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11.08.17

El difícil voto de Uruguay

Uruguay viene cumpliendo un papel confuso y por momentos indigno. Lo paradójico es que durante la dictadura militar de los años 70, muchos uruguayos encontraron generoso refugio en Venezuela, que por un grave incidente diplomático rompió relaciones con Uruguay hasta que regresó la democracia.
Por Tomas Linn

A las cansadas, Uruguay votó para que Venezuela fuera suspendida del Mercosur, al aplicársele la cláusula democrática. Fue una decisión complicada para el gobierno de Tabaré Vázquez y ello sigue desconcertando a los demás países de la región, que no terminan de entender su tibieza respecto de la dictadura venezolana. ¿Cómo es posible que a un país de arraigada tradición democrática le sea tan difícil señalar el carácter despótico del régimen chavista?

Lo paradójico es que ni el presidente Vázquez ni su canciller, Rodolfo Nin Novoa, han mostrado simpatía por Chávez ni por Maduro. Sus contramarchas se explican por la fuerte presión ejercida desde el sector mayoritario del Frente Amplio, conglomerado de partidos que van desde la centroizquierda hasta expresiones más radicales y que es sostén de su gobierno. Su ala moderada, de una izquierda más republicana, está integrada por socialdemócratas, democristianos y dirigentes escindidos de sus partidos de origen (el canciller fue activo líder del Partido Blanco antes de pasarse al Frente).

Pero hay dos grupos con decisiva influencia dentro del Frente, que ven las cosas de otro modo: el Partido Comunista (PC) y el Movimiento de Participación Popular (MPP), que gira en torno al ex presidente José Mujica. En las elecciones de 2014 el sector frentista más votado fue el MPP, cuyas referencias son los viejos líderes tupamaros, incluido Mujica. El resto son de entre 30 y 40 años, poco conocidos y muy ideologizados. Copian el modus operandi de La Cámpora y su objetivo es obtener decisivas cuotas de poder dentro del Estado, donde colocan a su gente en todos los puestos: grandes, chicos y medianos. Son verdaderos "comisarios políticos".

El otro sector, dogmático y ortodoxo, es el Partido Comunista, pequeño, pero que controla la central sindical. A causa de los complicados mecanismos que rigen el Frente Amplio, están sobrerrepresentados en sus órganos de dirección. El PC y el MPP defienden a Maduro sin que se les mueva un pelo. En ellos no hay tibieza; no se sonrojan ante nada. El apoyo comunista se explica por su adhesión a Cuba, que juega todas sus cartas a favor de la dictadura. En el muy improbable caso de que un día Cuba cambie su estrategia, el PC uruguayo también lo haría. Antes nunca.

La relación del MPP con el chavismo es carnal. Se llevan bien y hasta se sospecha que hicieron buenos acuerdos con el régimen. Un grupo vinculado al MPP abrió una empresa llamada Aire Fresco que canalizó en forma poco clara los negocios entre ambos gobiernos. Los partidos de oposición quisieron instalar una comisión parlamentaria para investigarlo sin suerte, ya que el Frente pudo trabar el intento.

Sumados, el MPP y el PC tienen mayoría dentro del Frente Amplio y poco les importan los pronunciamientos críticos a Maduro de los frentistas moderados. Si éstos decidieran cortar con los radicales y buscar apoyo de los opositores, lograrían darle un inmenso respaldo al presidente para que su política fuera otra. Pero a la hora de decidir se impone la disciplina partidaria.

Por lo tanto, Vázquez y Nin Novoa han estado atados de pies y manos. Saben que no reflejan el sentir de una mayoría de uruguayos, pero son rehenes de la realidad numérica dentro del Frente Amplio.

Distinta es la posición de Mujica. Si bien confuso en sus declaraciones, siempre fue favorable al chavismo. De todos modos, ante la actual e inevitable decisión de suspender a Venezuela del Mercosur, dijo que se atenía a lo que el gobierno resolviera. Fue un apoyo elusivo, para fastidio de unos y otros. Siendo presidente, su canciller Luis Almagro le desaconsejó sacar a Paraguay del Mercosur y meter a Venezuela. Mujica al final se dejó convencer por Dilma Rousseff y Cristina Kirchner y se justificó con un lamentable argumento: "La política se impuso sobre lo jurídico". El episodio muestra que si bien Almagro era un canciller funcional a Mujica (ahora como secretario general de la OEA está en el otro extremo), aquel consejo no escuchado pudo haber sido un sutil anticipo de lo que luego haría en la OEA.

Uruguay viene cumpliendo un papel confuso y por momentos indigno. Lo paradójico es que durante la dictadura militar de los años 70, muchos uruguayos encontraron generoso refugio en Venezuela, que por un grave incidente diplomático rompió relaciones con Uruguay hasta que regresó la democracia. Ante el sufrimiento de tantos venezolanos, el olvido de aquella solidaridad parece cruel.