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23.10.12

El ocaso de la opción socialdemócrata y la migración oportunista al modelo autoritario K

(Análisis Latino) El proyecto político en desarrollo en Argentina es claramente autoritario, así que los que dejan la familia socialdemócrata para sumársele se encuentran con dificultades, tanto discursivas como, en su fuero íntimo, éticas. Extender el certificado de defunción, tanto al PSOE como a Binner y Bonfatti, despeja el camino de obstáculos y dilemas.
Por Pablo Díaz de Brito

(Análisis Latino) Es cada vez más evidente y palmario. Salta a la vista para los extranjeros, especialmente si son periodistas o políticos, pero también para simples ciudadanos. Se trata de la emergencia democrática que vive la Argentina. La reciente asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) lo planteó en voz alta, y para fin de año enviará una misión al país, con la vana esperanza de ser recibidos por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner (CFK).

La prensa independiente está viviendo bajo acoso permanente del poder estatal, y los medios masivos, radio y televisión, muestran una virtual hegemonía oficialista. El "cacerolazo" espontáneo del 13 de septiembre, que en Argentina ya quedó grabado en la memoria de la gente como el 13-S, sólo pudo verse por los dos canales del grupo Clarín, némesis del gobierno. Este anuncia casi todos los días el fin inminente del grupo enemigo con otra fecha: el 7-D. Ese día, ya muy cercano, quitarían al multimedios sus canales de TV y tal vez incluso su principal radio.

Todo es posible, dado que el gobierno de CFK ha roto todos los límites legales e institucionales en su empeño hegemónico.

Sin embargo, este estado de emergencia democrática para muchos ciudadanos, incluidos periodistas y políticos, pasa inadvertido. O si lo detectan, lo han incorporado a sus rutinas y lo minimizan. "Es una pelea entre dos monstruos, no es mi pelea", deslizan con gesto de tedio. Esto podía ser cierto hace unos años: ya no lo es más. El kirchnerismo escaló en su afán hegemónico y autoritario a lo largo de muchos años, escalón por escalón, en un arco de tiempo que puede marcar su inicio entre 2007 y 2008. Es el viejo fenómeno de la rana sumergida en agua paulatinamente más caliente.  

Pero hay además una estratagema que permite a muchos, que hasta hace poco se consideraban socialdemócratas de pura cepa, abandonar ese barco político invocando la crisis europea. "La socialdemocracia no existe más", comentó recientemente en una charla de redacción un inteligente periodista, quien claramente está haciendo su pasaje al kirchnerismo, aunque, claro está, siempre conservando sus márgenes "críticos". "Yo miro 678 y también a Lanata", se escuda. "Leo a Pagni y a Verbitsky", etc.

Para justificar este desprendimiento de la vieja socialdemocracia y el simultáneo acercamiento al calor del poder oficial, a estos socialdemócratas arrepentidos les sirve también, y mucho, la crisis en que se sumerge el único gobierno argentino de signo socialdemócrata: el socialismo santafesino. El escándalo del jefe de policía vinculado al narco, expuesto en la tapa del diario ultra-oficailista Página12 el pasado viernes 19 de octubre, noqueó literalmente al gobierno de Antonio Bonfatti, ya golpeado por el ajuste. Es tan claro que el ilícito existe como que hubo un "carpetazo" de la ex Side u otro órgano nacional detrás de la "exclusiva" del periódico K, que no publica una línea sin orden del gobierno, mucho menos una tapa.

El hecho es que el socialismo santafesino y su principal baza, Rosario, vienen cayendo rápidamente en el descrédito por obra del inevitable ajuste de sus cuentas. Se terminaron los años de plata dulce y de continuas inauguraciones a son de fuegos artificiales. La inflación del 25/30% combinada con el estancamiento de la economía no dan tregua. El cepo al dólar paralizó mucha actividad privada, especialmente la construcción, con un claro efecto depresivo en el resto de la economía santafesina. La intendenta rosarina Mónica Fein ha perdido su conocida sonrisa. Es que no para de anunciar malas noticias: las últimas son los nuevos aumentos del transporte público y de la tasa de barrido y limpieza, mientras la provincia desliza otros: la tarifa de Aguas Santafesinas, el impuesto inmobilario provincial. Próximamente de seguro será el turno, nuevamente, de la deficitaria EPE, la eléctrica santafesina con las tarifas más altas del país. Y como se dijo, no hay una obra para inaugurar, ese clásico de la gestión socialista desde los tiempos de Binner intendente de Rosario.

"El gobierno nacional terceriza el ajuste a las provincias", denunció en el Coloquio de Idea en Mar del Plata el economista del FAP Claudio Lozano. Es verdad. Y los gremios estatales santafesinos ya velan armas para reabrir las paritarias y llevarse otro aumento de dos dígitos, como el logrado en marzo/abril. El asunto es que el modelo local de gestión socialdemócrata muestra, como el de sus hermanos mayores de Europa, signos de agotamiento, pese a que el país no pasa por un ajuste estructural como el europeo (no por ahora, al menos: es claro que la economía nacional es nuevamente una olla a presión, como ocurrió tantas veces en el pasado, y por obra y gracia de las inverosímiles políticas del gobierno).

El caso es que esta pérdida de lustre del socialismo santafesino, junto con desatinos como el del jefe de policía demasiado amigo de los narcos, terminan de construir un justificativo para abandonar el barco socialdemócrata, algo que ansían muchos progresistas, tanto en los medios de comunicación como en otros ámbitos. "La socialdemocracia no existe más". ¿Luego? En un contexto argentino y sudamericano, la conclusión es bastante obvia: hay que apostar a los procesos populistas en curso. Es "eso o  la derecha": Cristina o Macri, Del Sel, De Narváez, etc.

Cristina Kirchner con Milagro SalaPero así se desmonta el esquema de coordenadas creado a partir de los años 80 con el retorno de la democracia: el arco político democrático podía oscilar entre la centroderecha liberal (UCeDé) o de signo popular (un PJ de la línea de Duhalde, Menem o Reutemann) y una centroizquierda que se identificaba ipso facto con la socialdemocracia. La pertenencia simultánea a la Internacional Socialdemócrata del radicalismo y del Partido Socialista de Binner recuerdan bien ese encuadramiento. A la izquierda de esa opción sólo quedaban grupos marginales: nacionalistas tercermundistas, trotskistas, y no mucho más. Hoy, los primeros están en el poder, como Emilio Pérsico y Luis D'Elía, entre muchos otros. Pasaron en pocos años de ser unos actores marginales del sistema político a integrar el poder, si bien ubicados en un segundo plano, para no espantar a las clases medias. Los movimientos radicales, sea los creados desde el gobierno (Kolina), como los cooptados (el Tupac Amaru de la jujeña Milagro Sala), recitan la misma retórica tercermundista y antiimperialista. Hasta hace pocos años, se los veía como lo que eran: marginales desenganchados del proceso político principal y enemigos poco temibles del sistema democrático. Hoy son, o bien el poder en forma directa (Kolina, La Cámpora, Unidos y Organizados, etc) o bien sus aliados y proveedores de fuerzas de choque y de control territorial (Sala, D'Elía).

La doctrina tercemundista pasó así en poco tiempo a ser la doctrina oficial, la que baja desde la propia presidenta, de su canciller Timerman, o de un algún personaje secundario pero integrante del "proyecto", como Pérsico o Depetri. Pero también pueden hallarse enunciaciones más elaboradas y pensadas, como una reciente colaboración del economista Roberto Feletti en el diario La Nación.

El caso es que el proyecto político en desarrollo en Argentina es claramente autoritario, así que los que dejan la familia socialdemócrata para sumársele se encuentran con dificultades, tanto discursivas como, en su fuero íntimo, éticas. De allí el apresuramiento de aquel inteligente periodista para diagnosticar que "la sociademocracia no existe más". Extender el certificado de defunción, tanto al PSOE como a Binner y Bonfatti, despeja el camino de obstáculos y dilemas. Se arriba así al ansiado "es Cristina, con todo lo bueno y lo malo que tiene, o la derecha neoliberal". Y de esta forma el ex socialdemócrata se va a dormir con la conciencia tranquila. Y hasta con la promesa de algún amigo K de que para él habrá algún lugar en el "proyecto nacional".