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08.07.13

Dos mujeres en pugna: Cristina y Vilma difieren sobre los «hechos básicos»

(DyN) En el discurso de despedida que hizo la embajadora norteamericana Vilma Martínez, hubo una frase que se interpretó como una crítica (“La vida argentina es complicada”), aunque en realidad esas cinco palabras fueron una amarga descripción de la gran pesadumbre que le provoca a muchos el cono de sombra en el que ha entrado la Argentina, en relación con cuestiones que en otros lados ya han sido superadas por la historia y por la realidad.
Por Hugo E. Grimaldi

(DyN) Latina de Texas y con apariencia de ama de casa, aunque abogada exitosa de verdad en cuestiones de integración, Vilma Socorro Martínez fue la representante diplomática de los Estados Unidos en la Argentina durante casi cuatro años y se marchó a su casa, en California, diciéndole al país que en todo ese tiempo no había conseguido entender sus modos de proceder.

Y justamente cuando el jueves 4 de julio pasado ella expresaba esos conceptos con un lenguaje carente de toda candidez, en el salón de al lado de la residencia de los embajadores, en Palermo, todavía retumbaban los gritos destemplados del único funcionario del gobierno argentino que había ido a saludarla, el secretario de Comercio, Guillermo Moreno, quien probablemente le dio aún más motivos a la embajadora para sentirse consternada.

En el discurso de despedida que hizo Martínez, hubo una frase que se interpretó como una crítica (“La vida argentina es complicada”), aunque en realidad esas cinco palabras fueron una amarga descripción de la gran pesadumbre que le provoca a muchos el cono de sombra en el que ha entrado la Argentina, en relación con cuestiones que en otros lados ya han sido superadas por la historia y por la realidad.

También recordó la embajadora, como tantas otras veces, que su misión estuvo “más ajena a las circunstancias del momento” y que trató de llevar adelante la relación” enfocándola “en intereses sólidos a más largo plazo”, justamente algo que se ha cambiado desde hace mucho en el país por la abrumadora pasión gubernamental hacia las roscas de coyuntura. “Sabemos que apreciar el cuadro general, a veces, no es tan fácil como parece”, dijo con resignación diplomática.

Sin embargo, la verdadera y preocupante crítica llegó en otra frase en la que, aunque pasó algo más inadvertida para la prensa, Martínez fue mucho más elocuente. Vale la pena repasarla para tomar conciencia de la gran brecha que hoy existe entre la Argentina y el modo de pensar del grueso de los países: “Aprendí a apreciar las complejidades de la sociedad y de la política argentina y que el origen de ciertos problemas puede encontrarse en las diferentes interpretaciones de hechos básicos que los hacen difícil de resolver”, dijo.

El Diccionario dice que “básico” es una cosa o situación “perteneciente o relativa a la base o bases sobre que se sustenta algo, fundamental”. Y si bien podría pensarse con pleno rigor intelectual que lo que es básico o fundamental para unos no tiene por qué serlo para otros, por aquello de las “verdades relativas” que siempre le gustaba sacar a relucir a Néstor Kirchner y que en cuestiones de “autodeterminación” cada país puede manejarse como le plazca, lo que la embajadora expresó es que el mundo que progresa hoy tiene una lista de “hechos básicos” que ya no se discuten, sobre los que la Argentina aún está dando vueltas e “interpreta” de otra manera.

Si bien esa frase también podría aplicarse a las diferentes visiones que han fracturado a la política doméstica, siendo ella delegada de la administración del presidente Barack Obama, hoy ostensiblemente separada de la Argentina, va de suyo que la embajadora apuntó al divorcio argentino con el mundo, derivado de su vocación por no pagar las deudas (CIADI y Club de París, sobre todo), pese a pertenecer al Club de los 20. De allí que, como “origen de ciertos problemas”, vale considerar el fenomenal retaceo de inversiones que el país no sabe cómo reemplazar y que está horadando la producción y el empleo.

Sin mencionar la inflación creciente, la incesante presión impositiva que afecta hasta a los trabajadores o la inseguridad jurídica y el casi nulo clima de negocios que vive la Argentina de hoy, reclamos todos que se desestiman desde la Casa Rosada porque aseguran que se trata de presiones dialécticas para sustentar el no ingreso de fondos y finalmente condicionar la gobernabilidad, es justamente ese aislamiento, el que ha llevado al Gobierno a seguir la política del parche permanente, sobre todo en materia económica.

Entonces, con la cabeza de la Presidenta preocupada en sus propios “hechos básicos”, como las elecciones de medio término, la pelea con los medios y la Justicia, la reunión de la UNASUR por el caso Bolivia (donde no asistió Dilma Roussef) o aún la estatua de Cristóbal Colón, aparece en escena casi de modo excluyente la figura de Moreno como un emblema de la toma de decisiones equivocadas para tapar errores que, a su vez, generan nuevas distorsiones. Así, como en un flipper, con el manejo poco experto del funcionario la bola va rebotando de lado a lado, sin consolidar nunca un derrotero definido, hasta que se va por la canaleta y todo vuelve a empezar.

El poderoso secretario de Comercio cree que hay un ensañamiento contra él y por eso le echa la culpa de su acelerado desgaste a otros miembros del gobierno nacional y, por supuesto, a la prensa. Es que los medios no gubernamentales no le dejan pasar ni uno solo de todos sus tremendos errores, mientras que los adictos apenas se ocupan en ayudarlo porque ha cansado a más de cuatro en el Gobierno, comenzado por sus propios colaboradores, quienes, como en el ambiente militar que le gusta imponer, susurran que acatan, pero que ya no obedecen.

En los ministerios de Economía, Planificación, Industria y Agricultura prefieren no escuchar hablar de él, porque es capaz de empastar cualquier decisión o de adelantarse susurrando sus alambicadas ideas en el oído de la Presidenta y complicarles la vida. En la AFIP y sobre todo en el Banco Central cada vez que escuchan su apellido se hacen cruces. Sin embargo, como su sustento es nada menos que Cristina Fernández es directamente a ella a quien compromete con cada una de sus barrabasadas. Durante la última semana, se supo que el juez Claudio Bonadío lo ha citado a indagatoria por presunto “abuso de autoridad” en las multas aplicadas a consultoras privadas que miden la inflación y probablemente eso lo haya puesto aún más nervioso.

Quizás por ese motivo, se produjo la explosión que la embajadora Martínez escuchó pared por medio, el otro mediodía, en la Embajada. Pese a que algunos han querido justificar sacando todo de contexto y diciendo que, en todo caso, el secretario pudo haber reaccionado por las múltiples notas que escribió sobre su opaca labor la periodista de Clarín, Silvia Naishtat, lo cierto que una pregunta muy pertinente que ella le hizo sobre el cierre temporal de algunos supermercados, por no exhibir la lista de precios congelados (el estadounidense Wal-Mart entre ellos), no habilitaba a Moreno para una explosión tan desmedida, desborde que incluyó a otro periodista, Walter Curia, quien le pidió que dejara de “levantarle la voz a la señora”. “Tienen las manos manchadas con sangre todos los que trabajan para (Héctor) Magnetto”, vociferó desorbitado.

La penúltima de la semana pasada fue la aplicación de la Ley de Abastecimiento hacia los productores de trigo, norma que la mayor parte de los juristas supone que es inconstitucional. Moreno quiere buscar si es necesario debajo de la tierra dónde está acopiado el cereal que los molinos dicen que no obtienen para producir la harina que falta, lo que ha llevado a las nubes el costo del pan en los mostradores y a faltantes de galletitas y fideos. Quienes siguen la evolución de los precios, señalan que el aumento de los farináceos le aportó al índice de junio 0,7%, porcentaje que se sumó al reacomodamiento de otros productos, por lo que muchos suponen que el promedio general se acercará a 3% durante julio.

En el caso del trigo, se observa como el efecto flipper funcionó de modo pleno, ya que la situación que se vive ahora tiene que ver de arranque con las prohibiciones de exportación que generó Moreno hace unos cinco años, con la excusa de mantener surtida “la mesa de los argentinos”. Fue entonces que empezó el rebote descontrolado de la esfera metálica que hoy lo ha puesto al secretario entre la espada y la pared.

Aquella primera intervención, poco feliz para un país que se dice exportador, aunque lógica si se considera que el modelo no privilegia la primarización del agro sino a la industria (lo mismo sucedió con otras poco felices intervenciones de Moreno que casi terminaron con los mercados de la carne y la leche), a su vez le dio cuerda a exportadores y molineros para que hicieran su agosto pagando lo que quisieran a los productores, lo que además de generar sospechas de beneficios impropios hacia esos sectores, provocó una merma en la superficie sembrada de trigo ya que, en su reemplazo, los chacareros no se aguantaron la exacción y plantaron cebada.

Ni que decir de la fe que el secretario le tiene al CEDIN, su hijo pródigo  derivado del blanqueo de dólares, derivado éste del cepo cambiario, a su vez derivado de la falta de dólares que produjo la política energética y la falta de inversiones, que fue un derivado de la falta de incentivos al sector y ésta como un derivado de la política tarifaria y los subsidios, etc., secuencia frenética que muestra la política del flipper en todo su esplendor.

Sobre el fin de la semana pasada, se confirmó otra “moreneada”, ya que cuatro representantes de cadenas de supermercados volvieron a dejar en evidencia los métodos del secretario y confesaron ante un mediador oficial que, de modo verbal, el secretario les bajó la orden de no publicitar más en los diarios los días sábados. Además, dijeron que no pueden hacer nada al respecto porque, como también son importadores, se exponen a represalias.

Sin embargo, esta actitud medrosa de algunos hombres de negocios, parece haber empezado a cambiar a partir del destape de otros. Tras los encuentros de IDEA en Salta y de los empresarios cristianos de ACDE en la UCA, las voces críticas hacia la metodología del Gobierno se escuchan cada vez con mayor intensidad.

Es una pena que ocurra justo ahora cuando hay indicios de que el kirchnerismo empieza a flaquear desde lo electoral, como si fuese una actitud oportunista de su parte, pero lo significativo es que se haya empezado a hablar sin eufemismos de la necesidad de que haya “respeto” hacia el sector privado, de atacar los males de la economía y de cerrar las brechas de desigualdad que aún existen en la Argentina.

Está claro que estos deseos no dependen de los funcionarios, ya que tal como está estructurada la política argentina hoy, la concentración del poder admite que se apele a una sola instancia. Tal como la Presidenta está para llevarse todos los laureles, este esquema tan cerrado la hace casi única responsable de todos los problemas y Moreno es un problema.

Si bien el personaje es destemplado por naturaleza, su reacción de la Embajada, gritada de modo desaforado para que la embajadora Martínez tomara nota a quien debía o no debía invitar a su casa y los problemas económicos que provoca porque se equivoca demasiado seguido, hacen del secretario un representante poco conveniente para una presidenta que ha sido elegida por 54% de los votos.

Por otra parte, si ese porcentaje es el que se va a exhibir durante cuatro años para lo bueno, debería servir también para que Cristina considere por qué tiene que hacerse cargo de los desaguisados que ejecutan y también de los improperios que profieren sus empleados.

Fuente: DyN