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29.07.19

No por mucho madrugar amanece más presidencial

(El Líbero) Porque la opinión pública todavía no empieza a ponerle atención a la próxima contienda, es mejor que los que aspiran a ser candidatos se preparen para estar listos en el momento indicado que gastar fuerzas y energías haciendo una campaña que tendrá más impacto en los medios que en los votantes.
Por Patricio Navia

(El Líbero) Si bien tener un alto reconocimiento de nombre es clave para aspirar a estar en el grupo de los favoritos para suceder a Sebastián Piñera, resulta contraproducente invertir demasiado tiempo, recursos y energía en una carrera presidencial a la que muy poca gente está poniendo atención. Como esta será la primera elección desde 2005 sin un expresidente como candidato, la cancha estará bastante abierta para que aspirantes de último minuto logren convertirse en la novedad y desafíen la supuesta ventaja de aquellos que empezaron a preparar sus candidaturas desde mucho antes.

En política también existe la tensión entre el “al que madruga, Dios lo ayuda” y el “no por mucho madrugar amanece más temprano”. Hay algunos que creen que mientras más pronto se trabaje por un objetivo, más posibilidades de éxito hay; otros piensan que sirve de poco utilizar valiosos recursos en emprender una empresa antes de que haya suficiente demanda por lo que uno está ofreciendo. El saludable equilibrio está en saber qué se puede comenzar a hacer desde ahora y qué actividades hay que hacerlas solo cuando haya agua en la piscina.

Para los que aspiran a ser candidatos, resulta clave lograr ser lo suficientemente conocido desde antes que empiece la campaña. De eso depende su viabilidad. Esto no significa que la gente tenga que conocer al candidato en una dimensión política. Basta con que lo sea en alguna dimensión. En 2017, por ejemplo, la candidatura de Alejandro Guillier tomó fuerza precisamente porque Guillier, que ya llevaba cuatro años en el Senado, era más conocido por los muchos años que fue rostro de las noticias en televisión. Por la misma razón, cuando un expresidente se presenta como candidato, su alto reconocimiento de nombre rápidamente lo posiciona como uno de los favoritos para ganar la elección.

Pero no está claro si muchas de las otras actividades que emprenden los aspirantes para posicionarse como tales —más allá del reconocimiento de nombre— son una forma eficiente de gastar recursos. La opinión pública tiene mala memoria y, peor aún, la gran mayoría de las personas no le pone tanta atención a la política como los expertos. Es más, en general, aquellos que sí le ponen atención ya tienen decidido su voto —si no por el candidato, al menos por el color político— mucho antes de la elección. Por eso, salir a conquistar votantes cuando no se está en periodo electoral equivale a tratar de vender palomitas de maíz en un cine vacío —o solo parcialmente ocupado por personas que trajeron sus propios alimentos. El gigantesco esfuerzo que implica hacer campaña permanente pudiera no redituar.

Lo que sí está claro es que los aspirantes a candidato deberían invertir en prepararse para demostrar un notable desempeño cuando la gente le ponga atención a la campaña. Los candidatos deben conocer los temas de interés público, deben educarse respecto a los problemas que enfrenta el país, incluidas sus causas, síntomas y posibles soluciones. Los candidatos tienen que conocer el territorio y entender las particularidades de cada región. Los aspirantes a candidatos deben tener ideas claras sobre la hoja de ruta que quieren proponer al país. Los aspirantes a candidatos deben comenzar a armar equipos de trabajo que les propongan reformas de políticas públicas que después ellos saldrán a vender. Luego, aunque no tenga sentido comenzar a vender palomitas de maíz antes de que la gente llegue al cine, un buen candidato estará preparado para ofrecer palomitas de maíz cuando la gente comience a demandarlas.

La campaña presidencial de 2021 está, a la vez, muy lejos y muy cerca. Está muy lejos porque la opinión pública no le está poniendo atención a las campañas. Las encuestas de intención de voto presidencial muestran que los candidatos más nombrados son aquellos que ya fueron candidatos antes. Pero desde 1993, solo una de las seis elecciones presidenciales dio la victoria a un candidato que había competido en la elección anterior. Aparte de Sebastián Piñera en 2009, ningún otro presidente electo en Chile había sido candidato en la elección anterior. Es verdad que en 2013 y 2017 resultaron ganadores expresidentes que no podían competir en la elección inmediatamente anterior. Pero no hay mucha evidencia de que haber sido candidato presidencial en una contienda anterior ayude a tener más chances de victoria. 

Los aspirantes presidenciales para 2021 deberían concentrarse más en estar preparados para cuando empiece la carrera presidencial, que en lograr posicionarse en las poco relevantes encuestas tempraneras de intención de voto presidencial. Porque la opinión pública todavía no empieza a ponerle atención a la próxima contienda, es mejor prepararse para estar listo en el momento indicado que gastar fuerzas y energías haciendo una campaña que tendrá más impacto en los medios que en los votantes que decidirán la contienda de 2021.

Fuente: El Líbero (Santiago, Chile)