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17.06.13

Cuba y sus reformas: un proceso demasiado lento y complicado

(Infolatam) Hasta ahora las reformas pretenden centrarse en los aspectos económicos. La deriva al mercado no se vería acompañada de una apertura política y menos en la senda de una democratización, cualquiera sea el sentido que se le quiera dar al término. Sin embargo, como señalaba recientemente un activo opositor cubano, por primera vez en su historia el régimen castrista deberá comenzar a hacer política.
Por Carlos Malamud

(Infolatam) Si algo tienen claro Raúl Castro y los suyos es que sin un proceso de reformas profundas, muchas de las cuales implican grandes sacrificios para la población, Cuba no tiene futuro. El modelo de país que intentó construir Fidel Castro ha mostrado rotundamente su fracaso. Tras la desaparición de la Unión Soviética todavía se hacen sentir buena parte de los problemas englobados en lo que se llamó período especial. Y hoy, salvo los defensores de la ortodoxia perdida y aquellos sectores de la burocracia que siguen sacando partido de los restos del naufragio, son pocos los que no están convencidos de la necesidad perentoria de la mayor parte de los cambios anunciados.

El problema de fondo no reside en el diagnóstico del enfermo sino en su tratamiento y en la contundencia de las medidas programadas. Así, por ejemplo, en su día se anunció que en las administraciones estatales sobraban entre un millón y un millón y medio de trabajadores. En román paladino esto supone despedir de la cuarta a la tercera parte de la población económicamente activa. Dada la estructura productiva del país es necesario que el incipiente sector no estatal de la economía (eufemismo con el que se denomina a buena parte de la actividad privada) tire de toda esa gente y cree los suficientes puestos de trabajo.

Las reformas económicas van (o deberían ir) mucho más allá. Algunas son meros retoques administrativos y otras estructurales o de gran calado. Los temas implicados contemplan desde la creación de una estructura fiscal progresiva y más justa hasta la puesta en marcha de una agricultura eficaz capaz de abastecer de comida a la mayor parte de la población o acabar con las disfuncionalidades existentes a partir de la coexistencia del peso cubano (CUP) con el peso convertible (CUC).

Como en todo país que se precie los planes de ajuste cuentan con numerosos y potentes enemigos. En este caso los sectores más perjudicados por la modificación de las reglas de juego y de la institucionalidad existente buscan cobijarse detrás de la figura protectora de Fidel Castro, aunque éste juegue un papel cada vez más marginal en la vida política de su país. Inclusive sus “Reflexiones” son cada vez más esporádicas: de las cuatro últimas tres escapan a la actualidad política internacional centrándose en el yoga, la alimentación y la expansión del universo; sólo la más reciente se dedica a la conflictiva situación de Corea del Norte.

Los ortodoxos, a los que los reformistas suelen llamar “dinosaurios”, se encuentran en todos los lugares y en todos los niveles del estado. Están en las Fuerzas Armadas, en el Partido Comunista y en la burocracia gubernamental. Pero está claro que cada vez están más atemorizados por lo que parece una intensificación de las reformas y también por las posibilidades que abriría un cambio de régimen.

Son varios los motivos que llevan a acelerar el proceso reformista. En primer lugar, la promesa de Raúl Castro de no presentarse a un tercer mandato en su condición de presidente de Cuba extiende su gestión hasta comienzos de 2018. Es de suponer que querrá dejar lo más cerrada posible la modernización del país para no legarle a su sucesor una herencia demasiado pesada.

En segundo lugar resulta bastante plausible que la enfermedad y la muerte de Hugo Chávez convencieran a la cúpula cubana de la necesidad de acelerar las reformas para no seguir dependiendo de un proceso tan imprevisible como el venezolano. Y si alguien tiene información fidedigna sobre lo que sucede en Venezuela y las limitaciones de su proceso político y, muy especialmente, de sus nuevos líderes, son los servicios de inteligencia cubanos.

En tercer lugar está el inexorable paso del tiempo, lo que algunos llaman el reloj biológico. En 2006 Fidel Castró debió apartarse definitivamente de su cargo por problemas de salud. Su hermano Raúl acaba de cumplir 82 años, lo que torna urgente la necesidad del relevo generacional. Es evidente que se está produciendo un rejuvenecimiento de la administración en todos los niveles y que con el paso del tiempo éste se verá completado. De momento es una lucha contra el reloj y los sectores inmovilistas.

Por último tenemos la política exterior de Estados Unidos. Si bien Barack Obama tiene múltiples frentes internos y externos de los cuales ocuparse mucho más trascendentes que Cuba, algunas de sus iniciativas obligan a la dirigencia cubana a dar respuestas pertinentes. Al mismo tiempo, la vuelta de Cuba a las instituciones latinoamericanas ha recordado a esa misma dirigencia su lugar en el mundo. La historia del aislamiento es cada vez menos convincente, aunque el discurso antiimperialista siga funcionando en la isla.

Hasta ahora las reformas pretenden centrarse en los aspectos económicos. La deriva al mercado no se vería acompañada de una apertura política y menos en la senda de una democratización, cualquiera sea el sentido que se le quiera dar al término. Sin embargo, como señalaba recientemente un activo opositor cubano, por primera vez en su historia el régimen castrista deberá comenzar a hacer política. Ya no vale con la pura represión. Pero al mismo tiempo es importante que la oposición sepa estar a la altura. 

Fuente: (Infolatam)