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17.04.08

Elecciones en Paraguay: Posibilidad de cambio en medio de un clima tenso

El actual proceso electoral puede desembocar en un cambio significativo para la dinámica del sistema político del Paraguay, esto es, en la salida del partido colorado de la presidencia por primera vez desde 1947. La oposición ha logrado construir una candidatura competitiva que ha liderado la mayoría de las encuestas hasta el presente mientras que el partido colorado ha sufrido en la campaña sus no poco frecuentes divisiones internas. De todos modos el resultado mucho dista de estar asegurado.
Por Matías Franchini

A casi 20 años del inicio de la transición democrática, que dejó tras de sí una larga tradición de regimenes autoritarios, Paraguay se prepara para su quinto proceso de elecciones generales. En esta oportunidad, casi 3 millones de paraguayos estarán habilitados para elegir a través del voto a las máximas autoridades del país: Presidente y Vicepresidente, 45 senadores, 80 diputados, 18 parlamentares del Mercosur, 17 gobernadores y 17 Juntas Departamentales. Pautadas para el 20 de abril, el panorama de la elección se muestra cerrado, aunque con alguna ventaja para la oposición, y enmarcada en un fuerte clima de “campaña sucia”.

Como se sabe, la transición democrática le ha pertenecido al partido colorado (ANR: Asociación Nacional Republicana), en el sentido que los procesos electorales (y políticos) de la apertura no han podido quebrar la hegemonía de la tradicional agrupación al frente del poder ejecutivo: Andrés Rodríguez (1989-1993) Juan Carlos Wasmosy (1993-1998), Raúl Cubas Grau (1998-1999), Luis Gonzalez Macchi [1] (1999-2003) y Nicanor Duarte Frutos (2003-2008) han sido todos representantes colorados.

En este lugar se inserta entonces la referencia a la principal (o por lo menos más novedosa) característica del proceso actual y que es la alta probabilidad de que, en más de 60 años, no sea un referente del coloradismo quien termine ocupando el cargo de Presidente de la República. Y es que desde el comienzo de la campaña, quien ha liderado las preferencias electorales ha sido el candidato de la opositora Alianza Patriótica para el Cambio (APC), el ex obispo católico Fernando Lugo, que con un discurso de tintes nacionalistas y orientado básicamente a posicionarse como representante del “cambio” ha logrado aglutinar a diversos sectores de la oposición, entre ellos el también histórico PLRA (Partido Liberal Radical Autentico), principal sostén de la coalición. Como pocas veces antes, la oposición entonces ha encontrado en Lugo un líder popular y carismático con un alto poder de convocatoria, capaz aparentemente de pelear los votos del partido colorado.

Como contraparte, el partido oficialista ha tenido dificultades serias a la hora de organizar su campaña, en primer lugar, su candidata Blanca Ovelar (la primera mujer en llegar a ser candidata a presidente y favorita del Presidente Nicanor Duarte Frutos) fue elegida en unas cerradas y polémicas primarias que su principal contrincante (y ex vicepresidente Luis Castiglioni) terminó rechazando por fraudulentas. En segundo lugar, este proceso profundizó las ya históricas divisiones del partido y echó por tierra la posibilidad de anteponer un frente único a la competitiva candidatura de Lugo. La situación del partido colorado ha llevado al Presidente Duarte a reforzar en las últimas semanas la campaña a favor de su candidata y a ampliar su exposición frente al electorado (al margen de las exigencias de su propia y polémica postulación como candidato a senador). Con un discurso que apela a sentimiento colorado y sus componentes populares, Blanca ocupa el segundo lugar en la mayoría de las encuestas.

El tercero en discordia en la corrida presidencial (y en intención de voto según las últimas encuestas) es el general retirado Lino Oviedo, candidato por UNACE (Unión Nacional de Ciudadanos Éticos). De extracción colorada, Oviedo es un viejo conocido de la política paraguaya, participe del derrocamiento de Stroessner, protagonista del coloradismo en los 90, conoció la cárcel por un intento de golpe contra Wasmosy y el exilio tras los acontecimientos del “marzo paraguayo”. Liberado de la prisión y habilitado por la justicia para competir en las elecciones el año pasado, en su discurso intenta mostrarse como un líder popular y carismático con buenas dotes de administrador, haciendo promesas de trabajo y seguridad.

La segunda característica que llama la atención de este proceso tiene que ver con lo dura (o sucia) que ha sido la campaña, bastante por encima de lo que podría considerarse normal en una democracia. Los principales candidatos y partidos no han ahorrado en ataques personales y descalificaciones, al punto que la misión de la OEA hizo en los últimos días un llamado a la moderación que poco ha repercutido en el comportamiento de los favoritos. En la campaña colorada abundan las alusiones al caos general que se produciría de cristalizarse la derrota del partido, y, haciendo especial blanco en Lugo, se le ha calificado desde incapaz hasta protector de secuestradores y asesinos, por su alegada vinculación con los responsables de la muerte de Cecilia Cubas en 2005. Del lado de la campaña de APC los ataques han ido principalmente a la candidatura colorada, por el lado de la corrupción, la obscena utilización de los recursos públicos para la campaña, la entrega de Itaipú [2], además de sistemáticas alegaciones en las últimas semanas sobre el fraude que estaría preparando el partido de gobierno para evitar la derrota. El candidato de UNACE también ha hecho un ataque consistente a la candidatura del ex obispo, en la medida en que ha intentado mostrarlo, entre otras cosas, como parte de un eje de izquierda que incluiría a Hugo Chávez y Evo Morales. Finalmente, entre Oviedo y el partido colorado el cruce de denuncias y acusaciones ha sido menos intenso, lo que para la campaña del APC es una muestra más del acuerdo que ambas partes sellaron para evitar la victoria de su candidato, otra de las denuncias más frecuentes.

En esta agresiva campaña no solo han tomado parte los candidatos y sus comandos, sino también dos actores que si bien suelen tener papel en los procesos electorales, su participación ha excedido los límites de la normalidad: el presidente Nicanor Duarte y la prensa. Por el lado del Presidente, este se ha lanzado, sobre todo en las últimas semanas, a una intensa actividad proselitista que lo ha llevado a encuentros políticos y declaraciones públicas casi todos los días. En sus intervenciones resaltan fuertes ataques personales a Fernando Lugo, la agitación del fantasma del caos ante la eventual ausencia del partido colorado en el poder y un apelo a la tradición la centenaria agrupación. También ha dirigido durísimos ataques a la prensa, la cual considera en su mayor parte como posicionada en contra de la continuidad de la ANR. Y en cierto sentido esto no deja de ser verdad, dado que publicaciones como el diario ABC color, han desplegado una clara vocación opositora, tanto en la retórica como en la selección de las noticias. Denuncias de fraude, de malversación de recursos públicos y de presión a funcionarios públicos por parte de las autoridades coloradas aparecen hasta el cansancio en estos medios. También en este punto la misión de la OEA ha pedido “mesura” a la prensa en el manejo de los resultados.

Para concluir se puede decir que el actual proceso electoral puede desembocar en un cambio significativo para la dinámica del sistema político del Paraguay, esto es, en la salida del partido colorado de la presidencia por primera vez desde 1947. Como vimos, la oposición ha logrado construir una candidatura competitiva que ha liderado la mayoría de las encuestas hasta el presente mientras que el partido colorado ha sufrido en la campaña sus no poco frecuentes divisiones internas. De todos modos el resultado mucho dista de estar asegurado, el partido oficial no en vano lleva 6 décadas en el poder, ha logrado construir una maquina electoral importante (cuya sorprendente cantidad de afiliados corresponde a mas de la mitad del padrón electoral), tiene una gran capacidad de movilización en el interior, y cuenta además con la activa participación del Presidente en ejercicio que con pocos prejuicios se ha lanzado de lleno a la campaña. El clima de la contienda, como vimos, ha sido particularmente tenso, agravado en estas ultimas semanas por fuertes denuncias por parte de la oposición de que se prepara un fraude de grandes dimensiones. Lo que sin dudas no deja de ser negativo para la evolución de una democracia nueva con el gran desafío de la consolidación por delante.

Matías Franchini es Investigador Asociado del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL).

[1] Gonzalez Macchi asume la presidencia por su condición de titular de la Cámara de Senadores tras la renuncia de Cubas Grau en marzo de 1999, mas tarde es ratificado en el cargo por la Corte Suprema de Justicia y habilitado para concluir el mandato de su antecesor.

[2] A instancias de Lugo la cuestión de las hidroeléctricas de Yaciretá e Itaipú se han convertido en un eje clave de la campaña. El ex obispo ha criticado fuertemente los acuerdos que, en su perspectiva, son lesivos a los intereses del país y un obstáculo para su desarrollo. Prometiendo, y hasta amenazando con la posibilidad de rever los tratados con Brasil y Argentina, ha obligado a los otros candidatos a asumir una postura al respecto.