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28.07.16

Operación Choquehuanca: Evo Morales nuevamente lo hizo

(PolíticayEconomía) Aunque su táctica parezca un contrasentido para los expertos en relaciones internacionales, el presidente de Bolivia, Evo Morales nuevamente ofuscó al gobierno chileno, con una acción sorpresiva, que puso al descubierto la falta de una estrategia adecuada –no convencional- por parte de Chile, para enfrentar a un rival declaradamente díscolo y obcecado.
Por Hugo Traslaviña

(PolíticayEconomía) Mientras Evo Morales es diestro en el uso de la retórica y el discurso populista para perseguir sus objetivos, las autoridades chilenas, desprovistas de herramientas similares, caen con facilidad en la trampa comunicacional que le impone el gobernante paceño. Poco y nada sirvió en esta ocasión el consejo asesor de alto nivel con que cuenta el ministro de Relaciones Exteriores, Heraldo Muñoz, para enfrentar el conflicto con Bolivia.

Al parecer de manera innata, Evo Morales sabe cómo y cuándo impactar en los medios. Por eso elige hábilmente las herramientas que están a su alcance y que distan mucho de la formación académica y diplomática que tienen sus adversarios chilenos. Su objetivo es de corto alcance, porque primero pretende distraer y/o llamar la atención, especialmente cuando enfrenta conflictos internos, como fue en esta ocasión el anuncio de una protesta de camioneros en su país.

Por eso la visita que el canciller boliviano David Choquehuanca concretó a los puertos de Arica y Antofagasta, el 18 y 19 de julio, descolocó al gobierno chileno. Fue una operación orquestada, porque el canciller boliviano se hizo acompañar por una delegación de 57 personas, entre ellos más de una decena de periodistas. Con indisimulada arrogancia dijeron que venían a “inspeccionar” los puertos de Arica y Antofagasta, por donde fluye la mayor parte del comercio exterior marítimo de Bolivia. Era de esperar que la sola palabra “inspeccionar” irritaría a las autoridades y a los dirigentes políticos chilenos, de un amplio espectro ideológico, quienes de inmediato reaccionaron con declaraciones y argumentos defensivos, frente a un hecho consumado.

Nada pudo hacer la cancillería chilena para que Choquehuanca y su numerosa comitiva se sometiera a las normas diplomáticas básicas, aplicables a cualquier país que mantiene relaciones normales con Chile. Pero como bien es sabido, no es el caso de Bolivia. Por lo tanto, al gobierno de Bachelet no le quedó otra opción que catalogar esta sorpresiva llegada de los bolivianos como una “visita privada”, en que los procedimientos de recepción distan mucho de la formalidad y el boato diplomático. Entre otras cosas, a un simple ciudadano se lo somete a una revisión convencional en aduana y se le puede obstruir el paso cuando intenta ingresar a un recinto privado, como de hecho ocurrió con la espera de seis horas a que fue sometida la delegación boliviana en el puerto de Arica. Como una vuelta de mano, esta larga espera exasperó a los visitantes bolivianos y los impulsó a lanzar duras diatribas contra el gobierno chileno. Quizás no estaba planeado, pero al final del periplo

por tierras chilenas, los bolivianos se dieron la licencia para entonar el himno con que reivindican los territorios que pertenecieron a Bolivia, en un improvisado coro en el puerto de Antofagasta.

El balance del suceso indica que un trato como el que efectivamente recibió, era el que esperaba deliberadamente la delegación y el gobierno bolivianos, precisamente para amplificar el alcance mediático de la operación. Aunque no lo hubieran querido así, con sus declaraciones reactivas las autoridades chilenas contribuyeron al logro de este objetivo propagandístico.

La molestia chilena culminó con el envío de dos notas de protesta al gobierno boliviano y con la decisión de suspender el beneficio del pasaporte diplomático para las autoridades de ese país. De este modo, cuando éstas deseen ingresar a territorio chileno deberán solicitar una visa, como ocurre con el común de los viajeros del vecino país cuando quieren viajar a Chile.

Acción de happening

Desde el punto de vista político, las supuestas irregularidades que habría observado en terreno aquella delegación, no tienen la misma trascendencia que tuvo la operación Choquehuanca en el plano comunicacional. De existir tales irregularidades, el gobierno boliviano debiera presentar una queja diplomática formal, en el marco del Tratado de 1904 y nuevamente recurrirá a su destreza comunicacional para amplificar el impacto.

La operación Choquehuanca es un recurso conocido como happening en la jerga de la clásica teoría de comunicaciones. Es decir, una acción fuerte e inesperada para captar la atención del público. El objetivo fue logrado con creces por Evo Morales, porque repuso en las primeras planas de la prensa internacional su disputa bilateral con Chile.

“Ahora el mundo sabe exactamente cómo nos tratan los chilenos (…) mientras Bolivia se desarrolle económicamente con seguridad, va a haber esta clase de políticas de intimidación, de represión, de escarmiento”, declaró Morales, en su balance preliminar de la operación Choquehuanca. Agregó que la tramitación de seis horas que éste tuvo antes de lograr entrar al puerto de Arica “es una política de escarmiento, pero no por eso vamos a asustarnos”.

Por lo tanto, como objetivo comunicacional la operación Choquehuanca fue exitosa. Esto porque se trató de un viaje atípico, de tres altas autoridades políticas (el canciller y los presidentes de las dos cámaras del parlamento) a un país vecino con el cual no hay relaciones diplomáticas normales. A esto se agrega la actitud desafiante de Morales, los pormenores del traslado (por tierra) de los viajeros y la batahola periodística que se armó con las declaraciones in situ de los miembros de la delegación, azuzados por la actitud refractaria con que fueron atendidos por los ejecutivos en los puertos de Arica y Antofagasta.

Sin embargo, el happening boliviano alineó inesperadamente al gobierno de Bachelet con los dirigentes políticos chilenos, de manera transversal, de derecha a izquierda. Transitoriamente quedaron aislados los sectores y movimientos más radicales que simpatizan con la cruzada de Evo Morales, para obtener una salida al mar por territorio chileno. Estos últimos, si bien pueden estar de acuerdo con tal aspiración, esta vez podrían poner en duda la forma escogida por Evo Morales para hacer presente su reivindicación. Esto porque la operación Choquehuanca dejó traslucir una actitud desembozadamente agresiva del mandatario boliviano para avanzar hacia una solución del conflicto con Chile, que sólo la miopía del fanatismo podría desconocer.

Mientras tanto, por el lado del gobierno chileno se devela, una vez más, la falta de inteligencia comunicacional para no caer presa de las provocaciones de Evo Morales, quien ha demostrado sobradamente que su principal arma es el discurso populista para conseguir adhesión a su causa.

Aun con todo lo informal, sorpresiva y enfocada en un objetivo mediático que pudo haber tenido esta visita, los analistas de la cancillería chilena debieran haber optado por una táctica no confrontacional, destinando a alguna autoridad equivalente a la investidura de los visitantes, para recibirlos en Arica y Antofagasta, minimizando con ello el impacto comunicacional. En cualquier circunstancia, lo cortés no quita lo valiente.

Sin embargo los hechos avanzan irremediablemente por el carril de la confrontación. Así, es probable que en el tiempo que le queda a Evo Morales en el poder (hasta enero de 2020), éste no verá concretada su aspiración de una salida al mar soberana para su país, pero pasará a la historia como uno de los presidentes bolivianos que por más tiempo habrá irritado a los gobernantes chilenos.

Fuente: Política y Economía (Santiago, Chile)