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26.12.17

2017-2018

(El Observador) Empieza 2018, el tercer año del tercer mandato consecutivo del Frente Amplio. No es fácil ser optimista. Al gobierno le está resultando extraordinariamente difícil cumplir sus promesas. Prometió construir un Sistema de Cuidados. A las dificultades inherentes a una propuesta tan justa como ambiciosa se suma que la economía crece mucho menos de lo que imaginaban en 2014. Prometió apertura comercial. Sus divisiones ideológicas internas, que le impidieron hace una década concretar el TLC con EEUU, siguen obturando iniciativas semejantes.
Por Adolfo Garcé

(El Observador) Se termina el 2017 dejando más pena que gloria. No hubo grandes novedades en materia de políticas públicas. A lo sumo puede anotarse en el haber que el gobierno logró dar un nuevo paso hacia la instalación de la nueva planta de UPM (anunciada como la inversión más cuantiosa de la historia) y que, pese a no tener en ese momento mayoría parlamentaria, consiguió aprobar sin dramas la Rendición de Cuentas. Tampoco hubo noticias de gran relieve del lado de la oposición. Sigue predominando abiertamente la competencia (dentro y entre partidos de ese bloque) sobre la cooperación (en la construcción de una alternativa al Frente Amplio). En todo caso cabe mencionar, en el rubro de lo nuevo, que el Partido de la Gente de Edgardo Novick, la gran sorpresa de 2016, tuvo escasa presencia pública, y que suenan las alarmas en la fracción del Partido Nacional orientada por el senador Jorge Larrañaga desde que se consolidó el "éxodo" de los intendentes del sector (cinco de ellos conformaron un nuevo polo "wilsonista" y un sexto anunció su apoyo a Luis Lacalle Pou).

De todos modos, 2017 tendrá un lugar especial en los libros de historia. El año que se termina será recordado como el de la renuncia del vicepresidente de la República por denuncias de corrupción. Es un hecho inusual y de una gravedad extraordinaria. Generó un daño importante en la imagen del país y terminó de consolidar cierto clima de sospecha en la ciudadanía respecto a la probidad de la "clase política" uruguaya. Otros episodios penosos, como el del exdiputado Francisco Sanabria (Partido Colorado), el del intendente Bascou (Partido Nacional) o el de la exsenadora (renunciante) Michelle Suárez (Frente Amplio), han contribuido a perforar un poco más todavía la credibilidad de los políticos profesionales. Los partidos (y este matiz es importante) han tomado nota del malestar ciudadano. En general, han reaccionado en la dirección correcta, penalizando las conductas reprobables. También han avanzado hacia una regulación mucho más estricta del financiamiento de la actividad política. Algo es algo.
Empieza 2018, el tercer año del tercer mandato consecutivo del Frente Amplio. No es fácil ser optimista. Al gobierno le está resultando extraordinariamente difícil cumplir sus promesas. Prometió construir un Sistema de Cuidados. A las dificultades inherentes a una propuesta tan justa como ambiciosa se suma que la economía crece mucho menos de lo que imaginaban en 2014. Prometió apertura comercial. Sus divisiones ideológicas internas, que le impidieron hace una década concretar el TLC con EEUU, siguen obturando iniciativas semejantes. Por ejemplo, seguimos sin saber si finalmente la bancada frenteamplista aprobará el TLC con Chile. Prometió un shock de infraestructura. El gobierno se ha tomado este desafío en serio. Sin embargo aquí también enfrenta problemas a la hora de encontrar los recursos necesarios. Prometió bajar el déficit fiscal. Pese al ajuste de impuestos de 2016 y al uso intensivo de las tarifas públicas como mecanismos de recaudación no lo está logrando. Curiosamente, los avances más significativos parecen registrarse en una de las dimensiones más cuestionadas a lo largo de todos estos años: la seguridad ciudadana.
En materia de gobierno no cabe esperar mucho. Pero sí habrá novedades importantes en el plano de la competencia electoral (los partidos uruguayos son más ingeniosos y productivos compitiendo que gobernando). Si mi interpretación de la coyuntura es correcta, durante los primeros meses del año que empieza Danilo Astori renunciará al Ministerio de Economía y Finanzas para volver a intentar ser candidato a la Presidencia. Sigo pensando que cuenta con el apoyo de los otros dos "veteranos", José Mujica y Tabaré Vázquez. Sigo creyendo que esto se explica en parte por criterios de justicia (ambos le deben mucho) pero en parte, también, por razones de conveniencia (es el escenario que les permitiría, al menos en teoría, conservar más influencia). De todos modos, Astori solamente podrá ser candidato a la presidencia si, además de contar con el firme respaldo de los líderes ya mencionados, Daniel Martínez decide no forzar una elección primaria. En una primaria, el Intendente de Montevideo, tendría todas las de ganar.
 
Del lado de la oposición también se despejarán algunas incógnitas. Sabremos, finalmente, quién será el cuarto precandidato presidencial. Se sabe que Luis Lacalle Pou, Jorge Larrañaga y Carlos Iafigliola pugnarán por la nominación. Resta saber quién encabezará la oferta de los "aliancistas" disidentes. Hay excelentes razones para pensar que el nuevo "polo wilsonista" terminará respaldando a la senadora Verónica Alonso. En el Partido Colorado, mientras tanto, el paso al costado de Pedro Bordaberry facilitó la irrupción de nuevas candidaturas, como la del diputado Fernando Amado. Habrá que estar atentos, en este sentido, a la decisión que termine adoptando el economista Ernesto Talvi. De confirmarse el cambio de rol en el debate público del actual director de Ceres estaremos frente a un experimento muy interesante en términos analíticos. A favor de Talvi su excelente formación académica, su solvencia técnica y su ajenidad a la política de partidos (en tiempos de descrédito de los políticos profesionales se abre espacio para los outsiders). Pero estos factores, al mismo tiempo, son restricciones dada la cultura política uruguaya. Los "caudillos" siempre han sido en Uruguay más populares que los "doctores". Los partidos siempre han sido más importantes que las personas (la estructura política del PC se ha visto reducida a su mínima expresión en muchos años).

Fuente: El Observador (Montevideo, Uruguay)