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11.11.16

¿Trump puede resetear el sistema político norteamericano?

En la etapa que viene sabremos si Trump se encuadra en el denso y duradero entramado institucional de los Estados Unidos, esos pesos y contrapesos impuestos por los fundadores del sistema político con la clara intención de contener las «desviaciones» de la democracia directa o, por el contrario, el populismo arrollador del nuevo presidente logra imponer su impronta y subyuga al marco institucional.
Por Leandro Querido

(Telam) Estados Unidos representa un contundente ejemplo de federalismo descentralizado. La innumerable cantidad de sistemas electorales se despliegan en cada uno de los 50 estados que componen el país, además del distrito federal de Columbia, sede del "establishment político", en palabras del ganador del "supermartes".

Para complicar aún más las cosas la descentralización alcanza un nivel más de desagregación para distribuirse en los más de 3.000 condados que conforman esos estados.

Cada uno de estos distritos implementan sus propias reglas electorales lo que da lugar a profundas diferencias entre los electores de un distrito y otro. Esto se nota claramente en los diferentes instrumentos de votación. Así como muchos estados utilizan la boleta única, otros usan voto electrónico de registro electrónico directo.

Por otro lado, muchos estados permiten el voto anticipado y en algunos solo se puede votar por correo. Los scanner son muy utilizados para realizar los escrutinios de mesa lo que refleja un alto nivel te tecnología aplicada a los procesos electorales.

Además, este sistema político se caracteriza por ser indirecto, es decir, los electores de esos estados eligen a sus representantes al colegio electoral. Esto trae como consecuencia que haya algunos pocos estados que resultan determinantes para alcanzar los 270 necesarios para hacerse de la presidencia, mientras que otros más pequeños pasan casi inadvertidos en el proceso electoral general.

En la abrumadora mayoría de los estados el que gana por un voto se lleva todos los delegados. En un sistema bipartidista esto hace que el sistema tire a la basura muchos votos. Un ejemplo rápido de estas distorsiones se produce con los votos de todos los electores que no acompañan a la lista ganadora.

Por ejemplo, en las elecciones de 2008 en California votaron algo más de 10 millones de electores; 6 millones lo hicieron por Obama, por su parte, 4 millones lo hicieron por John McCain ¿Dónde fueron a parar los votos de esos 4 millones de californianos? Se los tragó el sistema electoral dado que los votantes no alcanzaron ni un solo representante del Estado que integran, en el Colegio Electoral.

Para ilustrar mejor: si tomamos todos los votos de las listas que perdieron en cada uno de los Estados en la elección presidencial de 2008 nos da que más de 57 millones de votos no obtuvieron ninguna representación en el Colegio Electoral.

Para terminar de describir los aspectos más relevantes del sistema político y electoral debemos mencionar el carácter no obligatorio del voto y que en esta oportunidad, además de presidente, se eligió a la totalidad de la Cámara de Representantes, a un tercio del Senado, 12 gobernadores y una infinidad de cargos locales como alcaldes y sheriffs.

Ahora bien, al adentrarnos en el análisis político, podemos advertir cómo un candidato que ingresó al ruedo electoral como un verdadero outsider de la política, primero se impuso ante los candidatos del partido Republicano. Donald Trump fue subestimado por propios y extraños y logró su objetivo. Luego hizo lo propio ante la candidata demócrata Hillary Clinton. Supo hacerlo en un contexto difícil, sin el apoyo de los grandes medios, factores determinantes en la política espectacular de los Estados Unidos. Con la excepción de Los Ángeles Times, todas las encuestadoras daban por ganadora a Clinton. Trump supo vencer estos obstáculos que a muchos políticos los hunde definitivamente.

En la etapa que viene sabremos si Trump se encuadra en el denso y duradero entramado institucional de los Estados Unidos, esos pesos y contrapesos impuestos por los fundadores del sistema político con la clara intención de contener las "desviaciones" de la democracia directa o, por el contrario, el populismo arrollador del nuevo presidente logra imponer su impronta y subyuga al marco institucional.

Lo más probable es que haya un punto de equilibrio. El analista de la Universidad George Washington Roberto Izurieta lo plantea claramente: "Para que un líder populista y antisistema prevalezca al igual que lo hizo Hugo Chávez, otros deben cambiar su estructura política (o pactar con ella). Si Trump es inteligente, pactará con ella porque no les puede quitar poder y no puede llamar a elecciones anticipadas del Congreso y Senado (como lo hicieron Chávez, Correa y Morales) para verdaderamente cambiar la estructura del poder político. Pero además (y de nuevo a diferencia de estos), los Estados Unidos no vive el apogeo económico que vivieron muchos países de América latina gracias a los increíbles recursos económicos por la subida de los precios de las materias primas".

Este análisis lleva a Izurieta a concluir que Trump pactará y gobernará con ellos y no contra ellos. Esta consideración resulta interesante ya que nos permite advertir que el avance del populismo en la región se debe, entre otros elementos, a la ausencia de un marco institucional consolidado. El caso norteamericano nos podría ayudar a reafirmar esta presunción cuando contenga las pretensiones del flamante presidente. El acontecer de los hechos nos podría demostrar cómo un outsider de la política se transforma en un correcto hombre del sistema.

Fuente: Telam (Buenos Aires, Argentina)