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10.03.08

Dinastías del proletariado

Tras un período relativamente breve en el que Raúl Castro actuó como Regente, finalmente se hizo cargo del poder por el voto unánime de un parlamento que no delibera y que actúa bajo el mandato férreo del Partido Comunista. El régimen del socialismo hereditario, sin embargo, no está dentro de los cánones del marxismo ortodoxo, una categoría impensada para Karl Marx y Friedrich Engels, aun cuando hubo otros ejemplos exitosos y fallidos de “dinastías del proletariado”.
Por Ricardo López Göttig

La transmisión formal de la presidencia en Cuba, de un Castro a otro, se consumó el domingo 24 de febrero del 2008. Tras un período relativamente breve en el que Raúl Castro actuó como Regente, finalmente se hizo cargo del poder por el voto unánime de un parlamento que no delibera y que actúa bajo el mandato férreo del Partido Comunista. El régimen del socialismo hereditario, sin embargo, no está dentro de los cánones del marxismo ortodoxo, una categoría impensada para Karl Marx y Friedrich Engels, aun cuando hubo otros ejemplos exitosos y fallidos de “dinastías del proletariado”.

Una dinastía fallida fue la que encabezó Nicolae Ceausescu en Rumania, el enfant terrible del campo socialista soviético que, con sus extravagancias y devaneos de autonomía dentro del Pacto de Varsovia, mantuvo con puño de hierro su dictadura hasta diciembre de 1989, cuando él y los miembros de su familia fueron fusilados tras un juicio sumario. Durante sus largos años en el poder, la propaganda oficial lo ensalzó como “el genio de los Cárpatos” y como “líder sabio y visionario”, la “conciencia del mundo” y “pastor y salvador de la nación”. Los resultados distaron de ser tan elocuentes: una Rumania arruinada por la destrucción de los recursos, la malnutrición, la violencia de la Securitate –policía secreta- y el atraso económico.

La dinastía exitosa del socialismo real es la de Corea del Norte, fiel al stalinismo y a una doctrina de aislamiento internacional, pomposamente denominada Juche que proclama la confianza en sí misma de la Corea comunista. El régimen totalitario de Corea del Norte fue establecido por Kim Il Sung tras la liberación de las tropas japonesas hacia fines de la segunda guerra mundial con el apoyo soviético y cambió de amo en 1994, cuando el “Gran Líder” falleció y fue sucedido por su hijo Kim Jong il, el “Amado Líder”. Poco es lo que se conoce de cuanto ocurre en el interior del país, más allá de las paradas militares que recuerdan la tenebrosa escenografía nacionalsocialista, las amenazas de desarrollo de misiles y armamento atómico para obtener alimentos del mundo democrático, y del culto obsecuente a la personalidad de los Kim, traspasando los límites del ridículo.

Tanto Cuba como Corea del Norte mantienen vigente el sistema de partido-Estado, siguiendo el modelo “constitucional” soviético, que proclama al Partido Comunista como “vanguardia del proletariado” y protector indiscutible de la dictadura del proletariado y el socialismo. Así, por ejemplo, puede leerse en el artículo V de la Constitución de Cuba, impidiendo el pluralismo y la libre discusión. Es el Partido el que gobierna y el que da mandatos al parlamento y a los ministerios, que se limitan a aprobar y ejecutar las directivas de los comités centrales. Las elecciones, en las que sólo pueden participar los candidatos designados por el PC, no son una competencia en la que se debaten propuestas y visiones alternativas, sino un acto de demostración de la unidad, la fuerza y la adhesión hacia los postulados del socialismo real. Como sostenía Václav Havel en su célebre ensayo “El poder de los sin poder”: eventos como las elecciones, las manifestaciones masivas y la denuncia a “saboteadores” y “conspiradores”, son señales que se emiten hacia arriba, para demostrar que se acata la orden.

Pero, ¿qué señal emiten hacia el resto del mundo, que observa con preocupación cuanto ocurre en Cuba? Si hay una transición, esta es de hierro y no de terciopelo; si hay cambios, serán extremadamente lentos y conducidos con dureza por el partido y las fuerzas armadas. Lejos, pues, de las exitosas transiciones pacíficas a la democracia liberal que en 1989 se iniciaron en Polonia, Hungría y la ex Checoslovaquia.

El autor es Director de la Licenciatura en Ciencia Política de la Universidad de Belgrano e Investigador Asociado de CADAL.