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21.10.08

Joe el plomero trucho puso el dedo en la llaga fiscal de Obama

La falacia del recorte fiscal en un país con alto déficit y una consecuente deuda pública acumulada y en crecimiento, no puede sostenerse por mucho tiempo. La receta keynesiana de gastar más es difícil de aplicar cuando se viene gastando más desde hace años. Por esas paradojas que tiene la vida, el gobierno argentino padece una situación bastante parecida.
Por Pablo Díaz de Brito

Barack Obama ganará con seguridad el 4 de noviembre. Pero es indudable que con el episodio de Joe el plomero, pese a que resultó bastante trucho el hombre, le entró una bala. El punto es que Joe, pese a no tener matrícula, metió el dedo en la llaga fiscal: Obama puso el listón fiscal en los 250 mil dólares; de ahí para arriba, meterá más impuestos, aún a pequeñas firmas como la que quiere adquirir el plomero no matriculado de Ohio. Obama le respondió a Joe que su cifra de corte deja eximidas al 95% de las familias americanas y al 98% de las pymes. Puede ser, pero la empresa que quiere comprar Joe está por encima de ese límite, en el 2% restante, y no parece que se trate de una gran pyme, al contrario.

El episodio evidenció el carácter depresor que puede tener el activismo fiscal, cuando en general es visto como lo contrario. Porque meterle Ganancias del 39%, como propone Obama, a una pyme que factura 251 mil dólares, realmente parece demasiado (todo este argumento vale si tengo claro el esquema fiscal americano y no es, el de 250 mil dólares, un techo sólo aplicable a los salarios).

En segundo lugar, el programa fiscal de Obama, igual que el de McCain, promete recortes que agudizarán el ya enorme déficit fiscal americano. El independiente Tax Policy Center señala que el demócrata propone un recorte de 2,9 billones de dólares en el período 2009-18. McCain no se queda atrás: 4,2 billones. Nadie cree seriamente que estos recortes fiscales puedan sostenerse sin aumentar el déficit y la deuda pública. "El plan de Obama tiene muchas virtudes, pero sus propuestas de ahorrar son una quimera... no estamos hablando de un déficit del 5% del PBI, sino de uno muchísimo más grande", señaló en el New York Times David Brooks, en uno de los tantos artículos que reproduce La Nación en estos días de crisis.

Claro que tal vez Estados Unidos aún pueda darse estos lujos: en plena crisis de Wall Street, con la Fed prestando a bancos en alto riesgo, los inversionistas de todo el mundo compran a manos llenas bonos del Tesoro americano, además de dólares. Ningún otro país puede entrar en picada de esa forma y a la vez vender sus bonos y su moneda con tanto éxito. Esto le da a EEUU y a su gobierno un margen de maniobra que ninguna otra economía nacional posee.

Pero a mediano plazo la falacia del recorte fiscal en un país con alto déficit y una consecuente deuda pública acumulada y en crecimiento, no puede sostenerse por mucho tiempo. La receta keynesiana de gastar más es difícil de aplicar cuando se viene gastando más desde hace años. Bush recibió de Clinton, un demócrata moderado fiscalmente, un superávit de alrededor de 250 mil millones de dólares en enero de 2001. Ocho años después deja un déficit al menos tres veces mayor. Así, apretar el botón del gasto público no luce como la mejor de las recetas, salvo por la excepción recién apuntada.

Por esas paradojas que tiene la vida, el gobierno argentino padece una situación bastante parecida: aunque no tiene déficit, sobregastó locamente en los últimos años para mantener el crecimiento en el rango del 8% del PBI, pero así aceleró la inflación y esto deterioró el tipo de cambio. Ahora, cuando sí debería gastar más, no tiene fondos para hacerlo (nunca construyó un fondo contracíclico y de hecho está cortando el gasto en obra pública) y una devaluación importante devastaría al ya decaído salario real y dispararía la inflación. A propósito de falta de plata: el gobierno acaba de anunciar la eliminación de las AFJP.