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27.10.08

Afjp: de nuevo la psicología K del hecho consumado

Existe una psicología en el núcleo del poder que supera los instintos políticos más básicos, esos que hacen aprender de las derrotas. El poder K no se concibe ni se ejerce con la negociación, mucho menos con el diálogo a la luz del día.
Por Pablo Díaz de Brito

Durante septiembre, cuando estalló la crisis de Wall Street, la sociedad estadounidense y el mundo entero asistieron a un debate público, directo y transparente. Henry Paulson y Bush enviaron al Congreso su primer borrador de ley para enfrentar la emergencia. Que, pese a la debacle financiera en pleno auge y mientras caían bancos todos los días, la Cámara Baja rechazó. Siguió una semana de furia, con Paulson y Bernanke dando explicaciones a los congresistas bajo riguroso interrogatorio y cediendo en muchos puntos, mientras demócratas y republicanos hacían valer sus votos, mostrando al mundo cómo trabaja un Congreso independiente en serio, aún en una emergencia nacional. Finalmente llegó el esperado Sí. La crisis siguió, como todos sabemos. Pero EEUU hizo su parte a la luz pública y de manera plenamente republicana.

Pocas semanas después, en los jardines de Olivos, no más de cuatro personas decidían, asado mediante y en total secreto, el destino de millones de futuros jubilados. Estaban confiscando los ahorros previsionales privados de esos ciudadanos. Que se enteraron por los diarios amigos del gobierno del hecho consumado. Luego, con la pretensión de que sea un mero corolario formal, se envió al Congreso el proyecto, nuevamente como paquete cerrado, como ya se había hecho con la fatídica 125. Llave en mano, no negociable. Pese al negro resultado de la experiencia con el proyecto para subirle las retenciones al agro, el gobierno K repitió el procedimiento: todo se fraguó en secreto, no negociado ni negociable, a todo o nada.

Esta reincidencia de procedimiento indica claramente que existe una psicología en el núcleo del poder que supera los instintos políticos más básicos, esos que hacen aprender de las derrotas. El poder K no se concibe ni se ejerce con la negociación, mucho menos con el diálogo a la luz del día, como hizo la administración Bush con el Congreso. Esta caracterización queda firme más allá de lo que suceda con el trámite parlamentario y su previsible vals de cambios, negativas y ofertas de todo tipo. Porque el gesto del hecho consumado, del puñetazo salido de la nada, ya se cumplió. Nuevamente.

En segundo lugar, detrás de la inopinada medida puede percibirse un background de cerril anticapitalismo. No es este sesgo una novedad en el universo K, pero el caso de las Afjp muestra una nueva faceta del asunto. Tener una cuenta en las administradoras de pensiones significaba para los aportantes seguir en alguna medida los mercados financieros y leer los informes trimestrales sobre el rendimiento de la inversión que hacía la AFJP libremente elegida por cada uno de ellos. Un poco como hacen desde hace décadas los futuros jubilados americanos. En suma, implicaba familiarizarse en cierto grado con la cultura de los mercados, con sus hábitos, su vocabulario y su lógica. Y esto de ver a millones de ciudadanos involucrados en su futuro mediante inversiones financieras de riesgo, adoptando casi sin darse cuenta una buena dosis de cultura de mercado, debía resultar una imagen indisgesta, insoportable, para los cruzados del anticapitalismo K.