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02.08.19

Pepe Mujica: ayer «revolucionario» hoy «estúpido»

Luego de olfatear que iba a tener un costo por izquierda con su descalificación de Maduro, quiso relativizar su supuesta condena con el galimatías de que «a mí no me horroriza una dictadura». Sin embargo, en 1976 al gobierno venezolano de entonces sí le horrorizó la dictadura de los militares uruguayos, al punto de romper relaciones durante nueve años.
Por Hugo Machín Fajardo

La amoralidad, como la estupidez, no tiene límites en algunos dirigentes del partido de gobierno en Uruguay.

A veinte días del lapidario informe de la alta comisionada de la ONU para los derechos humanos, Michelle Bachelet, sobre la dictadura chavista de Venezuela, el inefable Pepe Mujica, quien hasta ayer era incondicional de Maduro - “como te digo una cosa te digo la otra”- se le cantó decir que en Venezuela hay una dictadura. Hasta entonces, la mayor crítica del mujiquismo a las permanentes violaciones a los DDHH en Venezuela fue decir que Maduro estaba “más loco que una cabra”. Y cuando un tanque de guerra le pasó por encima a un ciudadano que manifestaba en la vía pública, propinó su sapiente consejo: “no hay que ponerse delante de la tanqueta”. Lógico, su ex diputado y vecino Daniel Placeres, sospechoso de corrupción, hizo más de 85 viajes a Venezuela para traer miles de petrodólares con destino a sus emprendimientos comerciales.

Durante más de diez años las sistemáticas violaciones a la legalidad democrática disfrazadas con votaciones supuestamente legítimas, así como las denuncias de Amnistía Internacional, Human Rights Watch y ONGs venezolanas, fueron no solamente desoídas, sino atribuidas a “intereses del imperialismo” y así también envenenadas las mentes de miles de ciudadanos por los dirigentes frenteamplistas uruguayos.

Danilo Astori, ex candidato presidencial frenteamplista y actual ministro de Economía, decía desde hace algún tiempo, siempre en voz baja, que en Venezuela ciertamente había una dictadura pero que no podía decirlo públicamente porque afectaba la unidad de su partido. Ya alejado de toda chance electoral, fue el primero en dejar en off side a sus correligionarios al responder públicamente el último fin de semana de julio lo que es de toda evidencia para cualquier latinoamericano sin anteojeras ideológicas o demagógicas.

Entonces, Pepe Mujica cambió su discurso respecto a la dictadura venezolana mientras los representantes uruguayos del Frente Amplio en el Foro de San Pablo a esas mismas horas en Caracas aplaudían a Maduro. El candidato presidencial del FA para los comicios de octubre, el ex intendente montevideano Daniel Martínez, se apresuró a desdecirse de todo lo dicho sobre la dictadura hasta el presente para no quedar enganchado como el futbolista Cavani con la defensa peruana en la última Copa América.

La reacción de Maduro fue calificarlo a los tres de estúpidos provocando los aplausos de su auditorio de izquierda latinoamericana.

El principal caudillo comunista uruguayo, Óscar Andrade, intentó ganar votos cuestionando a las principales figuras frenteamplistas por no haber “discutido” el tema con la militancia. Argumento que no es de recibo, pues difícilmente en la historia de la izquierda uruguaya temas como estos han sido debatidos por las bases como para que sus dirigentes acataran. Esa falacia se vio ayudado por el silencio del presidente Tabaré Vázquez y del Ministerio de Relaciones Exteriores respecto al régimen de Miraflores.

Tal como es previsible en Mujica, luego de olfatear que iba a tener un costo por izquierda con su descalificación de Maduro, quiso relativizar su supuesta condena con el galimatías de que “a mí no me horroriza una dictadura”.

Sin embargo, en 1976 al gobierno venezolano de entonces sí le horrorizó la dictadura de los militares uruguayos, al punto de romper relaciones durante nueve años, algo que han olvidado los supuestos defensores de derechos humanos en Uruguay.

Lejos, todo muy lejos de estadistas como Líber Seregni (1916 – 2004) el principal dirigente de la izquierda uruguaya, quien a fines del Siglo XX tempranamente avizoró quien era Hugo Chávez, a quien nunca recibió por considerarlo un golpista.