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04.12.15

Diversidad y democracia participativa en el Consejo de Observadores del proceso constituyente

(El Líbero) La forma en que se generó este Consejo refleja la errada concepción de lo que Bachelet entiende por democracia participativa. Si no hay poder de resolución en la participación, entonces sólo se trata de consultas no vinculantes.
Por Patricio Navia

(El Líbero) La forma en que se hizo el anuncio y la nómina de integrantes del Consejo Ciudadano de Observadores (CoCO) que “acompañará el proceso constituyente y dará garantías de transparencia y equidad” refleja los errores de diseño e implementación de la hoja de ruta constitucional de la Presidenta Bachelet y evidencia las incongruencias de la conceptualización que tiene este gobierno de lo que significa la participación ciudadana.

El alambicado lenguaje usado por Bachelet refleja la confusión que existe en la cabeza de la Presidenta sobre en qué consiste un proceso constituyente. Bachelet dijo que al crear este Consejo se busca “dar garantías de que habrá total equidad en la elaboración de la nueva Constitución, de que no habrá ninguna visión favorecida o perjudicada en los espacios de participación, sino que estarán presentes todas las miradas, de una forma u otra”. Sin entender que el proceso constituyente precisamente consiste en favorecer algunas visiones sobre otras al regular la forma en que funcionarán las instituciones del país, Bachelet además cree que una comisión de su confianza puede dar las garantías. En la visión de Bachelet, hemos pasado de un Chile donde las Fuerzas Armadas eran garantes de la institucionalidad a uno en que una comisión nombrada por la Presidenta lo es.

Además de darle un nombre (Consejo Ciudadano de Observadores) propio de una novela de dictadores de García Márquez, Roa Bastos o Vargas Llosa que de una democracia consolidada y seria, Bachelet armó una ensalada de significantes vacíos al hacer su anuncio (“institucional, participativo y democrático, pero que también es solemne y profundamente republicano y, en ese sentido, debemos vivirlo como una hermosa tarea ciudadana”).

Para demostrar que ni ella cree en lo que dice, la composición de la comisión ni siquiera refleja la diversidad de Chile. De los 15 miembros, sólo tres son mujeres. Para alguien que lideró ONU-Mujer y que ha defendido las cuotas de género, esta actitud de predicar algo muy distinto a lo que hace es un insulto para todas las activistas que han defendido por décadas la inclusión de la mujer. Por cierto, el legado de Bachelet en promover mujeres a puestos de relevancia nacional ha sido lamentable. Hasta el Presidente Piñera, que públicamente rechazó la paridad de género y de quien se esperaba mucho menos en materia de género, fue más proactivo en nombrar mujeres.

Pero el género no es la única dimensión de diversidad en que CoCO queda al debe. Sólo uno de los 15 miembros vive en regiones. Ni los más centralistas del país creen que Santiago debe pesar 15 veces más que el resto del país, donde vive el 60% de la población. En el comité también brillan por su ausencia los jóvenes (sub 40) y los chilenos de bajos ingresos (sólo uno de los 15 miembros vive con sueldo de menos de siete dígitos). El barrio alto de Santiago -que menos quiere cambiar la constitución actual- está sumamente sobre representado así como el contingente de exalumnos de colegios privados.

Es cierto que en todas las esferas de poder en Chile existen estos mismos sesgos de ingreso, clase, género, metropolitano y origen privilegiado. Pero se supone que la nueva Constitución aspira a ser un proceso participativo que siente las bases de un Chile distinto. El punto de partida de este proceso permite anticipar que hay buenas posibilidades de que terminemos en el mismo punto de partida. Para eso, mejor no perder el tiempo en una travesía que no nos llevará a ninguna parte.

La forma en que Bachelet está implementado la iniciativa es igualmente decepcionante. La comisión no tiene un mandato claro. “Acompañar” puede ser interpretado de cualquier forma. “Garantizar” es imposible para una comisión ad honorem sin presupuesto ni capacidad resolutiva. No hay derechos ni responsabilidades, sólo buenas intenciones. Con los recuerdos frescos de la frustración que produjo la poca tracción de las recomendaciones de la Comisión Engel, tomar de nuevo el camino de la comisiones ciudadanas sin diente ni mandato sustantivo es repetir un mal chiste.

Pero por sobre todo, la forma en que se generó este Consejo refleja la errada concepción de lo que Bachelet entiende por democracia participativa. Si no hay poder de resolución en la participación, entonces sólo se trata de consultas no vinculantes. Invitar gente a la cena, pero sin derecho a comer ni a sentarse a la mesa no es una invitación de verdad. Es cierto que la democracia participativa constituye un desafío mayor para una democracia que se construyó sobre un modelo representativo. Pero por eso mismo, llenarse la boca prometiendo participación cuando apenas les participas de una boda que ni siquiera sabemos si va a ocurrir pero les adviertes que no podrán entrar a la fiesta es un acto de deshonestidad intelectual, populismo e irrespeto por los valores democráticos que la Presidenta Bachelet prometió defender.

Fuente: El Líbero (Santiago, Chile)