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22.09.17

«Los uruguayos queremos vivir en paz»

Ha pasado una década desde la iniciativa de Vázquez. Un debate suscitado en el Senado de la República el lunes 18 de setiembre sobre un hecho puntual en el que frenteamplistas y colorados difieren en su apreciación, es pretexto para retroalimentar una falsedad doblemente dañina para la sociedad.
Por Hugo Machín Fajardo

En 2006, durante su primera presidencia, Tabaré Vázquez propuso el 19 de junio, día que recuerda el nacimiento de José Artigas, como fecha de reconciliación nacional: “Los uruguayos queremos vivir como ahora, en libertad, en paz, en tolerancia”, fue el mensaje presidencial.

El 19 de junio de 2007 en la Plaza Independencia de Montevideo, Vázquez y Pedro Bordaberry, entonces principal dirigente del Partido Colorado, se estrecharon en un abrazo que iba más allá de un gesto personal y trascendía a toda la sociedad uruguaya.

Antes y después de ese hito, diferentes trabajos de investigación histórica han demostrado la multicausalidad de un proceso que desembocó en la dictadura instaurada en Uruguay el 27 de junio de 1973, el período más terrible vivido por los uruguayos en el siglo XX.

Ha pasado una década desde la iniciativa de Vázquez. Un debate suscitado en el Senado de la República el lunes 18 de setiembre sobre un hecho puntual en el que frenteamplistas y colorados difieren en su apreciación, es pretexto para retroalimentar una falsedad doblemente dañina para la sociedad.

Una ciudadana, ex guerrillera tupamara, en desacuerdo con conceptos y datos vertidos por el senador colorado Pedro Bordaberry le escribe una carta abierta al legislador que es reproducida en su cuenta de twitter por la senadora del MPP, sector de José “Pepe” Mujica, Ivonne Passada (61), candidata ocupar la presidencia de la Unión Interparlamentaria Mundial en representación de Uruguay, donde ya ejerciera como primera vicepresidenta (2012-2013). Anteriormente fue miembro de su Comité Ejecutivo (2011-2015) y presidenta del Grupo de Latinoamérica y el Caribe (Grulac) de esa organización.

¿Qué se afirma en esa carta? Que el Partido Colorado tiene “las manos tintas en sangre” de “los niños muertos en el 2004” y de “los miles de presos, torturados y desaparecidos que su partido provocó” durante la dictadura de 1973 a 1985.     

Veamos. Uruguay sufrió una de las peores crisis económicas de toda su historia a partir de 2002 luego que Argentina estallara. Ocupaba entonces la presidencia Jorge Batlle, colorado, quien además debió afrontar otras calamidades (aftosa importada; arrastre de la devaluación brasileña de 1999; descenso del PBI; etc.) pero logró sortear el default que propiciaba el FMI y reencauzar la economía. Fue una crisis que generó situaciones extremas para muchos uruguayos y lógicamente un aumento en las dificultades de la infancia carenciada del país. Atribuirle responsabilidad penal por ello al gobierno de entonces es desconocer cómo se desarrollaron los acontecimientos.

La oposición frenteamplista de la época acuñó una frase como si fuera un hecho generalizado en el país: “niños que comían pasto” y sin que el hecho haya sido constatado fehacientemente como una realidad producto de aquella crisis, a ella se recurre en el presente retroalimentando un sentimiento -que no un razonamiento- malsano.

Memoria histórica. Asimismo, atribuirle al Partido Colorado como tal responsabilidad en los crímenes de lesa humanidad cometidos por los militares uruguayos y algunos civiles que actuaron hace más de 30 años, cuando es notorio y documentado que todo el sistema político repudió el golpe de Estado de 1973, es una afrenta a la memoria, una incitación al odio y una violación a los derechos de niños y adolescentes de hoy a tener el relato histórico que se merecen. Esa permanente reiteración de la mentira sobre un pasado ad usum, técnica copiada a Goebbels pero desde entonces aplicada sin rubor por igual desde derecha e izquierda, no debería ser asumida por el partido de gobierno en Uruguay.

Dejar pasar estas infamias solamente contribuirá a envilecer más el debate político y ciudadano; a enturbiar la campaña electoral de 2018 y apostar a la falsedad como elemento de la ciencia política de futuro.

Tampoco tienen derecho los políticos del presente a retrotraer al país a los años setenta en que las mutuas deformaciones y agresiones verbales degeneraron en lo que bien conocen los veteranos uruguayos.

Uruguay está a tiempo de evitar mezquindades electorales que conspiran contra la vida democrática y que ya tuvo un alerta en 2016, cuando Latinobarómetro registró el mayor descenso en el índice de credibilidad democrática de los uruguayos medido desde 1986.

Vázquez como presidente de todos los uruguayos debería retomar su propuesta de tolerancia y salir al cruce de estas expresiones ignominiosas. Pero también todo el sistema partidario, o los que entiendan su función como servicio a la sociedad, deberían contribuir a desterrar descalificaciones que no auguran nada positivo.