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02.12.18

El G20 en la Argentina: «volver al mundo» le ganó por goleada al aislacionismo

(TN) Los resultados de la cumbre se tradujeron en un gran respaldo a quienes apoyan la integración. La estratégica "moderación" del kirchnerismo.
Por Marcos Novaro

(TN) Al menos desde 1983 venimos lidiando con un conflicto permanente entre dos posturas antitéticas sobre la estrategia que debemos seguir como país. La de quienes proponen integrarnos al mundo desarrollado para fortalecer tanto la democracia como la economía, porque los principales problemas que enfrentamos en ambos terrenos nacen de nuestras propias taras y nuestra tendencia a aislarnos, y la de los que sostienen lo contrario, creen que ese mundo es hostil tanto para nuestro crecimiento como para las formas de gobierno que nos convienen, y debemos aislarnos de él lo más posible, confiar solo en nuestras fuerzas y tradiciones y como mucho movernos por el barrio (América Latina) y en los márgenes del sistema internacional, para sacar provecho de ventajas ocasionales.

En este sentido los resultados del G20 han significado un fenomenal espaldarazo para la tesis "internacionalista" y un balde de agua fría para los que sostienen la tesis contraria. Y esto a pesar de que ese mundo al que hemos vuelto es bastante inhóspito, mucho más de lo que lo fue unos años atrás, cuando nos empecinábamos en ignorarlo.

Claro que ese cambio ha obligado a países como el nuestro a recalibrar sus políticas comerciales y sus alianzas. Pero nada de eso modificó lo esencial, que los sucesos de este último año pusieron, por si hacía falta, de nuevo a la luz: igual que sucedió en los años ochenta y de nuevo en los noventa, si nuestro país logra sobrellevar sus crisis es en gran medida por la ayuda externa, por la cooperación de democracias consolidadas con países que están democratizándose y de economías desarrolladas con las que están en vías de desarrollarse. Contra lo que sostienen los diagnósticos catastrofistas, cebándose en la frustrada expectativa de una "lluvia de inversiones", eso no ha cambiado y en eso Mauricio Macri no se equivocó.

La reunión del G20 en Buenos Aires no era solo ocasión, entonces, para hacer propaganda y diplomacia gestual, ensayando el músculo que más le gusta mostrar a un gobierno experto en realizar eventos glamorosos, si no una prueba decisiva en uno de los pocos terrenos en que la sociedad todavía valora los cambios que él ha traído, y del que está bien claro que depende y seguirá dependiendo por un buen tiempo para sobrevivir.

En este sentido, el triunfo de la apuesta de Macri, que supuso sin duda para él correr un alto riesgo, no es sólo económico y financiero, tiene no solo un costado geopolítico sino también uno cultural. Va a ser más difícil a partir de ahora impugnar sin más el acuerdo con el FMI. Se volverá más difícil minimizar las ventajas que se derivan de llevarnos lo mejor posible con todos los países. Y perderán sustento por tanto los argumentos que sostienen que, como hay tensiones comerciales entre las potencias, entonces es más necesario que nunca blindar nuestra producción de la competencia internacional y perseguir la fantasía de la autarquía económica.

En los tres terrenos en que la reunión del G20 puso al gobierno argentino ante duros exámenes, el control de la calle, la firma de acuerdos comerciales y financieros, y el consenso entre todos los países miembros sobre algunos objetivos comunes, el resultado fue más favorable de lo que hasta los más optimistas esperaban.

La protesta del viernes dio la imagen de un país mucho más civilizado de lo que es hoy París, y de lo que fue un año atrás Hamburgo. Todo puede cambiar de un momento a otro, así que no conviene dormirse en los laureles: así como la tranquilidad de la Bombonera en la primera ronda de la final de la Libertadores llevó al papelón del Monumental por un operativo de seguridad penoso y descoordinado, podría suceder que la tranquilidad de estas jornadas quede en el olvido con un diciembre de saqueos. Pero no hay que subestimar ni la eficaz gestión del Ministerio de Seguridad ni la tentación de la moderación que está ganando a los kirchneristas: si creen que tienen chances de ganar y de heredar un país menos aislado e impredecible para el resto del mundo es probable que de aquí en más bajen el tono a sus planteos antisistema.

Macri logró coordinar esfuerzos con otros jefes de estado moderados, principalmente Justin Trudeau de Canadá y Emmanuel Macron de Francia para sacar un documento de consenso. Y escapó a la trampa que le tendió Donald Trump para enfrentarlo a China, con lo que puede seguir ensayando el difícil equilibrio entre ambos que le permite extraer beneficios de las dos potencias, sin quedar atrapado por el fuego cruzado entre ellas. No es poco para un país que no tiene demasiados antecedentes de éxitos diplomáticos recientes, y que en muchos períodos pagó costos altísimos e innecesarios por despreciar ese oficio.

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)