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26.03.19

Segundo servicio

(El Líbero) Después de un primer año con buenos resultados económicos, pero discretos logros legislativos, el Presidente Piñera va, como en el tenis, por su segundo servicio.
Por Patricio Navia

(El Líbero) Después de un primer año con nulos logros en los principales elementos de la agenda de reformas legislativas, el Presidente Sebastián Piñera realiza lo que en tenis se denomina el segundo servicio. Al invitar a los presidentes de los partidos de la oposición a dialogar, reconoce la condición minoritaria de su coalición en el Congreso y da señales de que acepta que, para lograr avanzar en sus propuestas, necesita de los votos de la oposición. Aunque ello implique que el gobierno deberá realizar concesiones para conseguir que se promulguen las reformas tributaria, de pensiones y laboral, es mucho mejor que mantener una postura dura y principista, sin lograr que la pelota pase al otro lado de la red.

El éxito de los gobiernos se mide por las cosas que hacen, no por las cosas que infructuosamente intentan hacer. Aunque a veces tiene sentido dar la pelea por principios y valores sabiendo que se van a perder, no se puede vivir solo de gestos simbólicos. La gente escogió a Sebastián Piñera como Presidente para que pusiera al país en una hoja de ruta diferente a la que Chile había tomado bajo el liderazgo de Michelle Bachelet. Pero, como el electorado envió una señal confusa al elegir una mayoría de centroizquierda en el Congreso, el avance de la agenda de la actual administración depende de su capacidad para construir acuerdos con la mayoría opositora.

Ahora que se inicia el segundo año de gobierno, Piñera no tiene mucho tiempo que perder. En su primer año, se esmeró en introducir algunas reformas que no necesitan de mayorías en el Congreso y priorizó aquellas que le permitieron al gobierno construir mayorías ad hoc. El objetivo de La Moneda era crear un clima de cooperación y diálogo que pudiera sentar las bases para acuerdos más profundos y significativos en torno a las modificaciones tributarias, laboral y de pensiones.

Pero ese intento por ir construyendo mayores espacios de confianza y cooperación fracasó. En parte, la incapacidad para construir diálogo se explica porque las voces más moderadas de la oposición centroizquierdista fueron incapaces de actuar en conciencia y, en cambio, se dejaron llevar por los combativos cánticos de guerra de la izquierda radical. Como si el éxito en la política dependiera de quién es más radical, los partidos de la ex Nueva Mayoría, incluido el PDC, parecieron más interesados en disputar el espacio ideológico de la izquierda al Frente Amplio que en salir a conquistar el apoyo electoral moderado y de centro que se fue con Piñera en la elección de 2017. En vez de entender que la Nueva Mayoría perdió porque se corrió muy a la izquierda, los partidos que de alguna formaron la Concertación creyeron que la mejor forma de reinventarse era correrse todavía más.

Pero también parte de la responsabilidad por la falta de diálogo y cooperación estuvo en el propio gobierno. Da la impresión de que muchos en el él todavía no se dan cuenta que Chile Vamos es minoría en el Congreso. Hay varios ministros que tienen una actitud de despreciar o ignorar a la oposición. Si bien el Presidente Piñera a menudo repite que hay que construir mayorías, varios miembros de su gabinete se dedican a acusar a la oposición y a dinamitar los pocos puentes que existen. Si bien predica diálogo, este gobierno no ha sabido sentarse a la mesa para negociar, desde una posición minoritaria, los acuerdos que necesita construir para darle piso a las reformas que busca impulsar. Esa actitud es particularmente dañina para el gobierno, en tanto el tiempo corre a favor de la oposición. Si bien todos pierden cuando no se alcanzan acuerdos, Chile Vamos pierde más. Después de todo, la oposición podrá hacer campaña en las municipales de 2020 y las presidenciales y legislativas de 2021 acusando al gobierno de no haber cumplido las promesas que prometió. Resulta iluso creer que la gente va a castigar a la oposición por la incapacidad del gobierno de construir espacios de diálogo y cooperación.

Por eso, al haberse radicalizado tanto hacia la izquierda, la oposición no ha podido capitalizar la caída en el apoyo a la gestión del Presidente Piñera. La decisión reciente del gobierno de convocar a los líderes de los partidos de oposición a sentarse a la mesa de negociación es una señal en la dirección correcta. Los chilenos quieren que los políticos sean capaces de ponerse de acuerdo y de avanzar de forma gradual y pragmática hacia la solución de los problemas que enfrenta el país. Después de un primer año con buenos resultados económicos, pero discretos logros legislativos, el Presidente Piñera va, como en el tenis, por su segundo servicio. En la medida que el gobierno se apropie del discurso del diálogo y los acuerdos, este segundo año será mucho más exitoso que el primero.

Fuente: El Líbero (Santiago, Chile)