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05.11.06

Lula reelecto: La ''bendición'' de la segunda ronda

Por Matías Franchini

Poco después de “fracasar” en su intento de ser reelecto el 1 de octubre, Lula incorporó a su discurso la idea de la segunda vuelta como “bendición” o regalo de dios. Según esta lógica, lejos de significar un “castigo”, la nueva ronda de campaña permitiría al “povo brasileiro” identificar claramente las diferencias entre los dos candidatos y contrastar perfectamente dos modelos contrapuestos de Brasil: el de Lula, el candidato del pueblo, y el de Alckmin, el candidato de la elite.

Ciertamente esto suena a exageración electoral, a una maniobra orientada a convertir un dato fatal de la realidad en una oportunidad -ambas parte del trabajo e idiosincrasia de Lula, por cierto-. Sin embargo, algo de cierto hay en esta afirmación si se lo observa desde un ángulo distinto al del candidato.

Porque entre el 1 y el 29 de octubre, Lula recuperó millones de votos y arrasó con un rival que parecía le planteaba una contienda pareja, subsanó errores de la primera campaña como el faltazo a los debates y logró esterilizar el discurso ético de su oponente alrededor de escándalo del “dossiergate”. En este sentido, el balotaje sí fue una bendición, pero para Lula, pues el tiempo dirá si lo es también para el pueblo brasileño, debido a que no han faltado análisis que especulan que a Lula lo mejor que le pudo pasar fue no ganar en primera ronda. Sin entrar a debatir esta ultima afirmación, parece interesante abordar el análisis de la segunda vuelta electoral en Brasil bajo esta idea de lo enormemente positivo (“bendición”) que ha sido para la continuidad de Lula y sus perspectivas de cara al periodo 2007/2010. Contrastándolo claro, con el no tan auspicioso resultado de la primera ronda (1).

El candidato más votado de la historia de Brasil

Tras la ronda del 1 de octubre, la situación de campaña del candidato Lula aparecía bastante complicada. En primer lugar, no había sido electo en primera ronda, tras más de seis meses de haber liderado con holgura las encuestas y de ser el favorito en la mayoría de los análisis. En segundo lugar, su principal adversario, Geraldo Alckmin, había tenido un crecimiento expresivo en el último tramo de campaña y terminó a escasos siete puntos, perforando la barrera de los 40 puntos, lo que le daba chances reales para la presidencia. Y finalmente, debía lidiar con las actuales y potenciales derivaciones de un episodio de corrupción conocido como “dossiergate” (que diezmaron su comando de campaña) y otros “errores” de campaña como las ausencias en los debates televisivos.

En los 29 días que separaron la primera de la segunda vuelta, Lula fue capaz de revertir la situación y reparar todas las fallas que lo habían llevado al “fracaso” del 1 de octubre, para redondear una contundente victoria por más de 20 puntos. Ya sobre el límite de la segunda semana de la campaña con mira al balotaje, el candidato del PT había consolidado una tendencia de crecimiento en las encuestas que se mantendría hasta la votación final. Cerró en esta instancia con un 60.83% de los votos validos (11,6 millones mas que el 1 de octubre), mientras su adversario perdió casi 2.5 millones de electores entre una y otra votación, llevándose el 39,7% de los votos válidos. A su vez, ratificó un avance expresivo en todas las regiones, incluso en las que había sido mas castigado en primera ronda, como el Sur, Sudeste y el Centro-Oeste mientras que en el Norte y Nordeste su desempeño volvió a ser realmente notorio (Ver tablas 1 y 2). Al final, el porcentaje de votos obtenido por el presidente reelecto casi lo equipara con la elección de 2002 y en términos absolutos Lula se convirtió en el candidato más votado de la historia de Brasil ( 58.295.042 votos ).

Tabla 1. Voto a Presidente nivel nacional. Comparación primera y segunda ronda. Según Porcentajes.

 

Votos validos (%)

Candidato

1º Ronda (1/10/06)

2º Ronda (29/10/06)

Lula

48.61

60.83

Alckmin

41.64

39,7

Fuente: Tribunal Supremo Electoral. (www.justicaeleitoral.gov.br).

Tabla 2. Voto a Presidente por región. Comparación primera y segunda ronda. Según Porcentajes.

 

Región (% de votos)

 

Norte

Nordeste

Centro-Oeste

Candidato

Lula

56.06

65.59

66.78

77.13

38.49

52.38

Alckmin

36.38

34.41

26.15

22.87

51.59

47.62

(Continúa en la siguiente tabla)

 

Región (% de votos)

 

Sur

Sudeste

Candidato

Lula

34.88

46.49

43.28

56.87

Alckmin

54.93

53.51

45.22

43.13


Fuente: Tribunal Supremo Electoral. (www.justicaeleitoral.gov.br).

Viendo estos resultados cabe preguntarse: ¿Qué hizo Lula para que una segunda ronda que aparecía como derrota se convirtiera en una “bendición”?

En primer lugar, el presidente y sus asesores fueron muy efectivos a la hora de resaltar los logros de su primera gestión. El mensaje de que con Lula se vive mejor caló hondo en el electorado, especialmente en las fajas de menor renta y educación. En este sentido, las principales encuestas mostraron una evolución positiva paralela entre la intención de voto al presidente y la opinión sobre su gobierno. Es decir, mejoraba la imagen del gobierno, crecían los votos de Lula. El propio mandatario ya reelecto hizo un preciso resumen de la cuestión: “El pueblo sintió que había mejorado, y contra eso no hay adversario” (2).

Segundo, a medida que enfatizaba sus logros en materia económica y social, Lula sembraba dudas sobre la capacidad de su adversario para siquiera mantenerlos. Acusó a Alckmin de querer privatizar algunas empresas estatales importantes como Petrobras y la Caixa Economica Federal y sostuvo que con el candidato de PSDB, el principal programa de asistencia social, Bolsa Familia (que alcanza a 11 millones de familias aproximadamente), corría riesgo de desaparición. La oposición acusó a Lula de “terrorismo electoral” pero quedó a la defensiva en esta materia, teniendo que ocupar buena parte del valioso tiempo electoral en contestar las acusaciones del presidente. Lo cierto es que tampoco Alckmin pudo en ningún momento articular un discurso de campaña que trascendiera la cuestión ética y que pudiera mostrar a la mayoría de los brasileños que podía hacer las cosas mejor que Lula.

En tercer lugar, Lula pudo manejar positivamente un tema potencialmente muy complicado y en el que su adversario tenía claramente la iniciativa: el tema ético. El estallido del “dossiergate (3)” sobre mediados de septiembre había sensibilizado nuevamente a parte de la opinión pública con respecto a los episodios de corrupción nacidos en el partido de gobierno. Lula reaccionó rápido para evitar que dicha sensibilización se tradujera en pérdida de votos: condenó enfáticamente el hecho, presionó para la expulsión del PT de todos los involucrados (incluso Ricardo Berzoini, el Presidente del PT y jefe de comando de campaña de presidencial, fue apartado de sus cargos por iniciativa de Lula) y en el ámbito de la campaña desempolvó en parte el viejo discurso ético del Partido de los Trabajadores. Incluso acusó a su adversario de ser un candidato “de una nota sola”, en irónica referencia a su énfasis en exigir explicaciones por los escándalos de corrupción. Con todo esto, Lula evitó verse ligado directamente a los más oscuros movimientos de su partido en los últimos tiempos.

Finalmente, la segunda vuelta le permitió al presidente enmendar el error, por él mismo reconocido, de no haber participado de los debates en el primer tramo de campaña. En tres ocasiones, Lula se enfrentó cara a cara con su rival socialdemócrata, despejando las dudas sobre su eventual comportamiento en este tipo de discusión política. Y si bien no se puede decir que haya habido un claro ganador en cada uno de ellos, las esperanzas de la oposición de hacer una diferencia sensible en el “cabeza a cabeza” no se vieron concretadas.

Por todo lo anterior, el reelecto presidente Lula ha salido de la segunda ronda en mejores condiciones que las que tenía el 1 de octubre. Ha logrado una votación histórica, ganando mas de 11 millones de votos en 29 días, ha derrotado a su adversario por un amplio margen (20 puntos porcentuales y poco mas de 20 millones de votos), ha crecido su electorado en todas las regiones y ha visto los índices de popularidad propios y de opinión sobre su gobierno crecer en estas ultimas semanas.

¿Gobernabilidad asegurada?

Sin embargo, sería un error suponer que una victoria de estas características y el escenario político que ella plantea pueden garantizarle al presidente Lula un trámite tranquilo por su segundo mandato. La mayoría de los analistas y actores de la política brasileña pronostican un panorama bastante complejo, en el que Lula y su gente deberán hacer grandes esfuerzos para movilizar apoyos en torno a su agenda.

Como se sabe, la propia dinámica institucional brasileña obliga al Poder Ejecutivo a forjar alianzas en el Congreso bicameral para asegurarse apoyo a la hora de motorizar su plan de acción. En este sentido, es un requisito básico de la gobernabilidad del Brasil democrático. En sus primeros cuatro años de gobierno, Lula y el PT fallaron a la hora de consolidar una coalición de gobierno efectiva, teniendo como resultado una seguidilla de episodios de corrupción que acapararon la agenda pública por muchos meses y paralizaron en buena medida la actividad legislativa. Esta “herencia” de la gestión anterior hace más compleja aún la de por sí difícil construcción de alianzas sólidas.

Lula se mostrado conciente de esta necesidad en sus primeras declaraciones públicas como presidente reelecto, marcadas por una línea conciliatoria. Llamó al diálogo con todas las fuerzas políticas en el Congreso y todos los segmentos de la sociedad organizada. Dijo que, aprendiendo de lo que pasó entre 2003 y 2006, él mismo interferiría de forma más directa en las negociaciones con el Poder Legislativo. Habló también de construir lazos sólidos con los gobernadores y, finalmente, tras afirmar que con la elección acababan los adversarios, dijo que espera contar con la comprensión de la oposición y que quería conversar con ellos. Sólo el tiempo dirá si Lula y sus operadores políticos son capaces de promover el dialogo y consolidar acuerdos.

De todos modos Lula tiene una serie de puntos a favor sobre los cuales trabajar. Primero, su enorme caudal electoral y popularidad son un activo fundamental de cara a la construcción de alianzas y suelen ser un imán para dirigentes políticos en busca del calor del poder. Segundo, la mayor parte de los gobernadores salidos de esta elección son aliados o por los menos cercanos al Presidente, lo que puede ayudar en las relaciones con el Congreso, dada la influencia que los primeros suelen tener sobre los legisladores de sus estados. En tercer lugar, y pese a que ha habido una pequeña reducción, la base legislativa de Lula no ha sufrido cambios drásticos y es recuperable, sobre todo si se puede incorporar buena parte del dividido PMDB (4) al proyecto de gobierno. Finalmente, la actualidad y perspectivas de la economía también ayudan, sobre todo si se las contrasta con la difícil coyuntura de fines de 2002 y principios de 2003. Es cierto que desde diversos sectores se están pidiendo cambios en el rumbo económico, especialmente en lo referido a las tasas de interés, el desempeño fiscal y la política cambiaria, para generar mayores niveles de crecimiento. Sin duda este debate deberá entrar en las pauta de negociación del gobierno con las distintas fuerzas, así como otros referidos al funcionamiento de la democracia brasileña, como la reforma política. La discusión de estos temas, y su convergencia en un proyecto de reformas compartido por buena parte de la dirigencia política del país, en el caso de concretarse, seguramente ayudará a consolidar una eventual y necesaria alianza de gobierno.

Lula dice que ha aprendido mucho en sus primeros cuatro años y que ha acumulado experiencia. Quizás le sea útil a la hora de enfrentar su principal desafío, el de forjar y sostener una alianza de gobierno, en el marco de un sistema político caracterizado por una complejísima estructura de poder y un sistema de partidos altamente fragmentado.

Notas al pie:

1.- Si se observan las encuestas, la elección del 1 de octubre se produjo en el peor momento de la trayectoria de intención de voto de Lula: quince días antes, y quince días después de esa fecha, Lula ganaba con holgura.

2.- Diario O Estado de Sao Paulo, 30 de octubre de 2006.

3.- Episodio surgido a 15 días de la primera ronda, involucró a una serie de militantes del PT (algunos vinculados al comando de campaña de Lula) en una intrincada tentativa de compra de un informe (dossier) que aparentemente incriminaba a candidatos opositores con un esquema de sobrefacturación en la compra de ambulancias (conocido como “chupasangres”).

4.- El PMDB es uno de los mayores partidos de Brasil y será, cuando asuman las nuevas autoridades, la fuerza política con mayor cantidad de gobernadores y primera bancada en ambas cámaras de Congreso. De esta forma, se convierte en pieza clave para cualquier intento de coalición. El problema es que, al ser mas una federación de lideres regionales que un partido político, raramente camina unificado.

Matías Franchini es Investigador Asociado del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina www.cadal.org