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11.12.13

Uruguay: El Partido de la Concertación y sus desafíos

(El Observador) El acuerdo entre colorados y blancos en Montevideo es un acontecimiento de importancia mayor porque abre un escenario político nuevo. En primer lugar, genera, por primera vez desde 1989, un escenario realmente competitivo en Montevideo. En segundo lugar, aumenta la responsabilidad política de las actuales autoridades de la Intendencia de Montevideo. Finalmente, si consiguiera su objetivo, la estrategia de incrementar la cooperación entre colorados y blancos demostraría su eficacia y pasaría, en el corto plazo, a formar parte del menú de opciones posibles en otros departamentos del país pero también, y fundamentalmente, a nivel nacional.
Por Adolfo Garcé

(El Observador) Se va terminando el 2013. A la hora de hacer el balance, como suele pasar en Uruguay, hay tela para cortar. Quiero detenerme a analizar la formación del Partido de la Concertación. Desde mi punto de vista, en materia de competencia política, se trata de la novedad más importante del año.

El camino no fue fácil. La “concertación” entre el Partido Nacional y el Partido Colorado en Montevideo debió superar múltiples obstáculos. El primero, y más importante de todos, era la oposición de Alianza Nacional. El cambio de posición sobre este tema de Jorge Larrañaga, por eso mismo, fue realmente decisivo.

A partir de ese momento el polémico acuerdo interpartidario tuvo que sortear dos problemas adicionales. Por un lado, los promotores de la creación del nuevo lema debieron cumplir con todas las formalidades exigidas por la Corte Electoral para registrar un nuevo partido político. Por el otro, los principales dirigentes colorados debieron vencer la resistencia de Fernando Amado. Finalmente, la convención colorada realizada en setiembre autorizó por amplio margen (531 votos a favor, 26 en contra, 2 anulados) la alianza electoral con los blancos. El camino quedó despejado.

El acuerdo entre colorados y blancos en Montevideo es un acontecimiento de importancia mayor porque abre un escenario político nuevo. En primer lugar, genera, por primera vez desde 1989, un escenario realmente competitivo en Montevideo. En segundo lugar, aumenta la responsabilidad política de las actuales autoridades de la Intendencia Municipal de Montevideo (IMM). Hoy, como nunca, que el FA siga gobernando o no en Montevideo depende en buena medida de la calidad de la gestión que encabeza Ana Olivera. En tercer lugar, obliga al FA a construir una oferta electoral potente, tanto en términos de candidaturas como de propuestas para una gestión futura. Finalmente, si consiguiera su objetivo (desplazar a la izquierda del gobierno departamental), la estrategia de incrementar la cooperación entre colorados y blancos demostraría su eficacia y pasaría, en el corto plazo, a formar parte del menú de opciones posibles en otros departamentos del país pero también, y fundamentalmente, a nivel nacional.

El nuevo partido tiene una “interna” entretenida. De acuerdo a la legislación vigente cada lema puede presentar hasta tres candidatos a intendente. El Partido de la Concertación, hasta la fecha, ha confirmado solamente dos. Aunque algunas declaraciones de Lacalle Pou hicieron pensar, en algún momento, otra cosa, los nacionalistas siguen acompañando la candidatura del diputado Jorge Gandini. Los colorados, por su parte, han vuelto a apostar por Ney Castillo.

Ambos dirigentes tienen perfiles muy distintos. Mientras el candidato del PN es el prototipo del político profesional (dirigente partidario y parlamentario experimentado), el del PC es el paradigma del profesional (médico y oncólogo) que “salta” hacia la política. De ahí derivan, en gran medida, sus respectivas fortalezas y debilidades. Gandini está mucho más fogueado en la lucha política que Castillo. Supongo que será más fácil para los vecinos de Montevideo imaginarlo “topando” con los funcionarios municipales y con su sindicato que al candidato colorado. A su vez, Castillo tiene todo el potencial, a priori tan difícil de ponderar, de los outsiders. No me sorprendería que los electores montevideanos vieran en él, por vocación, estilo comunicacional y trayectoria profesional, a un líder sensible a sus problemas.

Me parece evidente que de aquí derivan desafíos importantes para sus respectivas campañas. Pero, mirado globalmente, la existencia de perfiles distintos fortalece el proyecto opositor. Si el Partido de la Concertación lograra mostrar que su gestión combinará los atributos más claramente distinguibles de ambos líderes (el carácter de Gandini y la sensibilidad de Ney) su potencial electoral se multiplicaría. Dicho de otra manera, me parece evidente que deberían comunicar que no es “Castillo versus Gandini” sino “Castillo con Gandini”, los dos juntos, gobernando Montevideo.

Hace tiempo que pienso que, dado el desgaste inherente a tantos años de gestión, el favoritismo está del lado de la oposición. De todos modos, el resultado final de la elección montevideana es incierto. La campaña electoral será realmente clave. Los montevideanos podremos asistir, por fin, a un debate público intenso entre elencos diferentes y propuestas alternativas. Si quiere retener el gobierno departamental el Frente Amplio (FA) no podrá darse el lujo de esquivar el debate. Estará obligado a defender sus políticas y a formular con claridad sus nuevas propuestas. Para ganar, el Partido de la Concertación tendrá que demostrar claramente que está preparado para darle un nuevo impulso a Montevideo encarando sus principales problemas (gestión de la basura, transporte colectivo, tránsito, etcétera).

La elección en Montevideo promete ser un hito importante. Después de muchos años de predominio incontestado el FA estará obligado a rendir cuentas. La oposición deberá formular propuestas viables porque “corre el riesgo” de ganar. Habrá incertidumbre y debate. En términos de calidad de la democracia este panorama está llamado a contrastar con la elección nacional. Tabaré Vázquez acaba de confirmar lo que todos sospechábamos: una vez más pondrá la bañadera adelante del arco y, pase lo que pase, no debatirá con sus adversarios.

Fuente: El Observador (Montevideo, Uruguay)