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21.04.16

El impeachment a Rousseff debilita la democracia latinoamericana

(Buenos Aires Herald) A medida que se enfrían las economías de la región y dominan los escándalos de corrupción en la prensa, otros políticos poderosos que no tienen otra manera de llegar a la presidencia a través del proceso democrático probablemente estén ponderando la posibilidad de utilizar mecanismos no electorales para adquirir poder político, que los votantes difícilmente querrían depositar en ellos.
Por Patricio Navia

(Buenos Aires Herald) El proceso de impeachment contra Dilma Rousseff probablemente termine forzando la salida de la presidente brasileña.

Más allá del impacto de la batalla política en Brasil, los opositores a gobiernos democráticamente electos en otras partes de Sudamérica se sentirán envalentonados para obtener victorias políticas intentando forzar la salida de líderes democráticamente electos utilizando reglas procedimentales.

Como los problemas de Brasil son estructurales, no se terminarán con sacar a la presidente de su puesto. Los mismos argumentos que se han utilizado para justificar el juicio político contra Dilma fácilmente podrían aplicarse para sacar de sus puestos a muchos legisladores que votaron a favor del impeachment a la presidente democráticamente electa. Los escándalos de corrupción que salieron a la superficie en los meses recientes implican a docenas de políticos, incluyendo al vicepresidente Michel Temer. Por ende, si fuera cierto que los brasileños no están dispuestos a tolerar más escándalos de corrupción, muchos otros deberían ser depuestos del poder junto a Rousseff.

Resulta innegable que el involucramiento de la presidente en escándalos de corrupción merece una investigación por parte de un fiscal independiente. Si se presentara evidencia suficiente para demostrar su participación, debería ser sacada del poder. Sin embargo, el proceso de impeachment contra ella no se basa en esta evidencia. Es resultado de una movida política diseñada para subvertir la voluntad popular que reeligió a Rousseff en 2014.

La salida de Dilma de la presidencia podría haber sido una ventana de oportunidad para Brasil si el nuevo líder pudiera comenzar de cero y adoptar reformas que despertaran a la economía y dejar los escándalos de corrupción atrás. Desafortunadamente, la elite política en el país está más preocupada con la lucha política sobre el futuro de la presidente que con la economía nacional o con combatir la corrupción.

Además de todas las implicancias negativas que el juicio a Dilma tiene para la democracia brasileña, el efecto del proceso político contra la presidente seguro se sentirá en el resto de Latinoamérica. Si bien Brasil y el resto de Latinoamérica están separados por la barrera lingüística, los desarrollos sociales, económicos y políticos en ese país tienen repercusiones en otras partes de Sudamérica. Brasil comparte frontera con 10 de los 12 países de Sudamérica (sólo Chile y Ecuador no son vecinos). La economía brasileña representa el 55 por ciento del producto sudamericano. Los brasileños son casi la mitad de los sudamericanos. Cuando a Brasil le va bien, Sudamérica se beneficia. Cuando Brasil sufre una crisis, el resto de Sudamérica necesita prepararse para los malos tiempos.

Aprovechándose

La decisión por parte de la oposición brasileña de avanzar con el proceso de impeachment contra Dilma Roussef estuvo incuestionablemente influido por las difíciles condiciones económicas en el país y sus altos índice de desaprobación. Los escándalos de corrupción que pusieron al gobierno a la defensiva durante los últimos meses también estuvieron alimentados por estos factores. La gente está descontenta y culpa al gobierno por los problemas económicos. La oposición se aprovecha de la oportunidad de cosechar poder político por medios diferentes a las elecciones. Aun cuando el discurso oficial de la oposición se enmarca en términos de lucha contra la corrupción, la verdad de la cuestión es que si la fuerza dominante fuera la lucha contra la corrupción, bien podrían empezar por sancionar a sus propios políticos que están involucrados en escándalos de corrupción. El hecho de que la oposición sea rápida en señalar con el dedo al gobierno, pero mira a otro lado cuando se trata de implicar a sus

propios miembros involucrados, demuestra que la fuerza fundante es el triunfo político, no una celosa defensa de la ética.

En Brasil, Temer pasó de ser el aliado político de la presidente a convertirse en su rival. Habiendo tenido la oportunidad de desafiar a Rousseff para la presidencia en 2014, Temer optó por mantenerse como su vicepresidente. Es improbable que los votantes le hubiesen dado mucho apoyo electoral si hubiese elegido por buscar la presidencia en 2014. Sin embargo, como resultado de un escándalo de corrupción, bien puede terminar reemplazando a Dilma. Si no fuera porque está involucrado en otros casos de corrupción y asociado al partido político más vinculado al clientelismo, habría sido un reemplazo más apropiado para Rousseff como presidente. Pero, la forma en que llegará a la presidencia debilita la voluntad popular. Como no quiso postularse en 2014 ni habría sido electo en el caso de elecciones anticipadas, su único camino a la presidencia era mediante maniobras políticas.

En otras partes de Sudamérica, otros políticos toman nota de los desarrollos políticos en Brasil. A medida que se enfrían las economías de la región y dominan los escándalos de corrupción en la prensa, otros políticos poderosos que no tienen otra manera de llegar a la presidencia a través del proceso democrático probablemente estén ponderando la posibilidad de utilizar mecanismos no electorales para adquirir poder político, que los votantes difícilmente querrían depositar en ellos. Precisamente porque son convertidos nuevos y poco creíbles en la lucha contra la corrupción, al subvertir la voluntad popular esos políticos están debilitando la democracia en la región.

Este artículo fue originalmente publicado en inglés en The Buenos Aires Herald el 19 de abril de 2016.

Traducción de Hernán Alberro.