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04.03.19

Roberto Lavagna ya habla como candidato

(TN) El economista cree que, frente al ajuste de Macri y la irresponsabilidad de Cristina, hay una amplia demanda social insatisfecha, que él está en condiciones de atender.
Por Marcos Novaro

(TN) No es la primera vez que un economista al que en su momento le fue bien en la gestión de su área se entusiasma con llegar a la presidencia: ya lo intentó Domingo Cavallo a fines de los años noventa, e incluso lo han hecho economistas a los que no les fue tan bien, como Ricardo López Murphy hace tiempo y ahora Martín Lousteau.

Roberto Lavagna, en comparación con esos antecedentes, tiene varias ventajas. Primero, su gestión en Economía entre mediados de 2002 y fines de 2005 se caracteriza por haber logrado altas tasas de crecimiento, con superávits fiscales y externos e inflación bajo control, un combo que será fácil presentar a los actuales electores como un sueño extraordinario que vale la pena tratar de recuperar.

Y segundo, es peronista, pero fue candidato de los radicales en 2007, presentándose como alternativa antikirchnerista. Cosa que no le impidió reconciliarse poco después de esa elección con Néstor Kirchner, confundiéndose con él en un abrazo fraterno. Ahora puede vanagloriarse además de ser “bien visto” por prácticamente todo el peronismo, tanto el territorial como el sindical, así como por los empresarios. La propia Cristina dijo que “ve bien su candidatura”, vaya a saber uno lo que eso significa. Y adhieren a su postulación desde el vamos los socialistas, los progresistas dispersos y hasta algunos radicales que quieren romper con Macri. ¿No hay que considerarlo entonces la encarnación misma de la unidad nacional que tantos consideran necesaria para superar de una buena vez las rencillas que nos impiden avanzar?

A más de este rol conciliador muchos destacan que es un hombre afortunado. Y se sabe ya lo que eso importa para la acción política: además de buena imagen, experiencia en la gestión y apoyos sólidos, estar en el lugar y en el momento indicados y saber sacar provecho de las oportunidades son capacidades definitorias para un “buen político”.

Se recordará que Lavagna llegó al Ministerio de Economía en abril de 2002, cuando ya lo peor de la crisis de la Convertibilidad estaba quedando atrás. Las medidas más duras y complicadas habían sido instrumentadas ya por Jorge Remes Lenicov, de quien pocos hoy se acuerdan. Lavagna por cierto consolidó el programa entonces en curso, y eso tuvo su mérito. Y tuvo también su mérito que hiciera una denuncia de la cartelización de la obra pública cuando ya era evidente que Kirchner iba a prescindir de sus servicios. Hay que saber llegar, y también hay que saber irse.

Así como sacó provecho del esfuerzo de Remes, ¿podrá hacerlo esta vez con los “sacrificios” que nos han impuesto Macri y Dujovne? Si estos terminan el actual período presidencial con las cuentas públicas medianamente saneadas y los precios relativos, dólar, tarifas y demás, en equilibrio, ¿podría Lavagna una vez más ser el ubicuo aunque desagradecido beneficiario de una fase de expansión y estabilidad? ¿Será capaz de reflotar esa suerte de astucia histórica que condujo ya varias veces al peronismo al poder cuando las crisis se habían desatado, permitiéndole achacar a sus predecesores todos los vicios imaginables y arrogarse todo el mérito por las soluciones y las buenas nuevas?

Así lo hizo Menem con Alfonsín, y luego lo repitieron Duhalde y Kirchner con De la Rúa. Puede que Lavagna tenga su oportunidad ahora contra Macri.

El lema con el cual está inaugurando su candidatura reza que la Argentina de hoy es tan complicada como la que recibió Macri de Cristina, porque éste sumó sus propios problemas a “la pesada herencia”. Ante lo cual él se ofrece para, cargando sobre sus espaldas esa doble herencia, romper el encadenamiento de frustraciones montado por dos gestiones fracasadas. Que para peor tienen el tupé de querer repetirse.

Dada la experiencia de Lavagna en dar continuidad y profundizar programas ya en marcha, bien cabe preguntarse qué de lo que Dujovne está haciendo él mantendría en una eventual gestión a su cargo: ¿renunciaría al déficit cero, a la reducción de impuestos, a implementar una reforma laboral o una previsional?

En términos generales podría pensarse que su preferencia es menos ortodoxa, “liberal” o “de mercado” que la de las actuales autoridades. Aunque la verdad es que no hubo en la Argentina del último siglo gobierno más ortodoxo en el manejo de las cuentas públicas y reglas de mercado más rigurosamente respetadas que cuando compartieron cartel Lavagna y Duhalde. E incluso eso siguió siendo así en los primeros tiempos de Kirchner. Después todo cambió, pero convengamos que no por impulso de Lavagna, que se opuso varias veces a que Kirchner aumentara el gasto como loco, subiera los salarios por decreto y cosas por el estilo. Y seguro se hubiera opuesto aún más decididamente a lo que se hizo con el gasto público en tiempos de Sergio Massa y Diego Bossio: la irresponsable expansión del sistema previsional, sin respaldo en recursos genuinos, que está en el origen de los problemas fiscales que hoy padecemos.

¿Se equivocan entonces los progresistas, que apoyan a Lavagna pensando que están engendrando un Chacho Álvarez menos propenso a las locuras, porque lo que tienen chances de concebir es en todo caso un nuevo Menem? ¿O Lavagna, con una coalición peronista detrás, podría hacer sin tanto esfuerzo y tantos costos lo mismo que a Macri le viene costando (y seguirá costando) horrores?

Seguramente hay unos cuantos empresarios, sindicalistas y políticos que responden afirmativamente estos interrogantes. Son los que han vuelto a pensar y repiten una frase que hace tiempo no se escuchaba: “los peronistas son los únicos que pueden gobernar este país”. Idea que, sin embargo, parece más difícil de instalar en la opinión pública actual de lo que fuera en 1989, o en 2003. Con el agregado además de que Lavagna ya ha dicho que no piensa hacer campaña hablando de corrupción. Y eso se sabe lo que puede significar para el modo en que el peronismo está acostumbrado a ofrecernos su exclusivo y envidiable método de gobierno.

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)