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03.11.16

El voluntarismo de los partidos en riesgo de sucumbir a la crisis de Nueva Mayoría

(Política & Economía) Desde mucho antes de las elecciones municipales del 23 de octubre pasado, el conglomerado de Nueva Mayoría estaba incubando el deterioro interno, de la mano de la caída del apoyo ciudadano a la Presidenta Michelle Bachelet (1). Los resultados de aquella jornada electoral dieron una leve ventaja a la oposición de derecha, motivo suficiente para poner al descubierto las desavenencias internas y empujar al conglomerado oficialista a un proceso de descomposición que pone en duda su continuidad.
Por Hugo Traslaviña

(Política & Economía) Hay fuegos cruzados al interior de Nueva Mayoría (NM), dentro de los mismos partidos que la componen (siete) y ahora entre esta coalición y el gobierno de Bachelet. Después del retroceso electoral del 23 de octubre, los principales partidos de NM (Democracia Cristiana, Partido Socialista, Partido Por la Democracia, Partido Comunista y Partido Radical), intensificaron sus críticas al gobierno, responsabilizándolo en parte de los resultados. A esto contribuyó una seguidilla de desaciertos del propio gobierno, incluyendo las malas relaciones del poder Ejecutivo con el Legislativo, así como la deficiente gestión en áreas sociales sensibles y el pobre desempeño económico en los dos años y medio del segundo mandato bacheletista.

La base de apoyo político de Bachelet quedó con una fractura expuesta después de los comicios del 23 de octubre. Junto con perder más de 300.000 sufragios, en comparación con la elección municipal de 2012, esta vez NM cedió a la derecha importantes enclaves en la Región Metropolitana, como Santiago, Providencia, Macul, Maipú y La Reina. No se vislumbra que en los próximos meses las cosas puedan cambiar, puesto que se avecinan nuevos frentes de disputas, a raíz de las elecciones presidenciales y parlamentarias del próximo año.

Lo que está meridianamente claro es que la frágil cohesión que mostraron los partidos de NM en las elecciones de diciembre de 2013, está terminando antes que lo esperado. Esto es, antes que termine el segundo mandato de Bachelet, en marzo de 2018.
Atrás habrá quedado el intento de NM de proyectar la exitosa Concertación de Partidos por la Democracia, que gobernó a los chilenos durante dos décadas (1990-2010), incorporando esta vez al Partido Comunista.

Comienzo promisorio

NM tuvo un éxito indiscutido al comienzo, a tal punto que enardecidos por la holgada ventaja lograda en las elecciones de 2013, tanto en la presidencial como en la parlamentaria, llevó a algunos de sus líderes al paroxismo político, amenazando con pasar una retroexcavadora a los cimientos del sistema político y económico implantado durante la dictadura de Pinochet (2). Con similar convicción política la Presidenta Bachelet se esmeró en acelerar las reformas que ofreció al país, en los planos tributario, laboral, educacional, previsional y constitucional. A estas alturas, en la segunda mitad de su gobierno, solo ha logrado hacer aprobar la tributaria y la laboral, aunque con reparos transversales, de izquierda a derecha.

Mientras tanto, el extraño y forzado afán de convivencia entre la Democracia Cristiana y el Partido Comunista al interior del bloque gobernante, ha desatado sordas disputas valóricas, lo que hace impensable que en el futuro se pueda repetir el experimento de NM. Esto es, alinear en un mismo programa de gobierno a un partido centrista con fuerte arraigo en la moral de la Iglesia Católica (distante incluso de la moral del protestantismo europeo), con un partido marxista aferrado a las viejas tradiciones agnósticas y luchas proletarias que simpatizan con los regímenes de Cuba y el chavismo.

Así y todo, ambos partidos, la Democracia Cristiana y el Partido Comunista, que operan desde las antípodas ideológicas dentro de NM, han mantenido respeto y tolerancia mutua. Esto contrasta con otras relaciones partidarias al interior de la alianza frente a temas controvertidos. Sin ir más lejos, no fue un comunista quien amenazó con aplicar la retroexcavadora al sistema implantado por Pinochet, desatando la ira en el sector más conservador de la DC; ni han sido los democratacristianos los que han apuntado directamente a los comunistas en la discusión de temas sensibles como son los casos del proyecto de ley sobre el aborto terapéutico y del acuerdo de unión civil para parejas de un mismo sexo.

Disputa con La Moneda

Entretanto, un riesgo de fractura mayor se da hoy en la disputa desbocada entre los partidos de NM, como un todo, con una Presidenta Bachelet cada vez más atrincherada en La Moneda y apoyada en un reducido círculo de colaboradores de estrecha confianza.

Un claro ejemplo del quiebre de los partidos gobiernistas con Bachelet lo dio la Democracia Cristiana días después de las elecciones municipales, cuando su presidenta Carolina Goic anunció que congelaba su participación en las reuniones habituales de coordinación con el gobierno. Ello, como acto de protesta por la destitución de su protegida ministra Javiera Blanco, de la cartera de Justicia (3) y por el despido del director del Servicio de Registro Civil, Luis Acevedo (militante DC), debido a los gruesos errores de información sobre el domicilio electoral de 463.000 ciudadanos que le fue transferido al Servicio Electoral (Servel), para que éste a su vez elaborara el padrón de votantes usado en la última elección.

Otra grave confrontación de los partidos de NM con el gobierno ocurrió el 2 de noviembre pasado, cuando una aplastante mayoría de sus diputados votó en contra del proyecto de ley de reajuste para los empleados públicos, por considerarlo insuficiente (3,2%), lo que puso en serios aprietos al ministro de Hacienda Rodrigo Valdés.

Este revés en la Cámara impuso a Bachelet y sus ministros un nuevo obstáculo legislativo, que se suma al natural escrutinio de la oposición de derecha, frente a los nuevos proyectos de ley que envíe el equipo político de La Moneda al Congreso. El equipo político está en la mira de casi todos los líderes de NM, apuntando directamente sobre los ministros del Interior, Mario Fernández; de Hacienda, Rodrigo Valdés; Secretaría General de la Presidencia, Nicolás Eyzaguirre; y Secretaría General de Gobierno, Marcelo Díaz.

Todos ellos han sido cuestionados debido –por una parte- al torpe manejo de las negociaciones pre legislativas y –por otra- al mal diseño de algunos proyectos, como ocurrió con una suerte de iniciativa de ley express que envió La Moneda al Congreso, una semana antes de las elecciones del 23 de octubre. Esto con el fin resolver el problema del padrón electoral. Los parlamentarios oficialistas advirtieron que el proyecto ofrecía más problemas que soluciones (técnicos y legales) y el propio gobierno optó por retirarlo.

El padrón electoral usado el 23 de octubre aparentemente privó de votar a casi medio millón de chilenos, aunque en rigor ni siquiera se molestaron en reclamar. Probablemente, con o sin error del padrón electoral, estos potenciales votantes ya formaban parte del 65% de ciudadanos que prefirió abstenerse de ejercer este derecho, por distintos motivos, no necesariamente en un gesto de repudio a los políticos, como han sostenido ciertos analistas. Ocurre que desde cuando se implantó el voto voluntario y la inscripción automática de los electores, en 2012, estaba previsto que cayera la participación electoral, tal como ha ocurrido en otros países donde se aplica esta modalidad.

Después de las elecciones del 23 de octubre, arreciaron las críticas de los parlamentarios oficialistas y de los dirigentes de NM contra los ministros del equipo político. Pero la Presidenta Bachelet se ha resistido a sacarlos, en señal del poder que ejerce frente a los partidos aliados. Es su modo de gobernar, impedir el co-gobierno, ayudada por el fuerte sesgo presidencialista que tiene la actual institucionalidad chilena. A esto se agrega el afán de demostrar que ella está en La Moneda gracias al capital político personal que otrora le permitió ser la primera mujer Presidenta en la historia de Chile y que al cabo de cuatro años la impulsó a retornar en gloria y majestad a este mismo cargo, apoyada hasta ese momento en sus atributos personales, hoy prácticamente desperfilados por la sucesión de errores cometidos en su segundo mandato. Habida cuenta también del grave daño personal que le causó el destape del tráfico de influencias urdido por su nuera.

Carrera presidencial

En los últimos días las disputas cruzadas han tomado un nuevo impulso, debido a la competencia por la nominación de las candidaturas presidenciales, que pretenden el reemplazo de Bachelet en el poder. En una suerte de “Zorba el griego”, en este caso de una muerte anticipada de su gobierno, la Presidenta comienza a lidiar con varios fantasma que le quitan protagonismo político e, incluso, hasta le roban parte de su legitimidad para impulsar las acciones propias de su investidura.

La pista se puso cuesta arriba a los postulantes presidenciales que moran en NM, tanto porque ya dejaron de recibir parte de los bemoles y el carisma que otrora irradiaba Michelle Bachelet, como porque a priori descartan que el bloque de NM pueda servirles de plataforma de despegue. En este contexto, llama la atención que el competidor mejor posicionado dentro de NM –según encuestas recientes- es el senador Alejandro Guillier, quien siendo sólo un allegado a un partido casi marginal dentro de NM (el Radical), es visto como una reserva potencial, o como sustituto de la vieja casta política que estaría extinguiéndose junto con el conglomerado.

Los sondeos realizados hasta octubre pasado indicaban que Guillier tendría un mejor desempeño que el ex Presidente Ricardo Lagos, compitiendo con el casi seguro candidato de la derecha, el ex Presidente Sebastián Piñera. En términos simples, a ojos de los encuestados del estado llano, los menos politizados, mientras a Lagos se lo identifica con la vieja política y con las élites de los poderes fácticos (incluyendo a los empresarios), a Guillier lo rescatan como un político atípico y cercano a la gente sencilla. Mal que mal este senador provinciano se hizo famoso como hombre ancla en la televisión, desde donde cultivó un perfil de cercanía y credibilidad con la audiencia.

Sin embargo, está por verse si Lagos, Guillier u otro candidato surgido desde NM serán capaces de cautivar nuevamente a diversidad de partidos que integran este bloque, mientras observan resignados su lento proceso de extinción.

En las elecciones del próximo año quizás sea otra la versión del bloque de partidos centro izquierda que aspire a continuar con la exitosa tarea de la Concertación, aquella alianza que en los años ’90 del siglo pasado se propuso restaurar la democracia y procurar el desarrollo con equidad. El único inconveniente es que cada año que pasa disminuye el principal ingrediente que mantenía unidos a estos partidos: el anti pinochetismo y el combate a las calamidades que dejó el régimen militar. Aun a sabiendas de que no podían echar abajo las estructuras del modelo neoliberal implantado en dictadura.

Citas:
(1) La caída del apoyo ciudadano a la Presidenta Bachelet comenzó exactamente el 6 de febrero de 2015, cuando la revista “Qué Pasa” develó el escándalo de los negocios inmobiliarios de su nuera Natalia Compagnon, quien con el apoyo de su esposo Sebastián Dávalos Bachelet, utilizó sus influencias para conseguir un gigantesco crédito puente del Banco de Chile, destinado a la compra y posterior reventa de un terreno de 44 hectáreas en Machalí, una localidad distante a 100 kilómetros al sur de Santiago.

(2) Declaración del senador del PPD Jaime Quintana, el 25 de marzo de 2014, visible en: http://www.emol.com/noticias/nacional/2014/03/25/651676/nueva-mayoria-advierte-que-pasara-retroexcavadora.html

(3) Javiera Blanco, simpatizante de la Democracia Cristiana, fue reemplazada por el abogado del Partido Radical Jaime Campos, quien a solo horas de ser designado ministro de Justicia, el 19 de octubre pasado, fue acusado de tener conflicto de interés, debido a que compartió oficinas con los abogados que representan en Chile a la empresa francesa Morpho. Esta provee de los sistemas informáticos al Servicio de Registro Civil y se la responsabiliza como causante los errores técnicos en la captura de datos de los domicilios electorales.

Fuente: Política & Economía (Santiago, Chile)