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30.10.15

La escuela tomada: El reality de una toma universitaria

(El Líbero) El notable libro de Jocelyn-Holt es mucho más que una narrativa de la toma de su facultad en 2009. Es un texto que utiliza la toma para adentrarse en el debate sobre las herramientas y tácticas que se están utilizando en la disputa por definir el marco institucional que tendrá en el país en las próximas décadas.
Por Patricio Navia

(El Líbero) En La escuela tomada (Taurus, 2015), el historiador Alfredo Jocelyn-Holt analiza la toma de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile en 2009 y sus secuelas, hasta la reciente elección de un nuevo decano en 2015. Además, Jocelyn-Holt utiliza esa toma como una oportunidad, si no un presagio, para analizar la estrategia de lucha ideológica que se popularizaría en el movimiento estudiantil de 2011 y que, Jocelyn-Holt, resume en que “el complot y el pugilismo —el poder y la fuerza como último ratio— son la manera como las distintas facciones en pugna han querido hacer de la Escuela lo que es y sigue siendo, una Escuela Tomada, no una Universidad”. Presumo que la reflexión de Jocelyn-Holt aplica también, especialmente ahora que se discute la materialización de la ambiciosa promesa de gratuidad en medio de movilizaciones estudiantiles, al sistema universitario chileno en su conjunto.

La trama de La escuela tomada funciona en dos niveles. Primero está la disputa de poder en la Facultad de Derecho de la Chile. Esa disputa se parece a un reality show. Hay cosas en juego, pero la virulencia de ambos bandos, el uso de resquicios legales para avanzar agendas personales y las repetidas violaciones al fair play demuestran que la gente a veces abandona todos los valores éticos para lograr objetivos de cuestionable valor, como en los reality shows.

Usando una idea atribuida a muchos autores, el politólogo Wallace Sayre acuñó la idea de que en cualquier disputa, la intensidad de los sentimientos involucrados es inversamente proporcional a la importancia de lo que está en juego.

La historia de esta toma es como un reality show. Los realities de televisión son tan exitosos precisamente por la simpleza de la trama. Es cosa de juntar a un grupo de personas a vivir en un mismo lugar para que surjan la intriga, los rumores, los juegos de poder y las traiciones. Mientras más simple la problemática, más sangrientas serán las peleas. Si en pueblo chico, infierno grande, en pueblo chico con pocos problemas reales, el infierno se intensifica en varios niveles en la escala de Dante.

Los detalles de la toma de la Facultad de Derecho de la Chile no se merecen la atención de una extraordinaria pluma como la de Jocelyn-Holt. Es verdad que Borges podría resumir a la perfección la trama de un reality, o García Márquez regalarnos descripciones memorables de lo que pasa en un encierro televisivo. Pero la nula profundidad y poca complejidad de los personajes haría a muchos pensar que se están perdiendo plumas notables en una narrativa cuyos personajes no dan el ancho. Lo mismo ocurre con la gran pluma y erudición de Jocelyn-Holt. Al leer el texto, uno queda con la impresión de que la toma aquella no da para tanta cuidadosa investigación.

Pero el libro de Jocelyn-Holt presenta también un nivel distinto de análisis. Ahí radica su genialidad y su gran contribución, porque, reitero, con el debido respeto, me parece más interesante un reality de la televisión que uno sobre la Facultad de Derecho de la Chile, por más bien narrado que esté. Para Jocelyn-Holt, lo que pasó en su facultad es una metáfora de lo que está pasando en el país. Aquellos que critican la institucionalizada vigente por su origen ilegítimo están impulsando cambios con métodos igualmente ilegítimos y viciados. Es verdad que los que impulsan cambios refundacionales no tienen tanques frente a La Moneda ni aviones bombardeando el palacio de gobierno (apenas tienen una retroexcavadora que se empantana cada semana). Pero el uso de estrategias por fuera de las reglas del juego para avanzar los ideales constituye, desde la visión de Jocelyn-Holt, una práctica igualmente inválida.

Esta reflexión nos lleva al debate constitucional. La constitución de 1980 es ilegítima en su origen. Pero la forma en que se produjo la transición a la democracia la legitimó en su ejercicio. Sucesivos gobiernos de la Concertación aceptaron las reglas e intentaron cambiarlas —logrando notables avances— dentro de los marcos que permitía la propia constitución de Pinochet. Reclamar ahora por el origen es como adoptar a un niño nacido de una violación y, 35 años después, cuestionar su legitimidad de origen. Es cierto que las generaciones actuales no participaron de la transición, pero, en todas las democracias, las nuevas generaciones heredan acuerdos zanjados por generaciones anteriores. Para producir cambios, o aceptas las reglas del juego o produces un quiebre. Pero cuando produces un quiebre, gana el que tiene más fuerza (ahí los tanques valen más que las retroexcavadoras).

El notable libro de Jocelyn-Holt es mucho más que una narrativa de la toma de su facultad en 2009. Es un texto que utiliza la toma para adentrarse en el debate sobre las herramientas y tácticas que se están utilizando en la disputa por definir el marco institucional que tendrá en el país en las próximas décadas.

Fuente: El Líbero (Santiago, Chile)