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14.11.18

Expertos bajo sospecha

(El Observador) Cuando creen que lo que decimos los favorece, festejan. Cuando temen que lo dicho los perjudique nos desacreditan. Ni la información ni el análisis valen por sí mismos. Valen sí y solamente sí son funcionales a la lucha por la supervivencia política. Este es el enfoque del vínculo entre expertos y política que, más allá de banderas políticas, en pleno siglo XXI, sigue predominando en Uruguay.
Por Adolfo Garcé

(El Observador) Dos episodios recientes me obligan a escribir nuevamente sobre el vínculo entre expertos y política en Uruguay. El primero es la renuncia de Mariano Palamidessi, director ejecutivo del Ineed. El segundo es mi discusión con el senador Jorge Larrañaga en el programa En la mira, hace una semana. El primero es un episodio grave para el país. El segundo, obviamente, no lo es. La renuncia de Palamidessi lastima la imagen de una institución llamada a jugar un papel fundamental. La discusión con Larrañaga, en cambio, solamente afectó mi inclinación a la serenidad. Pese a sus diferencias, como veremos, ambos episodios ayudan a ilustrar un rasgo negativo, recurrente y atávico del sistema político uruguayo. Lo mejor de la ley de educación sancionada durante el primer gobierno del Frente Amplio fue la creación del Instituto Nacional de Evaluación Educativa (Ineed). Este organismo tiene un cometido crucial: “evaluar la calidad de la educación nacional a través de estudios específicos” (artículo 115). Tuvo, desde su instalación, dos directores ejecutivos de alto nivel técnico seleccionados con criterio meritocrático: Pedro Ravela, primero, y Mariano Palamidessi, después. Ambos renunciaron. Ravela, dijo, en su momento, que lo hizo “por diferencias con la gestión”. Palamidessi acaba de irse por “interferencias políticas”. Cabe agregar que, junto a este jerarca, dio un paso al costado el director de la Unidad de Evaluación de Aprendizajes y Programas, Juan Soca.

Las autoridades de la educación le quitaron importancia a las renuncias recientes. Palamidessi, sostienen, se alejó por “razones personales”: es argentino y debía volver a este país. El renunciante, por su parte, no niega que hayan pesado motivos familiares. Pero dejó entender claramente que ha padecido, a lo largo de estos tres años en el cargo, presiones políticas que lo fueron desgastando. No es muy difícil entender por qué. La información que genera el Ineed deja a la vista algunos avances, pero también los graves problemas de cobertura, calidad y equidad que padece Uruguay especialmente a nivel de enseñanza media. Como es bien sabido, culminan el bachillerato apenas el 40% de los que ingresan. Según declaró Gustavo de Armas, experto de Unicef, a Búsqueda (25 de octubre de 2018), este magro resultado es consecuencia del propio sistema educativo: “La mitad de quienes han abandonado educación media aluden a motivos educativos como causa de su desafiliación: ‘no me interesaba lo que estaba estudiando’, ‘quería aprender otras cosas’, ‘pensé que no me iba a servir’. La señal es evidente. Esto no se explica por pobreza o por la sociedad, sino por razones endógenas a un sistema educativo que no fue concebido para que todos estuvieran dentro”. 

Palamidessi no hacía más que cumplir con su trabajo. Fiel a su vocación y su compromiso ético construía información que dejaba en evidencia los problemas existentes. No lo movía el cálculo político sino la pasión por servir. Pero decir la verdad, mostrar el fracaso del sistema educativo, señalar que los más dañados son los más pobres desde un organismo técnico público, en un contexto de competencia política aguda como el uruguayo, no podía sino generar irritación entre las autoridades de la educación.

Por eso, según Pablo Cayota, representante de la educación privada en la Comisión Directiva del Ineed, Palamidessi fue sometido a un “operativo mordaza” por parte de la mayoría de esa comisión.  En especial, molestó mucho a las autoridades que, hace un par de años, al presentar un informe técnico, el ahora renunciante dijera que se estaban creando “dos razas” en Uruguay: la de quienes lograban culminar secundaria, y la de quienes no lo hacían. En su momento, lo felicité a Mariano por su valentía. Ahora, soy de los que lamenta su alejamiento. Mi choque con el senador Jorge Larrañaga es, comparado con este episodio, absolutamente irrelevante. Sin embargo, ayuda a poner de manifiesto el mismo problema de fondo. Cuando los expertos incomodan hay que hacerlos callar.

Cuando tocan intereses electorales hay que hacerles sentir el rigor. Al senador Larrañaga le molestó que yo analizara, en este mismo espacio, los desafíos que deberá enfrentar Luis Lacalle Pou en caso de ganar la primaria blanca. No “cerré la interna blanca” como afirmó erróneamente. Para comprobarlo basta repasar lo escrito. Dos veces, al principio y al final del análisis, usé el condicional (“si es electo candidato a la presidencia”). Desde luego, hace tiempo que considero, en el acierto o en el error pero sobre la base de la información disponible, que Luis Lacalle Pou corre con mucha ventaja la carrera hacia la nominación presidencial por el PN. 

Durante el ciclo electoral anterior, escribí una y otra vez que él era el favorito para ganar la primaria nacionalista. Es obvio que me equivoqué. Pese a su experiencia y a su trayectoria, fue derrotado contra todo pronóstico por un joven diputado de ilustre linaje que logró un ascenso meteórico. En ningún momento el senador Larrañaga consideró, entre 2012 y mediados de 2014, que yo no era “objetivo”, que era un “politólogo flechado”, o algo similar. La conclusión es simple, y se conecta con el episodio del Ineed. Cuando creen que lo que decimos los favorece, festejan. Cuando temen que lo dicho los perjudique nos desacreditan. Ni la información ni el análisis valen por sí mismos. Valen sí y solamente sí son funcionales a la lucha por la supervivencia política. Este es el enfoque del vínculo entre expertos y política que, más allá de banderas políticas, en pleno siglo XXI, sigue predominando en Uruguay. 

Fuente: El Observador (Montevideo, Uruguay)