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25.02.11

Perú, un nuevo modelo

Perú es el país que más crece en América latina. El año pasado el PBI aumentó 9,1%; el ingreso real per cápita es 49% más alto que en 2000; desde 2004 el empleo privado urbano creció 43%; el coeficiente de inversión ascendió de 20%, a comienzos de la década pasada, a 27,5% en 2010. Por último, pero no menos importante, sobre todo para los sectores de menores ingresos, la inflación anual promedio es 2,3%.
Por Ernesto Kritz

(LIMA) La esquina de las avenidas Primavera y Tomás Marsano era, hasta hace poco, uno de los lugares más inseguros de Lima. Ahora se levanta allí un shopping de última generación, al que concurren miles de personas. No lejos, el remodelado mercado de Surquillo, un sitio que muchos evitaban por la inseguridad y las deficiencias de higiene, es ahora un centro de aprovisionamiento de la floreciente industria gastronómica local. Decenas de edificios del centro histórico de la ciudad, por décadas degradado, están siendo renovados para comercios y sedes corporativas. Cambios como éstos se multiplican aquí, pero el progreso es especialmente notorio en los "conos" de la periferia, donde en la segunda mitad del siglo pasado se asentó la población inmigrante de la sierra. Distritos como Comas, Independencia, San Juan de Lurigancho o Los Olivos, hasta no hace más de una década áreas de extendida pobreza, son hoy sede de emprendimientos de todo tipo y escala, en muchos casos los más grandes de la ciudad; progresiva pero decididamente, se están convirtiendo en reductos de una nueva clase media.

Los indicadores económicos sintetizan esta realidad. Perú es el país que más crece en América latina. El año pasado el PBI aumentó 9,1%; el ingreso real per cápita es 49% más alto que en 2000; desde 2004 el empleo privado urbano creció 43%; el coeficiente de inversión ascendió de 20%, a comienzos de la década pasada, a 27,5% en 2010. Por último, pero no menos importante, sobre todo para los sectores de menores ingresos, la inflación anual promedio es 2,3%.

Esta transformación es el resultado de varios factores convergentes:

En primer lugar, la opción por los equilibrios macroeconómicos como una política de Estado. Desde la salida de la última gran crisis (la hiperinflación de 1989-1990) ha habido continuidad en los esfuerzos por mantener el equilibrio fiscal y la estabilidad de precios, y es presumible que seguirá siendo así. Los tres principales candidatos a las elecciones presidenciales de abril próximo, que reúnen más de 70% de la intención de voto, han manifestado su compromiso en este sentido.

En segundo término, la integración al mercado mundial y el esfuerzo por la mejora de la competitividad. No obstante el estancamiento del tipo de cambio real multilateral (3% más bajo que en 2000, a pesar de una mejora de los términos de intercambio de más de 50%), el valor de las exportaciones creció cinco veces. En esta última década, Perú firmó cuatro acuerdos de complementación económica y nueve tratados de libre comercio. El coeficiente de apertura de la economía (suma de exportaciones e importaciones respecto del PBI) es ahora de 48%.

En tercer lugar, un esfuerzo también continuado por crear un ambiente de inversión favorable. En la reciente edición de Doing Business del Banco Mundial, Perú ocupó el puesto 36 (la Argentina, el 115) entre 183 economías, con un avance de 10 posiciones respecto del año anterior. La mejora en la facilidad para abrir un negocio fue de 49 posiciones.

En cuarto lugar, y probablemente el factor más importante, un notable espíritu emprendedor, en especial de la nueva clase media de origen andino. En los últimos cinco años, unos 3,5 millones de personas, antes en la pobreza, pasaron a engrosar esta nueva clase media. Un estudio reciente realizado en 15 ciudades muestra que la participación del "nivel C" en la generación de riqueza supera el 30%.

La pregunta quizá más relevante es cómo se formó este sector emergente. Paradójicamente, su origen está en la incapacidad histórica del Estado para atender los nuevos segmentos urbanos. Esto los empujó a desarrollar estrategias de subsistencia en actividades informales, para pasar en muchos casos -por lo general en la segunda generación- a una lógica de acumulación a través de la construcción, la inversión en negocios estables y en educación. En las últimas dos décadas, las capacidades ganadas con sacrificio por los nuevos emprendedores encontraron una oportunidad de desarrollo más pleno en el nuevo clima de negocios. El caso quizá más excepcional pero emblemático de este espíritu emprendedor es el de los Añaños, una familia ayacuchana que en menos de 20 años pasó de una pequeña firma de bebidas gaseosas que ocupaba 15 personas (la mayoría de la propia familia) a una compañía multinacional con presencia en 12 países de América y Asia (acaba de inaugurar una planta en la India) y una facturación anual de US$ 1500 millones.

Otro caso emblemático, esta vez de un emprendedor de origen de clase media tradicional, es el del chef Gastón Acurio (hijo de un ex senador), que impulsó la gastronomía peruana a un lugar destacado en el mundo. Las empresas de Gastón están en diez países, ocupan a 3000 personas y facturan US$ 100 millones anuales. Su preocupación no se limita a los negocios, sino a cómo éstos pueden ayudar a reducir la pobreza. En una entrevista reciente se preguntó: "¿Hasta dónde es ético que un cocinero prepare un cebiche si al pescador no le alcanza el dinero para alimentar a toda su familia?".

Esto no significa, desde luego, que Perú haya vencido la pobreza, que sigue siendo muy alta: 35% en el total nacional; 21% en el área urbana y 60% en la zona rural. Lo mismo con la desigualdad (el coeficiente de Gini es casi 0,48). Seguramente se requerirá más de una generación para reducirla a niveles tolerables. Pero el progreso es evidente: desde 2004 hubo una baja de 14 puntos en la pobreza.

La singularidad y, tal vez más importante, la sustentabilidad de la movilidad social, reside en que se da a través de la economía real y no de los subsidios. Las transferencias de ingresos (limitadas y condicionadas) llegan a unos 500.000 hogares de pequeños poblados rurales; pero aún en las zonas más atrasadas la mejora es perceptible. Un estudio reciente de Richard Webb -ex presidente del Banco Central y pionero en estudios distributivos- realizado en cinco distritos que califican entre los 15 más pobres de Perú, muestra un claro adelanto en las condiciones de vida; entre otros, en los últimos cuatro años el jornal agrícola aumentó 50%.

Sin subsidios, pero con estabilidad y un ambiente de negocios favorable, la movilidad social no solo es más sustentable, sino que reduce significativamente el clientelismo político.

Los desafíos por delante son enormes. El más importante, quizás, es la educación. En la última prueba internacional PISA, Perú se ubicó 63 (la Argentina, 58) entre 65 países participantes. Antes que descalificar la prueba con el argumento de que no tiene en cuenta sus especificidades, el país se embarcó en una reforma educativa de largo alcance, centrada en la mejora de los docentes. En 2007, menos de 2% de los maestros que se sometieron a una evaluación aprobaron el examen de matemáticas, y cerca de la mitad tuvo dificultades para sumar y restar.

Una nueva ley de carrera magisterial, de incorporación voluntaria, condiciona la promoción y el salario de los docentes (hasta tres veces mayor que en el régimen anterior) a los resultados de exámenes anuales. Es una reforma lenta y difícil, pero prometedora; ha ganado el apoyo de la sociedad, cada vez son más los docentes que se incorporan y, tal vez lo más alentador, hay un creciente número de jóvenes que concursan para ingresar a una carrera profesional en la educación pública. Por primera vez los padres de familia tienen voz y voto en el comité de evaluación, que es descentralizado.

El otro desafío principal es la infraestructura. Sostener un crecimiento de 6% promedio requiere mucha más energía, caminos, puertos. Un estudio de 2009 del Instituto Peruano de Economía indica que para cubrir esta brecha en la siguiente década hace falta invertir US$ 38.000 millones y, tan importante como eso, remover obstáculos burocráticos y tener capacidad para ejecutar las obras.

Una anécdota personal ilustra la restricción de la infraestructura: hace pocos días, el vuelo que me traía de Lima a Buenos Aires salió con media hora de atraso por problemas de tráfico. El comandante, al presentar sus excusas por la demora, dijo: "Estamos creciendo mucho y el aeropuerto nos está quedando chico". La nueva pista estará lista en 2014. Estas son las tensiones que me gustan.

Fuente: La Nación (Buenos Aires, Argentina)