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27.09.18

Complicaciones nao tem fin

(7 Miradas) La sociedad está sintiendo de manera brutal la inflación y la recesión juntas, con todo lo que eso implica en materia de frustración / resignación. De modo que con el huracán volando techos e inundando casas, los electores pueden estar más dispuestos a lo que Menem llamaba «cirugía mayor sin anestesia».
Por Carlos Fara

(7 Miradas) Y Toto se fue cuando el presidente estaba tratando de transmitir tranquilidad y optimismo. Diría el chiste popular: “Si Macri compra un circo le crecen los enanos”. O como rezaba un sketch de un programa cómico de los ´70: “A mí me pasan todas”.

Uno supone que a esta altura, luego de 2 presidencias en Boca, 2 períodos como jefe de gobierno y casi 3 años en la presidencia, el primer mandatario estará curado de espanto sobre las crisis inesperadas. Ojalá.

A favor del gobierno se pueden computar 2 cosas:

  1. Como todo el tiempo aparece algún contratiempo, para la sociedad ya deja de llamar la atención salvo que sean noticias que afecten en su vida cotidiana; por ahora la angustia por lo económico le gana a cualquier otra cosa; y
  2. En el peor momento, el gobierno tocó un piso de aprobación del que difícilmente baje, y registra un núcleo duro de voto del 30 %: los que dicen en las encuestas que lo votarían pase lo que pase. No está mal para un electorado fragmentado en 3 tercios.

En estos últimos 6 meses la agenda estuvo dominada por la crisis económica y la corrupción. Resultado: los factores de incidencia se equilibraron y no se modifica estructuralmente el escenario electoral por ahora. Vale decir que, si con semejantes tormentas no hay cambios sustanciales, en un escenario de estabilidad cabría esperarlo aún menos, salvo que del lado de la oferta electoral se generen novedades llamativas.

El acuerdo con el FMI se anunciará, pero no comeremos perdices y seremos felices. Lo peor todavía está por venir de mano de una estanflación hasta fin de año, o marzo del que viene. El gobierno seguirá navegando en modo tormenta. La presidencia Macri ya quedó signada por la crisis económica y la lucha contra el déficit fiscal. Más allá de lo necesario, difícil para entusiasmar a los votantes.

Con una inflación del 6 ó 7 % para este mes de septiembre que concluye –y con índices altos por inercia hasta diciembre- la pregunta que todo el círculo rojo se hace es cuánto ajuste puede soportar la sociedad. Difícil de calcular, pero vamos a plantear algunos criterios.

Los umbrales de tolerancia de una sociedad pueden ser muy altos, dependiendo de qué situación venga. Aunque no todas las sociedades son iguales, vamos a recordar que en diciembre de 2015 el 64 % de los argentinos decía que el próximo gobierno iba a verse obligado a hacer un fuerte ajuste. De modo que se intuía que la situación no iba ser fácil.

Lo que el gobierno y los economistas llamaron gradualismo, no fue percibido así por la sociedad. Con el incremento de las tarifas de gas, la administración Macri tocó en agosto de 2016 un piso de aprobación que fue recuperando lentamente. Esto significa que si no hay sensación de crisis severa, los ciudadanos tienen menos tolerancia a un ajuste. Ahí está uno de los nudos estratégicos del oficialismo: ni hablar de la herencia, ni hacer shock. Está claro que no se puede hacer un ajuste profundo sin alertar que se viene un huracán. Pero el gradualismo fracasó económicamente y en la percepción ciudadana.

Ahora es distinto: la sociedad está sintiendo de manera brutal la inflación y la recesión juntas, con todo lo que eso implica en materia de frustración / resignación. De modo que con el huracán volando techos e inundando casas, los electores pueden estar más dispuestos a lo que Menem llamaba “cirugía mayor sin anestesia”.

Los expertos en reingeniería empresarial dicen “produzca la crisis”, porque eso generará en los integrantes de una organización una actitud de aceptación del cambio, que en situaciones no traumáticas resistirá con fuerza.

Lo cierto es que ahora el gobierno tiene su “tormenta perfecta”. Guste o no guste, probablemente los argentinos hoy estarán más dispuestos a recibir malas noticias y “ajustarse el cinturón”.

Parece que en este país los aprendizajes solo se producen a partir de situaciones traumáticas.

Fuente: 7 Miradas (Buenos Aires, Argentina)