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03.07.19

El fantasma de Venezuela

(El Líbero) La actitud excesivamente comprometida que tuvo el Presidente Piñera con el esfuerzo por derrocar a Maduro tiene algo que ver con el flujo migratorio de venezolanos hacia Chile. Ahora el Presidente parece moralmente obligado a abrir la puerta a los refugiados que huyen de ese país.
Por Patricio Navia

(El Líbero) El gobierno del Presidente Sebastián Piñera ha hecho lo correcto al decidir adoptar una política más restrictiva con el ingreso de los venezolanos. Después de todo, ningún gobierno puede hacerse cargo de las crisis humanitarias en otros países sin tomar en cuenta el costo que esas medidas tendrán para la población de su propio país. Pero como él mismo -de manera irresponsable y oportunista- optó a comienzos de 2019 por involucrarse en el esfuerzo por lograr un cambio de régimen en Venezuela, La Moneda ahora debe pagar los costos políticos de la contradicción que implica decir una cosa y luego hacer lo opuesto.

Aunque la oposición se ha apurado en criticar la decisión de poner orden en la forma en que entran los migrantes a Chile, el gobierno de Chile Vamos ha hecho lo correcto al modificar la política de puertas desordenadamente abiertas que impulsó la administración anterior de la Presidenta Michelle Bachelet. Poco después de asumir el poder, el gobierno del Presidente Piñera terminó con el ingreso diario de cientos de inmigrantes que aprovechaban los vacíos legales que permitían entrar como turistas a personas que tenían la intención de quedarse a residir permanentemente el país. La decisión de establecer requisitos de visa para los ciudadanos de Haití y Venezuela que quisieran migrar a Chile fue una medida muy criticada, pero también muy responsable por parte del gobierno actual.

La única forma en que Chile puede seguir siendo el asilo contra la opresión que viven personas en países que atraviesan por crisis económicas o políticas es manteniendo un procedimiento ordenado y sustentable. Aunque la decisión del gobierno de poner un control al ingreso de inmigrantes fue criticada mentirosamente como racista —porque se aplicaba a ciudadanos de Haití, el país que había presentado el crecimiento más rápido de migración hacia Chile—, la decisión más reciente del gobierno de Piñera de poner mayor control al ingreso de ciudadanos de Venezuela demostró que el gobierno está cumpliendo adecuadamente su tarea de proteger las fronteras del país.

Es cierto que Haití vive una crisis humanitaria hace muchos años y que Venezuela atraviesa por un momento especialmente complejo. Pero para poder ser un lugar de acogida para inmigrantes que vienen de ambos países, el gobierno debe adoptar medidas que permitan el ingreso ordenado y moderado de refugiados al país. Pero es innegable que la política que acaba de implementar el gobierno para controlar el ingreso de venezolanos contrasta profundamente con el discurso que proclamó a los cuatro vientos el Presidente Piñera a comienzos de 2019, cuando se involucró de forma irreflexiva e inconveniente en el fallido esfuerzo por lograr prontamente un cambio de régimen en Venezuela. Liderado por Estados Unidos y Colombia, el intento por forzar la salida de Nicolás Maduro de la presidencia de Venezuela fracasó. Aunque las declaraciones del propio Presidente Piñera —anticipando que Maduro tenía los días contados— y la forma en que La Moneda promovió su viaje a Cúcuta, Colombia, a fines de febrero alimentaron las expectativas de que Maduro estaba pronto a caer, la realidad ha demostrado ser mucho menos auspiciosa para los que aspiran a un cambio de régimen en Venezuela.

Con dificultad, y a un costo humanitario muy alto pagado por los venezolanos, Maduro ha resistido con ayuda de China y Rusia, y ante la incapacidad de Estados Unidos para liderar efectivamente el esfuerzo por restablecer un régimen democrático. Los líderes de América Latina que se sumaron al esfuerzo liderado por Washington para derrocar a Maduro parecen haber perdido interés en Venezuela. Lo mismo ha pasado con el Presidente Donald Trump.

La crisis humanitaria en Venezuela sigue forzando a miles de ciudadanos a dejar el país cada semana. Muchos de ellos aspiran a llegar a Chile. El crecimiento económico que ha experimentado el país y las oportunidades que ofrece la economía para la inclusión y absorción de estos refugiados sin duda ayudan a entender este flujo migratorio. Pero la actitud comprometida —incluso excesivamente comprometida— que tuvo el Presidente Piñera con el esfuerzo por derrocar a Maduro también tiene algo que ver con el flujo migratorio. Si Piñera se la jugó por remover a Maduro, ahora el Presidente parece moralmente obligado a abrir la puerta a los refugiados que huyen de esepaís.

El involucramiento personal del Mandatario en febrero de 2019 en el intento por lograr un cambio de régimen se ha convertido ahora en un fantasma que persigue y pone en tela de juicio cualquier decisión, por más razonable y necesaria que sea, que tome el gobierno para restringir, controlar e incluso desincentivar la llegada de refugiados venezolanos al país.

Fuente: El Líbero (Santiago, Chile)