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18.03.15

La política exterior del FA: otro campo minado

(El Observador) Este conflicto signó las dos gestiones del FA. Durante el primer mandato estalló cuando el presidente Tabaré Vázquez y el entonces ministro de Economía, Danilo Astori, impulsaron sin éxito la firma de un TLC con EEUU. Volvió a instalarse durante el gobierno de Mujica cuando, otra vez Danilo Astori, ahora desde el cargo de vicepresidente, sostuvo que Uruguay, sin quebrar el Mercosur, debía ingresar como miembro pleno a la Alianza del Pacífico.
Por Adolfo Garcé

(El Observador) Como es sabido, el Frente Amplio encara su tercer mandato contando, una vez más, con mayoría absoluta en ambas cámaras. Por ende, a diferencia de lo que pasaba antes del advenimiento de la Era Progresista, desde el punto de vista de la gobernabilidad, en vez de gobiernos de coalición tendremos, otra vez, un gobierno de partido. Por tanto, para entender por dónde asomarán los principales conflictos políticos del quinquenio que acaba de iniciarse hay que prestar especial atención a las diferencias ideológicas en la interna del FA.

Siguiendo esta pista, a lo largo de las últimas semanas, he venido examinando los conflictos potenciales. No hay que asombrarse si estallan, argumenté, tensiones entre el gabinete (de leales) y la bancada parlamentaria frenteamplista (donde predominan rivales del presidente). También es muy probable que existan choques en el Poder Ejecutivo a propósito de qué estrategia impulsar en las empresas públicas. Hoy quiero detenerme en otra de las arenas conflictivas: la política exterior.

Neoinstitucionalistas (astoristas) y desarrollistas (Grupo de los 8) no solo tienen visiones respecto a qué hacer con las empresas públicas. También discrepan respecto a cuál es la mejor estrategia de inserción comercial del país. Aunque, en el plano retórico, coinciden en que el camino a seguir es del “regionalismo abierto”, en los hechos las diferencias están lejos de ser triviales. Para el Grupo de los 8 no hay desarrollo económico sin innovación e industrialización, y sin la generación de “cadenas de valor” entre empresas de la región. Esto, a su vez, solamente es posible en el contexto de un Mercosur vivificado y dinámico. Para los astoristas, en cambio, la apertura comercial al “resto del mundo” genera más oportunidades que problemas.

Este conflicto signó las dos gestiones del FA. Durante el primer mandato estalló cuando el presidente Tabaré Vázquez y el entonces ministro de Economía, Danilo Astori, impulsaron sin éxito la firma de un TLC con EEUU. Volvió a instalarse durante el gobierno de Mujica cuando, otra vez Danilo Astori, ahora desde el cargo de vicepresidente, sostuvo que Uruguay, sin quebrar el Mercosur, debía ingresar como miembro pleno a la Alianza del Pacífico. Mujica, fiel a su estilo, dio señales contradictorias pero, finalmente, se alineó con los desarrollistas: Uruguay sería solamente “observador” porque “no podemos violentar el Mercosur”.1

La cuestión del ingreso de Uruguay a la Alianza del Pacífico promete agitar las aguas dentro del gobierno tanto como el TLC con EEUU en 2006. Durante el año 2013, en el marco del trabajo de campo de su tesis de Doctorado en Ciencia Política, Camilo López (ICP-FCS-Udelar) realizó una encuesta sobre temas de política exterior a parlamentarios de todos los partidos. Como puede verse en la tabla 1, el 55% de los legisladores de la época estaba a favor del ingreso de Uruguay como miembro pleno (55%). Pero el 58% de los parlamentarios frenteamplistas se manifestaba en contra. Dentro del FA, como muestra la tabla 2, existían claras diferencias entre astoristas (claramente a favor) y las fracciones más de izquierda (MPP, PCU, PS y VA, claramente en contra).

El programa del FA, largamente negociado durante el 2013, le concede al astorismo que Uruguay pueda “observar” la marcha de la Alianza del Pacífico. Pero insiste en que la prioridad es la inserción regional. Dice textualmente: “Asimismo se reconoce el espacio comercial de la Alianza del Pacífico, al que Uruguay pertenece como miembro observador. La pertenencia plena a este mecanismo solo será posible en la medida que no confronte con nuestros objetivos de integración y negociación en el Mercosur. Cualquier abordaje de negociación tendiente a suscribir tratados bilaterales o multilaterales comerciales deberá garantizar las necesidades y los objetivos del desarrollo nacional. Los términos en que se acepte negociar áreas tales como normas de competencia, compras gubernamentales, propiedad intelectual, servicios o barreras técnicas al comercio, no deberán perjudicar el desarrollo sustentable del país (…). Particularmente, no se deberá afectar la estrategia de integración que se viene llevando a cabo, en especial nuestra pertenencia prioritaria al Mercosur” (p. 147).2

La crisis que ha estallado, casi simultáneamente, en Brasil y Venezuela, como resultará obvio, debilita el Mercosur y, por ende, es un golpe para la perspectiva de los desarrollistas. Esto, a su vez, puede fortalecer las expectativas de quienes consideran que Uruguay debe mirar más allá de la región e incorporarse como miembro pleno a la Alianza del Pacífico. Si esto ocurre, si se alejan del Atlántico y ponen proa al Pacífico, la interna del FA volverá a conmocionarse como hace 10 años. 

1 Camilo López (2015). “Partidos políticos, ideología y política exterior en Uruguay (2010-2014)”. Colombia Internacional 83, pp. 135-169.

Fuente: El Observador (Montevidedo, Uruguay)