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03.06.13

Corrupción: el papa hablo de un mal universal, pero es difícil no ligar sus dichos a la Argentina de hoy

(DyN) Si ha sido importante la homilía de Francisco es por haber tocado un tema que comienza a aflorar en la Argentina, como es el de la corrupción, quizás porque la economía en auge le puso una venda en los ojos a mucha gente y eso servía de contención. Está claro que el Papa evitará siempre referencias puntuales, pero si se lo escucha con oídos locales, las interpretaciones argentinas sobre lo que dijo no deberían eludirse.
Por Hugo E. Grimaldi

(DyN) El papa Francisco acaba de hablar de corrupción, nada menos. No es la primera vez que aborda el tema y esta vez lo hizo apartando a los corruptos de otras dos categorías, los pecadores y los santos. "Pecadores, sí; corruptos, no", separó aguas. "Son el anticristo", definió.

A través de la parábola evangélica de "Los labradores malvados", el Santo Padre recordó a quienes se sienten "autónomos" de Dios y le dicen que "no venga a molestarnos". Esos son, según Francisco, los corruptos, "un peligro, ya que son adoradores de sí mismos y sólo piensan en ellos".

Este mismo egoísmo que el Papa recordó en su homilía, es uno de los males que parece aquejar a la Argentina actual, sobre todo porque mucho de ese andamiaje se edifica con dinero público y a costa de los más necesitados, como aquellos siervos de la Parábola que fueron matados por los labradores.

Si bien sus universales palabras pueden caberle a quien desee ponerse el sayo, no deberían dejárselas pasar por alto asociadas a la realidad local, al menos para reflexionar sobre ellas. Como el Papa es un referente ineludible resulta inevitable pensar cómo caen esos dichos entre políticos, sindicalistas y empresarios, aquí en el país. Está muy claro que, desde su nombramiento, casi todos miran (y peregrinan) a Roma.

Existe hoy toda una corriente de onda positiva, que se atribuye con razón a Francisco, a través del ánimo que insufló su nombramiento a los kirchneristas más plurales, quienes se atreven a marcar errores y a proponer correcciones, pero también a los opositores, quienes sienten que el Papa les proporcionó un paraguas para que denuncien aquello que observan como desvíos institucionales y/o democráticos.

De hecho, el mundo de los negocios ha comenzado a hacer también su autocrítica. Ya se escuchó a algunos referentes la semana pasada en Rosario y, pronto, los empresarios católicos nucleados en ACDE harán su encuentro anual apuntando a la cuestión de los valores como sustento del desarrollo, nucleados alrededor del lema "Cómo respondemos al papa Francisco".

Según los organizadores, "la idea es que la dirigencia empresaria se mire a la cara y haga un mea culpa, sobre todo por callar las cosas que le han pasado a la gente" y desde allí imaginar, entre todos, respuestas para "trabajar por una sociedad más inclusiva".

Si ha sido importante la homilía de Francisco es por haber tocado un tema que comienza a aflorar en la Argentina, como es el de la corrupción, quizás porque la economía en auge le puso una venda en los ojos a mucha gente y eso servía de contención.

Está claro que el Papa evitará siempre referencias puntuales, pero si se lo escucha con oídos locales, las interpretaciones argentinas sobre lo que dijo no deberían eludirse.

¿Vendrá de ahora en más un nuevo tiempo de buena letra, de diálogo, de verdad, de transparencia y de pulcritud democrática que sustente la necesaria mejora que se necesita en la distribución del ingreso, la lucha contra la pobreza y la creación de empleo? ¿Será el próximo tiempo político una etapa diferente en cuanto a la calidad de los dirigentes? En el conteo de la próxima etapa, ¿habrá más santos y pecadores que corruptos?

Estas son las preguntas más que picantes que disparó esta última intervención de Francisco, más que preocupado ante una situación de inmoralidad extrema en el mundo, sobre todo por el "mucho daño" que los corruptos le hacen a la Iglesia y sobre todo, como en la Parábola, a los más vulnerables de su grey: los pobres.

Fuente: DyN