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08.05.13

La costumbre peronista de disculparse por sus gobiernos

(TN) Conviene tomarle la palabra a quienes están, al menos en apariencia, dispuestos a mirar para atrás para someter su pasado a juicio. Entre otras cosas porque eso es bastante más de lo que en cualquier caso puede esperarse del kirchnerismo, empecinado hasta en sus momentos más ominosos en afirmarse en su rol de inquisidor y en señalar con el dedo al resto del mundo.
Por Marcos Novaro

(TN) Sucedió ya dos veces en los últimos días, y fue seguro una coincidencia espontánea, porque los protagonistas no simpatizan demasiado entre sí, así que es difícil que se hayan coordinado: sea motivados por la proximidad del décimo aniversario del kirchnerismo, sea por la del trigésimo de la democracia, importantes dirigentes del peronismo han empezado a disculparse por los gobiernos que su partido ofreció al país, al menos en los últimos años. El primero fue Alberto Fernández, en TN, entrevistado por Joaquín Morales Solá. Lo siguió José Manuel de la Sota, luego de la foto que reunió a buena parte del peronismo disidente en su provincia.

El gobernador cordobés fue el más explícito e inclemente con los gobiernos de su partido. No sólo se disculpó por los últimos veinte años, también por los diez del primer peronismo, y sólo reivindicó al “Perón  democrático de 1973, el que se abrazó con Balbín”. De lo que cabría concluir que de los casi treinta y cinco años que el peronismo ha gobernado el destino de los argentinos, De la Sota sólo recuerda con cariño los escasos 8 meses que precedieron a la muerte del general. Tal vez sea exagerado para alguien de su trayectoria. Más todavía si consideramos que esos últimos meses de vida de Perón contienen, junto a su postrero esfuerzo por asegurar cierta convivencia con la minoría electoral, la entronización de Isabel como su sucesora y de López Rega como su instrumento en la guerra en marcha contra los montoneros.

Como sea, a más de la cercanía de los aniversarios mencionados, es probable que estimulen estas disculpas los desafíos que los peronistas más previsores ven venir. En primer lugar, una economía en estanflación, que ya está aguando los festejos con que el kirchnerismo esperaba homenajearse a sí mismo por sus diez primeros años. Y que, a diferencia de dificultades parecidas experimentadas en el ocaso de otros gobiernos peronistas, no hay esta vez ninguna posibilidad de que sean interrumpidas por una intervención destituyente, que le saque la papa caliente de las manos al PJ. Y tampoco obviamente puede ser atribuida a un mal gobierno previo de otro signo.

En segundo lugar, una estrategia oficial que se vuelve cada día más impermeable a cualquier presión o sugerencia externa, y no sólo va camino a agravar estos problemas económicos, sino a tratar de resolver estas y otras dificultades operando un cambio de régimen que suprima las alternativas provenientes de dentro o fuera del partido. Y que de imponerse convertiría el festejo de los 30 años de democracia en toda una despedida.

Otra cuestión es determinar el modo en que quienes ahora se disculpan piensan resolver estos desafíos. Y si hay que confiar en ellos. Y perdonarlos por lo que hicieron, o dejaron hacer en su nombre. Al respecto se nos plantean dos alternativas. La primera es ver en estos pedidos de disculpa el reflejo de un sincero esfuerzo por hacer valer los principios de la democracia pluralista en el peronismo. Y por mostrar que si bien él en ocasiones ha sido el origen de nuestros problemas, también logra a veces ofrecer una salida a los mismos. Está ya suficientemente claro que el pluralismo peronista no es la fórmula para un buen funcionamiento democrático. Pero tal vez todavía pueda evitar el mayor de los males, la ausencia de opciones entre el caos y el despotismo. La segunda opción sería menos concesiva con estas expresiones de culpa. Pues parte de señalar que en la recurrente pretensión de los peronistas por presentarse como opositores y recambio de sí mismos ha habido siempre algo de falsa autocrítica. Más aún: ello ha servido como píldora para disimular la soberbia pretensión de las distintas facciones peronistas de ser “los únicos que saben gobernar” y los representantes de una entidad trascendente idéntica al pueblo y la nación, el “peronismo verdadero”, que supuestamente los anteriores peronistas traicionaron, pero que ellos sí pondrán en marcha, para alegría de todos.

Algo de esto parece haberse filtrado en las palabras de De la Sota cuando sostuvo que el gobierno de Cristina “no es peronista”, algo que han repetido todos los aspirantes a formar una nueva mayoría en esa fuerza, y se ha dicho de casi todos los peronistas, para disculpar a los demás.

Imposible saber, de momento, si hay verdadera disposición a la autocrítica o más bien subterfugio para evitarla en los planteos de De la Sota y Fernández.

Pero por eso mismo vale la pena no dejarlos pasar sin más. Conviene tomarle la palabra a quienes están, al menos en apariencia, dispuestos a mirar para atrás para someter su pasado a juicio. Entre otras cosas porque eso es bastante más de lo que en cualquier caso puede esperarse del kirchnerismo, empecinado hasta en sus momentos más ominosos en afirmarse en su rol de inquisidor y en señalar con el dedo al resto del mundo. En comparación con eso, nada de lo que esté por venir será de lamentar.

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)