. Solo en el Gran Santiago, el distrito de Santiago centro elegía 18 diputados, mientras que el de Santiago sur, que para la década de los 60 ya tenía igual población, solo escogía cinco.

Pero desde que estalló el escándalo por las irregularidades en la realización del censo de 2012, el debate sobre el proceso de levantamiento de datos también se politizó. En su afán por demostrar que el suyo era un Gobierno más eficiente que los de la Concertación —recordemos la desafortunada frase de que ellos habían hecho más en 20 días que la Concertación en 20 años—, el Presidente Piñera alimentó una obsesión con la eficiencia que llevó a algunos subordinados a autoimponerse metas innecesariamente exigentes y de imposible verificación. La declaración de que el censo de 2012 sería el mejor de la historia (cuestión imposible de demostrar empíricamente) reflejó esa insana obsesión con la eficiencia. Dada la forma en que funciona el sistema público chileno, la preocupación del Gobierno de Piñera por mejorar la eficiencia en la provisión de servicios públicos era razonable (pensemos en las listas de espera en el sistema de salud pública). Pero cuando se promete realizar “el mejor censo de la historia”, debieran encenderse luces de alarma al ver que alguno convierten la eficiencia en el fin y no en el medio para construir una mejor democracia.

El foco en la eficiencia llevó al Gobierno de Piñera a querer realizar un censo que no interfiriera con la actividad económica del país. Después de todo, un día feriado adicional que obliga a todos a quedarse en casa reduce la actividad económica, lo que repercute negativamente en el empleo y en la inclusión social. Pero al poner ese foco, Piñera olvidó que el censo constituye también una oportunidad para construir comunidad y fortalecer los valores cívicos. Igual que si los organizadores pensaran que la Teletón es solo un evento para recaudar dinero, olvidando que es también una oportunidad para recordarnos que debemos ser solidarios con los menos afortunados, el Gobierno creyó que el censo era sólo un proceso para contar gente y no se acordó de que era también un ejercicio para ayudarnos a entender que vivimos en una comunidad.

El Gobierno de Bachelet, en cambio, entendió bien el sentido participativo que implica la realización de un censo nacional en un solo día con alta participación de voluntarios. Es verdad que hubo dudas de si se lograría la ambiciosa meta de voluntarios y que muchos censistas fueron reclutados forzosamente entre funcionarios públicos. Pero nadie puede negar que el proceso del censo fue un éxito en lo que a participación ciudadana se refiere. Los detractores de Bachelet apuntarán a que una de las falencias evidentes de este Gobierno ha sido el poco énfasis en la eficiencia en la gestión. Pero sus defensores recordarán que la eficiencia no es lo único que importa al momento de gobernar.

El punto no es si el modelo de censo en un día sea más eficiente que el modelo de un censo realizado en un período más extenso. En todos los censos —ya sea aquellos realizados en un solo día o los que se hacen en lapsos más largos y no involucran un reclutamiento masivo de voluntarios— hay personas que no son censadas. La disponibilidad de herramientas estadísticas permite corregir esos sesgos. Luego, resulta inútil entrar a debatir sobre cuál sistema cuenta más personas o es más eficiente en reflejar adecuadamente la cantidad de habitantes en el país. Ese debate técnico no tiene una respuesta concluyente.

El censo se ha convertido en un campo de batalla político porque la forma en que los Gobiernos de Piñera y Bachelet lo abordaron deja en claro las diferencias en prioridades de ambos mandatarios. Mientras Piñera privilegió la eficiencia en su Gobierno, Bachelet puso un mayor peso en la participación ciudadana. Independientemente de cuál de los dos censos logró contar mejor a los chilenos, los objetivos de ambos gobiernos eran evidentemente diferentes.

Fuente: El Líbero (Santiago, Chile)