30.08.18La imagen de Cristina y la oposición empieza a ser afectada por los cuadernos de las coimas
(TN) Más de la mitad del país cree que el bloque opositor no está en condiciones de volver al poder. La expresidenta y su partido tendrán que pagar el costo en términos de confianza. Por Marcos Novaro		
		
		
(TN) Una suerte de pesimismo recargado está contaminando el ánimo de  quienes desean terminar con la corrupción: cuanto más circula la idea de  que Cristina Kirchner no pierde adhesiones, por más que se amontonen evidencias sobre su  responsabilidad en el sistema montado para saquear al Estado durante las  administraciones encabezadas por ella y su marido, más recaen aquellos  en la máxima de que la sociedad argentina es incorregible.  Y temen lo peor: que si la situación económica empeora, cosa que muy  probablemente suceda, la expresidenta pueda triunfar en las elecciones  del año próximo. Ecuación que, inversamente, hace soñar despiertos a sus  seguidores.
El propio gobierno abona este pesimismo al advertir,  un poco para disculpar sus errores, que el avance de la investigación  de los cuadernos ya de movida afecta la actividad empresaria, el desempeño económico y los esfuerzos por contener la crisis.
Es  como decir que el kirchnerismo en particular y el peronismo más en  general se las están arreglando para jorobarnos dos veces: primero lo  hicieron al desviar una enorme cantidad de recursos públicos, que hoy  faltan en infraestructuras de todo tipo, limitando seriamente nuestra  productividad; y ahora, por segunda vez, lo hacen al revelarse ese  desvío justo en el momento en que más se necesita la inversión en  infraestructura para levantar la economía, y dicha revelación produce el  efecto contrario, frena las inversiones y en particular la obra  pública.
Ni siquiera cuando quedan en evidencia sus responsabilidades  se logra que paguen por ellas. Los costos de sus desmanes una vez más  caen en los demás. Y encima a los ojos de muchos argentinos se confirma  que “la transparencia también puede matar”, sobre todo a quienes la  promueven. La astucia que históricamente se atribuye a Juan Domingo  Perón y sus discípulos, en su peor versión.
Aunque todo esto sea más o menos cierto, o factible, conviene no  exagerar. No es tan cierto que el escándalo de los cuadernos le esté  saliendo gratis a la anterior administración, mucho menos a la  expresidenta. En términos de popularidad personal paga un precio no  desdeñable, y tanto ella como su partido tendrán que lidiar con costos, puede  que duraderos en términos de confianza. Otra vieja máxima de la  política argentina, “en tiempos difíciles solo los peronistas garantizan  gobernabilidad” parece estar perdiendo atractivo.
Una serie de sondeos de opinión realizados por Opinaia muestra que en el espacio de dos meses, entre junio y agosto, creció la imagen negativa de Cristina en 4 puntos, de 64 a 68%. Lo mismo cayó su imagen positiva, de 36 a 32.
Atada  a esa pérdida de imagen, y sobre todo al mayor protagonismo público de  CFK, forzado por las denuncias en su contra y sobre todo por la  estrategia de politizar al máximo su defensa, la oposición cumple un papel muy deslucido en el actual escenario. Pese a que el descrédito del gobierno nacional  es fuerte y los problemas económicos no dejan de agravarse, pareciera  que la alternancia no es la salida que la mayoría está imaginando.
Ante la pregunta sobre “¿quién le parece que está más capacitado para resolver los problemas económicos del país?”, en la última de las encuestas mencionada encontramos que el 45% responde que "ninguno" y, lo más llamativo, sólo 23% opta por la oposición, mientras que todavía 32% apuesta por el gobierno.
Más  sorprendente aún son las razones: un 53% cree que la oposición “no está  en condiciones de volver al poder” (solo 27% cree lo contrario), la  enorme mayoría, “por falta de transparencia y honestidad (47% del  total). Otros motivos aludidos son la falta de liderazgo, carencia de  programa e ideas, y ausencia de consensos mínimos. Suena a un diagnóstico bastante realista. En una reciente encuesta de la empresa Taquion se  confirman algunas de estas conclusiones: se registra allí que una  fuerte primera minoría de más del 40% está convencida que los opositores  dicen y hacen “lo que sea con tal de volver al poder” por lo que son  muy poco confiables.
No es tan cierto que la sociedad esté  embobada por un poco de flan. Más bien es de destacar lo contrario, la  fuerte dosis de realismo y tolerancia al ajuste que demuestra, dos  rasgos que no son muy habituales entre nosotros, tal vez con la  excepción de lo que ha sucedido tras colapsos económicos demoledores. Si  el gobierno fracasa, entonces, no va a ser principalmente porque lidie  con demandas inatendibles, ni porque los argentinos seamos  incorregibles, ni en materia económica ni de corrupción.
 
(TN) Una suerte de pesimismo recargado está contaminando el ánimo de quienes desean terminar con la corrupción: cuanto más circula la idea de que Cristina Kirchner no pierde adhesiones, por más que se amontonen evidencias sobre su responsabilidad en el sistema montado para saquear al Estado durante las administraciones encabezadas por ella y su marido, más recaen aquellos en la máxima de que la sociedad argentina es incorregible. Y temen lo peor: que si la situación económica empeora, cosa que muy probablemente suceda, la expresidenta pueda triunfar en las elecciones del año próximo. Ecuación que, inversamente, hace soñar despiertos a sus seguidores.
El propio gobierno abona este pesimismo al advertir, un poco para disculpar sus errores, que el avance de la investigación de los cuadernos ya de movida afecta la actividad empresaria, el desempeño económico y los esfuerzos por contener la crisis.
Es como decir que el kirchnerismo en particular y el peronismo más en general se las están arreglando para jorobarnos dos veces: primero lo hicieron al desviar una enorme cantidad de recursos públicos, que hoy faltan en infraestructuras de todo tipo, limitando seriamente nuestra productividad; y ahora, por segunda vez, lo hacen al revelarse ese desvío justo en el momento en que más se necesita la inversión en infraestructura para levantar la economía, y dicha revelación produce el efecto contrario, frena las inversiones y en particular la obra pública.
Ni siquiera cuando quedan en evidencia sus responsabilidades se logra que paguen por ellas. Los costos de sus desmanes una vez más caen en los demás. Y encima a los ojos de muchos argentinos se confirma que “la transparencia también puede matar”, sobre todo a quienes la promueven. La astucia que históricamente se atribuye a Juan Domingo Perón y sus discípulos, en su peor versión.
Aunque todo esto sea más o menos cierto, o factible, conviene no exagerar. No es tan cierto que el escándalo de los cuadernos le esté saliendo gratis a la anterior administración, mucho menos a la expresidenta. En términos de popularidad personal paga un precio no desdeñable, y tanto ella como su partido tendrán que lidiar con costos, puede que duraderos en términos de confianza. Otra vieja máxima de la política argentina, “en tiempos difíciles solo los peronistas garantizan gobernabilidad” parece estar perdiendo atractivo.
Una serie de sondeos de opinión realizados por Opinaia muestra que en el espacio de dos meses, entre junio y agosto, creció la imagen negativa de Cristina en 4 puntos, de 64 a 68%. Lo mismo cayó su imagen positiva, de 36 a 32.
Atada a esa pérdida de imagen, y sobre todo al mayor protagonismo público de CFK, forzado por las denuncias en su contra y sobre todo por la estrategia de politizar al máximo su defensa, la oposición cumple un papel muy deslucido en el actual escenario. Pese a que el descrédito del gobierno nacional es fuerte y los problemas económicos no dejan de agravarse, pareciera que la alternancia no es la salida que la mayoría está imaginando.
Ante la pregunta sobre “¿quién le parece que está más capacitado para resolver los problemas económicos del país?”, en la última de las encuestas mencionada encontramos que el 45% responde que "ninguno" y, lo más llamativo, sólo 23% opta por la oposición, mientras que todavía 32% apuesta por el gobierno.
Más sorprendente aún son las razones: un 53% cree que la oposición “no está en condiciones de volver al poder” (solo 27% cree lo contrario), la enorme mayoría, “por falta de transparencia y honestidad (47% del total). Otros motivos aludidos son la falta de liderazgo, carencia de programa e ideas, y ausencia de consensos mínimos. Suena a un diagnóstico bastante realista. En una reciente encuesta de la empresa Taquion se confirman algunas de estas conclusiones: se registra allí que una fuerte primera minoría de más del 40% está convencida que los opositores dicen y hacen “lo que sea con tal de volver al poder” por lo que son muy poco confiables.
No es tan cierto que la sociedad esté embobada por un poco de flan. Más bien es de destacar lo contrario, la fuerte dosis de realismo y tolerancia al ajuste que demuestra, dos rasgos que no son muy habituales entre nosotros, tal vez con la excepción de lo que ha sucedido tras colapsos económicos demoledores. Si el gobierno fracasa, entonces, no va a ser principalmente porque lidie con demandas inatendibles, ni porque los argentinos seamos incorregibles, ni en materia económica ni de corrupción.
