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18.11.13

Treinta años de democracia y peronismo

(Clarín) Reconozco que la astucia peronista tiene cierta genialidad; no se explica sino cómo, por ejemplo, consigue mantenerse siempre en el papel de víctima a pesar de sus numerosas responsabilidades por las desgracias del país. Pues bien, creo que la suerte se le está acabando y sus astucias dejando de funcionar.
Por Héctor Ricardo Leis

(Clarín) El peronismo ha generado un fuerte movimiento histórico dirigido a resolver problemas de injusticia social reales, pero esta acción ha sido hecha a costas de una pretendida necesidad de sus líderes para permanecer eternamente en el poder.

Lo cual ha impedido la alternancia en el poder exigida por el régimen democrático, produciendo con eso una devastadora acción contra la república y sus instituciones en el medio o largo plazo, dividiendo a la nación en partes irreconciliables que desgastan su energía inútilmente.

Alegra saber que la reciente elección legislativa hizo inviable una nueva candidatura de Cristina Kirchner para 2015. Pero también me alegra que exista una casi certeza del triunfo de un candidato peronista a la presidencia en esa ocasión.

Electoralmente hablando nunca el peronismo fue más fuerte, ni siquiera Perón llegó a sumar tantos votos como lo hizo el peronismo, en sus diversas vertientes, en la última elección. “Todos son peronistas y todavía no se han dado cuenta”, dijo la Presidente y tenía razón. Si recordamos que en 1983 el peronismo fue derrotado por Alfonsín, candidato del partido radical, estamos obligados a concluir que la democracia trabaja a favor del peronismo -en lo cual no creo- o que el peronismo tuvo suerte y sus líderes la supieron aprovechar.

Un contexto positivo de la actual situación es que la acción política gira, prácticamente, en torno de un único actor y un único régimen. No existe la menor chance de que aparezca una guerrilla, como Montoneros, o un golpe militar, como el de Videla, disfrutando de los mismos grados de popularidad que tuvieron en su momento. Y tampoco existe la chance de que aparezca un político rodeado de intelectuales, como Alfonsín, queriendo fundar un “Tercer Movimiento Histórico”, imaginando que el peronismo pueda ser superado por medio de otro populismo “mejor”. La Argentina hoy es democrática y populista, y si alguien quiere alterar algo de esa ecuación deberá actuar sobre el peronismo, respetando las reglas del juego democrático.

Sabemos que el peronismo es un “animal político” de múltiples cabezas y cuerpos, pero que nadie se equivoque; es un único “animal”. Fue creado así por un Perón inspirado.

Reconozco que la astucia peronista tiene cierta genialidad; no se explica sino cómo, por ejemplo, consigue mantenerse siempre en el papel de víctima a pesar de sus numerosas responsabilidades por las desgracias del país.

Pues bien, creo que la suerte se le está acabando y sus astucias dejando de funcionar. El peronismo, hasta ahora, siempre pudo esconder sus fracasos gracias a la “colaboración” de sus enemigos externos, pero la inexistencia de ellos hará que, por primera vez desde su fundación, los propios peronistas serán los responsables de hacerse cargo del desastre dejado por un gobierno peronista.

El momento propicio para hacer un juicio de valor objetivo sobre una determinada gestión política aparece al final de su ciclo de vida.

Retirados sus líderes del escenario público, sus méritos y vicios quedan claramente expuestos.

Sin embargo, aunque no fueron pocas las veces que el peronismo fue gobierno, hasta ahora esas oportunidades fueron desaprovechadas. En sus dos primeros gobiernos (1946-1955 y 1973-1976) los militares le hicieron el favor de esconder rápidamente la “calidad” de sus gestiones al transformarlos, en ambas ocasiones, en víctimas de sus golpes y de las dictaduras que vendrían en secuencia (1955-1958 y 1976-1983). El fin del ciclo menemista (1989-1999) creó una nueva oportunidad, pero esta vez fue la incompetencia feroz del presidente radical De la Rua (1999-2001), quien realizó la tarea que antes habían cumplido los militares.

El terror económico desatado victimizó salvajemente a la sociedad y nuevamente el peronismo reconstruyó su destino sobre el sufrimiento del pueblo en manos de un gobierno identificado por todos como no-peronista.

Pero en 2015 se producirá una constelación inédita, por primera vez será el peronismo quien deberá pagar sus platos rotos.

El fin del ciclo kirchnerista no supondrá el comienzo de un ciclo no peronista.

La continuidad del peronismo en el poder impedirá que otros lleven la culpa por las consecuencias de la gestión kirchnerista de 2003 a 2015. El peronismo será así víctima de sí mismo, abriendo la posibilidad, por primera vez desde su nacimiento, de que las nuevas generaciones comiencen a observarlo con la objetividad que merece. Los últimos cien años de la política argentina están repletos de mesianismo y tragedia, ha llegado la hora del realismo y la compasión.

Fuente: Clarín (Buenos Aires, Argentina)