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04.08.15

¿Scioli es el maltratado que se vuelve patota?

(TN) A Scioli hay que tomárselo en serio, no subestimarlo, como él siempre dice, porque Scioli no piensa ser un presidente débil, dejándose controlar por Cristina y el resto de los peronistas. Ni tampoco uno que haga el papel que los no peronistas esperan de él: rebelarse contra Cristina, apoyándose en todos los demás humillados por ella, para compartir generosamente el poder. En ninguno de los dos casos se lo imagina como un poder amenazante y ese puede ser un error de trágicas consecuencias.
Por Marcos Novaro

(TN) En los últimos días lo hizo dos veces, y en ambos casos en circunstancias y con un acento que no ayudan a disculparlo, ni a hablar de meros deslices.

Primero fue ante la crítica que le lanzó Mauricio Macri por su directa o indirecta complicidad en el desplazamiento del juez Claudio Bonadío de la causa Hotesur.

Ya que se lo acusaba de participar de una de las iniciativas judiciales más objetables del kirchnerismo podría haber reaccionado moderadamente, para al menos diferenciarse de éste en el estilo, como hasta aquí muchas veces buscó hacer. Pero siguió sorprendentemente el camino opuesto.

No sólo sostuvo que el que merece protección es Máximo Kirchner, no los funcionarios judiciales que lo investigaban, sino que adoptó el desagradable e irritante giro de humillar a sus críticos, algo que a lo largo de estos doce años se esmeraron tanto en volver habitual los Kirchner: aludió con desprecio a su contrincante en la carrera hacia la Casa Rosada como “el expresidente de Boca”.

La segunda vez fue en el reportaje aparecido el sábado pasado en Clarín. Allí ni siquiera medió una “provocación” de Macri. Fue ante una muy esperable interrogación periodística que Scioli salió con los tapones de punta, reciclando contra el jefe del PRO el más famoso de los gestos patoteros de una década prolífica en patoteadas gubernamentales: “¿estás nervioso Mauricio?” le espetó, sin que viniera al caso.

Encima lo hizo en el diario y en la cara de los periodistas que sufrieron directa y cotidianamente este gesto patotero durante todos estos años. ¿No habrá sido demasiado?

¿Fue pura insensibilidad de su parte, un típico reflejo de quien se siente ganador y se va de mambo, o parte de una meditada estrategia para demostrar poder, de cara a la batalla electoral pero también para dejar sentadas las reglas y pautas con que prevé gobernar?

Ante todo es evidente que Scioli piensa cada paso que da, y que le interesa especialmente en este momento hacer gala de su musculatura, mostrarse fuerte, todo un machazo, para evacuar la sospecha de que va a ser un presidente débil controlado por Cristina Kirchner y los suyos.

Aunque esto no es todo: también cabe colegir que está haciéndonos saber cuáles son sus verdaderas ideas sobre el ejercicio del liderazgo. Nos hemos cansado de escuchar dos interpretaciones alternativas sobre su futuro y lo que puede ofrecernos: que está condenado a ser débil, por tanto inofensivo, o que nos va a liberar de los abusos kirchneristas, y por tanto va a reequilibrar el poder, cualquier cosa que haga va a ser beneficiosa para la democracia.

Pero tal vez haya que considerar seriamente una tercera alternativa: que se esté preparando para reemplazar una patota por otra, probablemente más abarcativa y “consensual” que la kirchnerista, pero en esencia no muy diferente,y en consecuencia conviene temerle tanto a su fracaso como a su eventual éxito.

En suma, que hay que tomárselo en serio, no subestimarlo, como él siempre dice, porque Scioli no piensa ser un presidente débil, dejándose controlar por Cristina y el resto de los peronistas. Ni tampoco uno que haga el papel que los no peronistas esperan de él: rebelarse contra Cristina, apoyándose en todos los demás humillados por ella, para compartir generosamente el poder. En ninguno de los dos casos se lo imagina como un poder amenazante y ese puede ser un error de trágicas consecuencias.

Escuchándolo hablar del consenso, de la fe y las buenas maneras me trajo el recuerdo de José Luis Manzano en tiempos de la Renovación Peronista. Corría 1987, los renovadores parecía que se habían despejado el camino a la presidencia y muchos intelectuales progresistas, y también votantes atentos a la democracia y la república no se cansaban de celebrarlo: por fin íbamos a conocer un peronismo civilizado, socialdemócrata, moderado, republicano, y con no sé cuántas virtudes más. Pero Manzano, con esa desfachatez tan suya que luego lo llevaría lejos, mucho más lejos que al resto de la Renovación, estando entre amigos les advertía: “ojo, que nosotros somos apenas el rostro intelectual de la patota”. De Scioli, obviamente, no puede esperarse tanta sinceridad.

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)