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21.09.18

La izquierda que promueve y festeja la censura

(TN) Un grupo de militantes impidió la proyección de Soledad, film que homenajea a una militante anarquista, porque la realizadora es hija de Macri. ¿No es un poco absurdo? En verdad, es solo un eslabón más de una larga cadena.
Por Marcos Novaro

(TN) Una porción importante de los llamados “progresistas” argentinos se pone eufórica cada vez que logra acallar a quienes no piensan como ella. En los últimos días, hubo varios episodios en que se dio rienda suelta a ese entusiasmo. Aunque en realidad, no es algo nuevo: lo viene haciendo desde hace bastante tiempo.

Años atrás, los acallados solían ser miembros de “la derecha neoliberal responsable del 2001”, gente tan horrible que se merecía casi cualquier daño que se les pudiera imponer. Así, fue que piquetes de progresistas y militantes de izquierda lograron en varias ocasiones que Domingo Cavallo no pudiera hablar en público.

Más cerca en el tiempo, le empezó a pasar lo mismo a figuras del macrismo, tanto funcionarios como simpatizantes. Se recordará la vez que Pablo Avelluto no pudo dar su discurso de inauguración de la Feria del Libro. Ante lo cual, los mismos responsables de esa feria guardaron silencio. Luego, fue el turno de Alfredo Casero, que se atrevió a “ofender a las Abuelas de Plaza de Mayo”. En verdad, lo que hizo fue dudar de las pruebas de ADN para identificar a los nietos. Eso bastó para que universidades de varios puntos del país decidieran suspender espectáculos que tenían programados con el actor. ¿Lo habrán decidido por las presiones recibidas de grupos de izquierda y derechos humanos o porque su idea del pluralismo no alcanza para tolerar a alguien que, a veces, habla sin pensar o sin saber (Casero se disculpó de esa frase; tal vez lo que no gustó fue que no se arrepintiera de todo lo demás que suele decir). Ahora el periodismo militante salta de alegría cada vez que se cae una de sus funciones: ¡Gooooooollll de los derechos contra el fascismo!

El anteúltimo episodio de la saga (el último fue el de la película Soledad) involucró a una ONG, “Ciudadanos Libres por la Calidad Institucional”, que convocó a un debate en la Legislatura porteña, justamente sobre los excesos militantes en la educación pública, las frecuentes situaciones en que los docentes de primaria o secundaria abusan de su poder en las aulas y “bajan línea”, adoctrinan a sus alumnos.

¡Vade retro, Satanás! Afortunadamente, gente de buen corazón no se las dejó pasar: legisladores kirchneristas y de izquierda reclamaron que la actividad se prohibiera, porque “no estamos ante un debate de ideas, sino frente a discursos que fomentan la violencia, promueven el negacionismo y amenazan la libertad de cátedra y la seguridad física de las y los docentes de esta Ciudad”. El viejo truco de exagerar al mango el daño que supuestamente producen las opiniones ajenas para justificar la intolerancia, para que “hablar” se vuelva más objetable que “no dejar hablar”. ¡Pero con qué maestría lo argumentaron, igual que en el caso de Casero, en nombre de los derechos humanos! Los integristas religiosos alrededor del mundo tienen mucho para aprender de nuestros “progres”.

Como se ve, no es algo nuevo. Aunque que siga sucediendo es un poco sorprendente (y para sus promotores, esperanzador): ¿por qué lo siguen logrando, cuando ya el kirchnerismo no está para promoverlo desde el poder? Se pensó que esos grupos se salían con la suya porque tenían al Estado detrás y amedrentaban a los que quisieran oponérseles. Cuando en verdad, lo decisivo nunca fue eso, sino que nadie o muy pocos estuvieran dispuestos a desafiarlos: lo realmente preocupante es que las autoridades de la Legislatura aceptaran dejar la reunión de Ciudadanos Libres sin efecto, más o menos lo que hicieron en universidades del interior con Casero. Es como si nos dijeran: ¿para qué meterse en líos?, ¿para defender la libertad de expresión?, no vale la pena.

Es más: pareciera hasta que en ese costado de nuestro espacio político y cultural había más disensos al respecto durante los gobiernos K que ahora: entonces sí, gente como Margarita Stolbizer, Beatriz Sarlo o hasta Victoria Donda se hacía escuchar frente a episodios de este tipo, hoy en cambio están dedicadas a otros menesteres o han perdido llegada al público o, simplemente, pasan desapercibidas frente a la masividad del reclamo para sacar de la cancha a quienes ofenden a nuestro Mahoma.

¿Por qué esto es así? En parte, porque es más extendido de lo que parecía el desprecio hacía el liberalismo político y los derechos individuales, sobre todo desde que se arropa en el lenguaje de los derechos humanos, presentado como si fuera una alternativa superadora de esas concepciones “decimonónicas” y “restringidas” de las libertades, cuando en verdad es una forma de degradar la misma noción de derechos.

También porque, en el ínterin, lo que ha perdido crédito, al menos en el corto plazo, es que sea posible habilitar una vía reformista de izquierda para sacar el país adelante. Así que mucha gente de esa orientación se ve confrontada a una alternativa desagradable, olvidar de momento sus preferencias ideológicas o sacrificar su reformismo y convertirse en tardíos compañeros de ruta de los antiliberales y estalinistas que hasta hace un par de años tanto les resultaban insoportables. Por donde se la mire, una alternativa desgraciada.

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)