Artículos

20.07.09

Carta Abierta: La despedida de una generación

El caso Carta Abierta es a estas alturas mucho más materia de la psicología de los grupos y las generaciones que tema para un serio debate político. El dolor de estos tipos no es tanto por la derrota electoral. Es porque, como generación, saben que ésta era la última oportunidad de "volver".
Por Pablo Díaz de Brito

Acabo de clavarme el discurso de Horacio González en parque Lezama: http://www.youtube.com/watch?v=jf_pIcHwf6A

González tiene fama, dicen que bien ganada, de intelectual de calidad. En parque Lezama, sin embargo, se lo ve groggy, al borde del KO intelectual y discursivo, repitiendo slogans y expresiones de deseos de manera tan evidente que él mismo termina tomándose el pelo. El aire de congoja, con el "compañero Néstor" sentado en primera fila, es perceptible. Forster aplaude serio, como si estuviera en la Chacarita despidiendo a un compañero de la Tendencia.

El nuevo objetivo, o el nuevo objeto fóbico, es proclamado rápidamente: De Narváez. Que se roba las imágenes insurrecionales del peronismo en sus obscenos spots. Es un "latrocinio" de nuestro pasado nacional, lamenta Horacio, mientras se manda para atrás el jopo. Llama a combatir este nuevo robo de la derecha, perpetrado, para colmo, con esa herramienta del mercado que es el marketing publicitario. ¡Es demasiado! Ser derrotados por un producto de mercadotecnia, por un peronista inventado en una agencia, prefabricado y encima multimillonario. A Horacio casi se le quiebra la voz. La gente se da cuenta y lo anima, "¡vamos, Horacio!". Termina el hombre llamando a ...hacer más asambleas en las fábricas (sic!), y como ve las caras de estupor entre el escaso público, se ríe de sus referencias sesentistas. El caso Carta Abierta es a estas alturas mucho más materia de la psicología de los grupos y las generaciones que tema para un serio debate político. Basta verlos, en el video, al abatido Horacio, al demudado Forster.

Más allá del triste anecdotario, lo que cuenta de todo esto es la persistencia del delirio moral de la izquierda, intelectual o no. Noqueado, González sólo atinó a desparramar estas categorías y palabras que sancionan la heroica superioridad ética de Ellos, que resisten contra los Otros, la derecha, la oligarquía, los grupos económicos, etc. Por esto la izquierda argentina está congénitamente inhabilitada para ingresar en la competencia de la democracia seria. No se trata, para ellos, de una civilizada competencia entre propuestas que parten de un acuerdo básico de reglas y valores, como propone cualquier democracia constitucional. De, incluso, una conflictividad fuerte, pero institucionalizada y despojada de violencia. No, porque se plantea del vamos la superioridad moral propia, la épica de la lucha contra un poder maligno, intrínsecamente falso y perverso. Lo de siempre. Por eso los Carta Abierta, los setentistas, los paginadocescos, son taan viejos, taan aburridos.

Un último apunte, volviendo a lo de la psicología generacional: el dolor de estos tipos no es tanto por la derrota electoral. Es porque, como generación, saben que ésta era la última oportunidad de "volver". Saben que en su vida no van a tener otra chance como ésta que les dio el impúdico poder K, el compañero Néstor. Que se presenta en Lezama despojado de custodios, en campera y sin ninguna señal o exhibición de su enorme poder. Si parece uno más de esos clase media-media de Carta Abierta. Pero no lo es, claro, es una falsa imagen. Y todos lo saben. Pero la aceptan y aplauden, guardándose para otros sus capacidades de análisis crítico, de semiosis de la imagen o lo que sea.

En este silenciar está resumida toda la impostura de los intelectuales nac y pop. Repiten, 35 años después con Néstor, lo que ya hicieron con Perón: lo ven, lo toman y lo interpretan por lo que no es, por lo que quieren que sea y claramente no es. Como Perón, Néstor acepta el halago y embolsa el apoyo. Suma y sigue, total, después verá. A lo mejor, después del acto en Parque Lezama Néstor se reunió con, pongamos, Jaime, o Rudy Ulloa, en un lujoso piso de Puerto Madero, mientras los muchachos de Carta Abierta volvían a sus sórdidos departamentitos, modestos y oscuros, con muebles gastados y olor a comida en el living.