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19.09.14

El bloque partido

(El Observador) En el balotaje cada voto vale una fortuna. Si los blancos no logran que todos y cada uno de quienes voten a Bordaberry en octubre se inclinen por Lacalle Pou en noviembre pueden terminar perdiendo la elección.
Por Adolfo Garcé

(El Observador) El Partido Colorado está atrapado en un dilema realmente complicado de resolver. Si no eleva el tono en la competencia con el Partido Nacional corre el riesgo de votar peor que hace cinco años. Pero si lo hace obstaculiza la imprescindible circulación de votantes colorados en la primera vuelta hacia el candidato del PN en la segunda vuelta. Este dilema, hoy por hoy, es el más importante de la campaña electoral dado que todo indica que la elección se habrá de dirimir en el balotaje. Veamos esto más despacio.

Es cierto que, por diferentes razones, los colorados suelen votar mejor que lo que las encuestas anuncian. Aun así, es evidente que las perspectivas del PC, a un mes y medio de la elección, son bastante peores que las que se podían trazar hace dos años atrás. En ese momento, había buenas razones para pensar que hasta podían terminar disputando el segundo lugar en el ranking con el PN. Hoy por hoy, está claro que esto es realmente muy improbable.

Para entender por qué el PC no despega hay que combinar argumentos diferentes. En primer lugar, hay un factor coyuntural: todo indica que el triunfo de Luis Lacalle Pou en la primaria del PN, además de complicar la estrategia electoral del Frente Amplio, terminó siendo un golpe devastador para los colorados. En segundo lugar, hay un factor de orden estructural: como el FA se apoderó de sus bases sociales tradicionales (electores urbanos), el PC está obligado a conquistar el apoyo de los votantes del interior (el bastión tradicional de los blancos).

Es lógica pura. El instinto de supervivencia obliga al PC a competir con el PN. No hay nada de qué asombrarse. Desde este punto de vista es perfectamente normal que los colorados hayan insistido, durante todo el mes pasado, en criticar severamente al candidato del nacionalismo (cuestionado su “inexperiencia”, comparando sus propuestas en materia de hacinamiento carcelario con las políticas del exministro frenteamplista José Díaz, acusándolo, incluso, de intento de “extorsión”…).

Cada crítica de los colorados al PN y su candidato hace aumentar la probabilidad de la victoria de Vázquez en segunda vuelta. ¿Cómo hará, cuando llegue la hora del balotaje, Pedro Bordaberry para persuadir a los electores colorados de votar por Lacalle Pou luego de haberlo cuestionado con tanta severidad?

En el balotaje cada voto vale una fortuna. Si los blancos no logran que todos y cada uno de quienes voten a Bordaberry en octubre se inclinen por Lacalle Pou en noviembre pueden terminar perdiendo la elección. El FA, que no ha derrochado imaginación en esta campaña electoral, en cambio, ha dado señales claras de entender el valor del “voto colorado”. No en vano el propio Tabaré Vázquez se ha ocupado de lanzar el señuelo dando máxima difusión al ingreso a filas frenteamplistas de algunos connotados dirigentes colorados (y, no casualmente, batllistas) como Glenda Rondán, Alberto Scavarelli o Daniel Borrelli.

Hay quienes afirman que el PN no tiene por qué hacer ningún esfuerzo especial para asegurar que los votantes de Bordaberry apoyen a Lacalle Pou en el balotaje. Alcanzaría, de acuerdo a esta interpretación, con la afinidad ideológica existente. Es posible. Pero yo no estaría tan seguro. En primer lugar porque, hace cinco años, José Mujica se las ingenió para captar votos wilsonistas en el balotaje con Lacalle Herrera. En segundo lugar porque los electores de uno de los partidos tradicionales (los del PN) apoyaron disciplinadamente al candidato del otro partido (Jorge Batlle del PC) en noviembre de 1999 en circunstancias realmente muy especiales. Colorados y blancos habían gobernado juntos cinco años, sin conflictos ni tensiones. Y lo habían hecho exitosamente (no en vano esa coalición fue reelecta). La situación actual es bien distinta. Colorados y blancos vienen de cinco años de dura competencia entre sí (las tensiones recientes no son otra cosa que la última perla de un largo collar). La última experiencia de cogobierno (2000-2002), además, terminó en un gran desastre.

Retomando el argumento central. Es inevitable que los colorados polemicen con los blancos. Es completamente lógico que los blancos, a su vez, se alarmen y traten de asordinar los cuestionamientos. El problema de fondo sigue estando en otro lado. Colorados y blancos, blancos y colorados, siguen sin poder construir un equilibrio entre competencia y cooperación que les permita disputar entre sí apoyos (dentro del bloque de electores no frenteamplistas) sin afectar la competencia con el otro bloque político (el del FA). Compiten entre sí 50 meses sobre los 60 que dura cada mandato presidencial. Solamente se esfuerzan en presentarse ante la ciudadanía como una oferta de gobierno unificada, coherente y creíble, durante el mes del balotaje.

El problema no es fácil de resolver. A nivel departamental, en Montevideo, les llevó mucho tiempo encontrar una ingeniería electoral funcional al objetivo de competir con el FA. A nivel nacional, desde mi punto de vista, siguen sin poder resolver bien el dilema. La política uruguaya tiene dos bloques. Ambos presentan diferencias internas significativas. Curiosamente, el FA, que es el bloque que alberga las disputas ideológicas más profundas, es el que está mejor preparado institucionalmente para disimularlas a la hora de la elección.

Fuente: El Observador (Montevideo, Uruguay)