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29.04.18

Marito ahora es Mario: el nuevo presidente de Paraguay

Con juventud y un apellido que lo vincula con las tuberías internas del omnipresente partido Colorado (su padre fue un hombre muy cercano a Alfredo Stroessner) se enfrenta a su tercer gran desafío: gobernar un país que crece económicamente pero que institucionalmente aún es endeble
Por Leandro Querido

La gran mayoría de las personas que consultábamos en Asunción acerca del posible resultado de la elección nos respondía con un simpático “gana Marito”. Marito es Mario Abdo Benítez, el próximo presidente de Paraguay. Ganó dos elecciones seguidas trascendentes y con solo 46 años se transforma en el hombre fuerte del país.

Se recibió de líder en dos elecciones difíciles. El año pasado hubo elecciones internas en el partido Colorado y Marito le ganó al candidato del actual presidente Horacio Cartes. La maquinaria electoral del partido Colorado no cumplió las órdenes de la cúpula y Marito se impuso por saber articular a distintos sectores de este partido tradicional. Los analistas coinciden en que esa fue la elección de verdad y no tanto la del domingo 22 de abril.

En las elecciones generales del domingo 22 de abril los paraguayos debían elegir no solo a presidente sino además a sus diputados, senadores, parlamentarios del Mercosur y gobernadores. Mario Abdo Benítez con el impulso que le dio el hecho de haberle ganado al candidato de Cartes se tuvo que enfrentar con Efraín Alegre, el candidato a presidente del partido Liberal Radical Auténtico quien se asoció con el Frente Guasú de Fernando Lugo.

El PLRA para ganar competitividad se coalicionó con el Frente Guasú y de alguna manera restituyeron la alianza que le permitió a Lugo llegar al poder como así también estrellarse en el mismo.

La crisis institucional que terminó en la destitución de Lugo en 2012 y la ruptura de esta alianza aún está muy presente en la sociedad paraguaya. El recuerdo traumático se hizo presente días antes de la elección cuando se produjo un contrapunto entre el candidato a presidente Efraín Alegre con su vice Leo Rubín a propósito de la situación de Venezuela. Efraín sostuvo que en aquel país había una dictadura y Rubín solo dijo que se trataba de una crisis institucional. El fantasma de la ingobernabilidad y la crisis pasó por el último tramo de la campaña.

Mario capitalizó este contrapunto y se lo sumó entonces a su prestigio obtenido por el hecho de haberle ganado a Cartes y así ocupar el lugar de la “renovación” dentro del desgastado partido de gobierno.

Marito dejó de ser Marito al ganar su segunda gran elección cuando superó a Alegre por cuatro puntos porcentuales. La diferencia fue menor a la esperada, pero ganó y eso es lo importante. Ahora es presidente. Lo votaron 1 millón doscientos mil electores. El 46,47%. Su contrincante llegó al millón cien mil, lo que representó el 42,72%.

Con juventud y un apellido que lo vincula con las tuberías internas del omnipresente partido Colorado (su padre fue un hombre muy cercano a Alfredo Stroessner) se enfrenta a su tercer gran desafío: gobernar un país que crece económicamente pero que institucionalmente aún es endeble y que la corrupción se ha apoderado de cuantiosos fondos públicos que debían ser destinados a generar condiciones de vida y oportunidades para muchos paraguayos que en la actualidad están excluidos. ¿Podrá Mario revertir este sangrado de corrupción?

Ese gran desafío modernizador que aún espera podría verse obstaculizado por esa maquinaria electoral del partido Colorado que ha sustituido al propio Estado en muchas instancias y no parece querer entregar su importante cuota poder.

En el resto de las categorías en juego el poder parece repartirse en los ámbitos legislativos y en cuanto a las gobernaciones el partido Colorado retiene la mayoría de los distritos del país.

Fronteras afuera el Paraguay no dará sorpresas. El gobierno de Cartes fue un implacable adversario al régimen de Nicolás Maduro y Mario Abdo Benítez seguirá en el mismo sentido.   

Paraguay cierra un proceso electoral tenso y de resultado cerrado, pero sin violencia, y eso en esta América convulsionada no es poca cosa.