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29.12.18

La región, frente a la amenaza del regreso del populismo

(La Nación) Así como 2018 fue aparentemente el retorno de la derecha latinoamericana, puede que 2019 sea el año de una reacción populista alimentada por la frustración y la rabia, con efectos inciertos y probablemente desestabilizadores. Mucho dependerá de cuánto los funcionarios públicos y la Justicia respondan a las demandas populares.
Por Christopher Sabatini

(La Nación) NUEVA YORK.- Elecciones en Colombia, México y Brasil; "comicios" y una crisis humanitaria en Venezuela, el segundo año de la administración del presidente norteamericano, Donald Trump, y la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) entre Canadá, México y Estados Unidos. Fue un año de movimientos y de potenciales cambios radicales en el hemisferio occidental.

Mientras algunos describieron los resultados electorales como una señal de que la "marea rosa" de fines de los 90 y principios de la década de 2000 desaparece lentamente, en realidad están ocurriendo cambios más profundos. Las elecciones en México y Brasil llevaron a la presidencia a candidatos que se presentaron ante el electorado como los outsider. A pesar de que llevan décadas en la política, Andrés Manuel López Obrador, en México, y Jair Bolsonaro, en Brasil, aprovecharon una ola de descontento popular ante la corrupción, prometiendo cambios abruptos para asegurar su victoria en las urnas.

Sus estilos personalistas, sin embargo, presagian una consolidación del poder bajo su autoridad, mientras que sus propuestas para abordar temas complejos, como la seguridad y la corrupción, son imprecisas y carecen de una hoja de ruta que indique cómo se van a enfrentar estas dificultades. Pero más problemática es la tendencia que ambos comparten de hablar sobre un cambio constitucional y su intolerancia ante las críticas y ante la oposición, la que presenciamos durante sus campañas y sus anteriores cargos públicos.

El factor más importante que determinará tanto el futuro de la política latinoamericana como las relaciones interamericanas, será el populismo que emergió en 2018 y que probablemente continuará el año próximo. A medida que se acerca una nueva ronda de elecciones en 2019, una reacción similar en aquellos países que comenzarán su proceso electoral es muy factible.

En El Salvador, el candidato outsider Nayib Bukele, quien repudia al sistema político (¿suena familiar?) es el favorito para las elecciones presidenciales de febrero. En la Argentina, Mauricio Macri enfrenta una batalla cuesta arriba por su reelección en octubre debido a la crisis económica, pero con una oposición complicada por un escándalo de corrupción que involucra a su principal líder, la exmandataria Cristina Kirchner.

Por otro lado, las elecciones en Uruguay, en donde el Frente Amplio ocupó el poder durante 15 años consecutivos, podrían llevar a una alternancia política tranquila. No es el caso de los comicios en Bolivia, que se realizarán el mismo mes y que representan un desafío distinto.

En ese país, Evo Morales se rehusó a aceptar los resultados de un referéndum popular que rechazó su propuesta de buscar un cuarto mandato consecutivo. El Tribunal Electoral -bajo presión del presidente- ignoró los resultados y el presidente competirá una vez más. Pero con la opinión pública en su contra, solamente a través de elecciones libres y justas, el mandatario y el país podrían encontrar una salida pacífica después de 13 años de gobierno de su Movimiento al Socialismo (MAS).

Así como 2018 fue aparentemente el retorno de la derecha latinoamericana, puede que 2019 sea el año de una reacción populista alimentada por la frustración y la rabia, con efectos inciertos y probablemente desestabilizadores. Mucho dependerá de cuánto los funcionarios públicos y la Justicia respondan a las demandas populares.

Afortunadamente, la región aún vive -a excepción de Cuba, Venezuela y Nicaragua- en democracia y, con todas sus fallas, eso es una buena noticia.

Al final, abordar los desafíos de la democracia solo puede lograrse a través de la alternancia pacífica, que a la vez garantiza la supervivencia de la propia democracia.

Además de los cambios electorales, sin duda el evento que marcó este año es el éxodo venezolano. Según Naciones Unidas, más de tres millones de personas huyeron del desastre humanitario del país causado por las fallidas políticas económicas de Nicolás Maduro.

Más de un millón de esos venezolanos se refugiaron en Colombia y cerca de medio millón en Perú. Brasil, Chile, la Argentina y Ecuador también recibieron a las víctimas del colapso y se espera que muchos más soliciten refugio en países vecinos, con cada vez menos probabilidades de retornar a Venezuela. Incluso con una salida pacífica del actual régimen, lo que plantea el enorme desafío de integrar a los refugiados venezolanos, al tiempo que se enfrenta la amenaza de una eventual reacción nacionalista en los países receptores.

El autor es profesor adjunto de la Universidad de Columbia y director ejecutivo de Global Americans

Fuente: La Nación (Buenos Aires, Argentina)