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20.09.10

Felipe González pone un poquito nerviosos a los socialistas santafesinos

Invitado con motivo del Bicentenario, Felipe Gonzalez casi no toca este asunto y se dedica a lo suyo: la actualidad, la globalización, las tensiones entre las exigencias de la economía de mercado, que como subraya varias veces, ya nadie discute en el mundo salvo “mi amigo Fidel Castro”, y las demandas sociales. Lograr ese equilibrio, apunta, da sentido a la política y a la democracia.
Por Pablo Díaz de Brito

Jueves 17 de septiembre al atardecer en Rosario, habla Felipe González en El Círculo. Le recuerda al público: “Yo apoyaba a la economía de mercado cuando todavía no estaba de moda”, allá por los años 80. Luego califica sin nombrarlos a los liderazgos de izquierda autoritaria que surgen en América latina como “utopías regresivas”, que reiteran un estatismo que fracasó. Pero el jefe del gobierno español que entre 1982 y 1996 transformó a España en una nación europea de primer orden también tiene munición gruesa para los “neoconservadores” que sólo tienen fe en el mercado. Esa visión dogmática ha “financierizado la economía mundial”, lo que llevó a la crisis de las hipotecas basura de Estados Unidos que tanto daño causó al mundo entero desde 2008.

Se sabe: Felipe González es un orador brillante, y a eso se dedicó durante casi una hora en la sala de Laprida y Mendoza, después de una sobria presentación del intendente de Rosario Miguel Lifschitz y del gobernador de Santa Fe Hermes Binner, que lo trajeron desde España con motivo del Bicentenario. Pero Felipe casi no toca este asunto y se dedica a lo suyo: la actualidad, la globalización, las tensiones entre las exigencias de la economía de mercado, que como subraya varias veces, ya nadie discute en el mundo salvo “mi amigo Fidel Castro”, y las demandas sociales. Lograr ese equilibrio, apunta, da sentido a la política y a la democracia.

De saco sport, sin corbata, recuerda que “el futuro ya no es lo que era”, que el mundo actual invalida el marco de referencia, el “código de orientación” acumulado en las etapas agraria e industrial. “Las previsibilidades anteriores, que nos daban un mundo más codificado” ya no están ahí. Como modelo de ese cambio, menciona a Finlandia, un país que “es poco sabido, pero dependía mucho de la Unión Soviética” y era una economía atrasada. La actualidad finlandesa, con una marca mundial como Nokia de estandarte, indica que “ha cambiado la idea de países centrales, esto cambia por la revolución de la tecnología. Hoy es central el país que añade valor en la red. Hoy está más en el centro Finlandia que algún país hermano o las regiones atrasadas de Estados Unidos”.

Pero Europa, tan exitosa después de la II Guerra con la “cohesión social y el Estado de bienestar”, hoy “se queda atrás, corre riesgo de morir de éxito”. Porque Europa pierde competitividad global (una expresión que González cita repetidamente), “no es cabecera de una producción de excelencia” y está en riesgo esa misma cohesión social, logro que la distingue de los demás bloques económicos. Es por este retraso que en Europa “no ha surgido ningún Google, ningún Oracle, ninguna Amazon”. Para estudiar este problema, González fue convocado a formar un “consejo de sabios”, experiencia que ha repetido en América latina con sus colegas Ricardo Lagos y Fernando Henrique Cardoso, a propósito de los diversos bicentenarios latinoamericanos. Felipe ha sido nombrado embajador de España para este fin.

Vuelve una y otra vez a la crisis de las hipotecas subprime, que tanto daño causa a España. “Nos encontramos con un sistema financiero implosionado desde los países centrales. Por primera vez no son los países terceros los responsables de una crisis sino los centrales”. Es, afirma, “la primera crisis grave de la globlalización”. Y es una crisis de los países centrales, “en un mundo que cambió radicalmente en los últimos 20 años”. Más que nunca, hay que ser “leal a los objetivos de una sociedad con una moral del trabajo”. Pero para incorporarse a la sociedad del siglo XXI, “y esto sirve en especial a la tribu ideológica a la que pertenezco, no basta decir que pagamos los excesos del mercado”.

Es así que “venimos de dos acontecimientos”: el primero, la caída del comunismo. Ya “no hay más países comunistas. China es formalmente comunista, pero es una economía de mercado. Lo que homologa al mundo a partir de la caída del Muro es la economía de mercado”.

Felipe cuela una anécdota de su juventud, cuando en 1977 visita la URSS y descubre que “habían planificado hasta la fecha de carga de los tomates en los trenes. Si el tomate estaba verde o pasado, no se había equivocado el planificador, se había equivocado la naturaleza”. La anécdota no hace reír a la platea socialista. Felipe remacha: “es economía de mercado China, lo es Dinamarca, Argentina, aunque no sean idénticas”. Hay, es cierto, excepciones: Corea del Norte, Cuba, donde resiste “mi amigo Fidel”, pero ya no así Vietnam. Apunta que la desaparición de ese mundo bipolar de la Guerra Fría no le causa ninguna nostalgia, ninguna añoranza. El segundo acontecimiento es el que aporta hoy la tecnología de las comunicaciones. Y da como ejemplo que “si hace 20 años nos decían que América latina tendría casi 100% por ciento de telefonía móvil, no lo hubiéramos creído”. Pero en ese momento también aparece esta economía “de casino” que llevó a la actual crisis, lo que demuestra que siempre se necesitará “una política como autoridad, una auctoritas, que represente al ciudadano”.l

Pablo Díaz de Brito es periodista y analista de CADAL.