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12.09.19

Alberto Fernández anticipa sus primeras medidas: perder el tiempo

(TN) Con la convocatoria a concertar precios y salarios, en el mejor de los casos, está haciendo campaña diciendo «medias verdades»: si en serio piensa encarar la crisis con ese instrumento vamos a tener problemas más serios que los que ya padecemos.
Por Marcos Novaro

(TN) El equipo económico de Raúl Alfonsín, que encabezaba Juan Sourrouille, probó en su momento todo tipo de instrumentos y combinaciones heterodoxas para estabilizar la economía. De los congelamientos y los “precios concertados”, esos economistas sacaron una conclusión, que sería muy útil para quienes los sucedieron: si esas medidas no iban acompañadas de un ajuste rápido de las cuentas públicas y reformas estructurales para dar sustentabilidad tanto al gasto del Estado como a las inversiones privadas, todos los esfuerzos heterodoxos eran en vano.

Desde entonces, un montón de otros países hicieron experiencias similares, algunos con más suerte y menos tropezones que nosotros. Y es cierto que queda mejor ir a consultar a los portugueses que a los radicales. Pero si la inclinación de Alberto y su gente es confiar en sus doctrinas económicas, o estirar las cosas tratando de quedar bien con dios y con el diablo, en vez de actuar rápido y a contramano (al menos en parte) de su plataforma electoral, cualquier concertación de precios y salarios que intenten va a servir para perder el tiempo, y no para ganarlo.

Así que lo mejor sería que el candidato del Frente de Todos esté, por decirlo con cuidado, faltando a la verdad; ofreciendo a sus votantes y sus aliados corporativos la zanahoria del acuerdo y la conciliación de todos los intereses “del trabajo y la producción”, para mientras tanto ir armando un plan de estabilización un poco más serio y sustentable, que contenga algunas reformas que el FMI exigirá a cambio de postergar los vencimientos de nuestra deuda, un ajuste rápido de los gastos, que Macri recién empezó y la sociedad acaba de rechazar, pequeño problema que el propio Frente de Todos se creó, y la postergación de demandas de las provincias, demandas que también Alberto alentó al presentarse como el “cogobernador” de todas ellas, y que involucran enormes sumas de dinero: completar la devolución del 15% de la coparticipación, que Macri prometió cumplir el año que viene (ahora claramente imposible), compensar la caída del IVA y Ganancias que el gobierno nacional dispuso hace unos días, también inviable, actualizar el Fondo del Conurbano, ídem, entre otros escabrosos asuntos.

Si sucede lo peor, y Alberto Fernández no nos está mintiendo, repetiría, sin saberlo tal vez, otro error de Macri: haberse tomado demasiado en serio sus promesas y haber creído a pie juntillas que, con su voluntad y la disposición de la sociedad “a cambiar”, alcanzaría para hacer la diferencia, no fracasar allí donde tantos ya han fracasado.

Hay, de todos modos, motivos para tener esperanza. Aunque es, por otro lado, una esperanza bastante penosa y tergiversada. Tal el caso de la cuestión previsional.

El Alberto ha insinuado que eliminaría el sistema de actualización de las jubilaciones que hizo aprobar el Ejecutivo a fines de 2017, y que tantas protestas generó de parte del kirchnerismo, aliado en la ocasión al trotskismo. Un mal pensado podría imaginar que lo que se piensa hacer, sin decirlo, es evitar los aumentos de jubilaciones que, según la fórmula ahora vigente gracias al “maldito gobierno ajustador”, seguirían el año que viene compensando la inflación acumulada en este. E reintroducir un sistema parecido al que regía durante el kirchnerismo, y que ataba los aumentos previsionales a índices salariales más fáciles de controlar, y que serían justamente congelados o al menos retrasados a través de la benemérita “concertación” por venir.

Seguro que de hacer algo así, habrá de nuevo ola de juicios contra el Estado, pero un gobierno de Alberto no tendrá que lidiar con una plaza de tirapiedras y bazuqueros. Y podría mostrar al FMI una proyección declinante del gasto previsional.

Sería mucho más justo, claro, que se siguiera distinguiendo la situación de quienes aportaron al fisco y a las expropiadas AFJPs durante 30 años o más, de quienes se acogieron a las generosas moratorias ofrecidas por el kirchnerismo, como también establece el sistema aprobado en 2017, considerado “reaccionario” por gente como Mirta Tundis o Sergio Massa, este último el gran gestor del actual descalabro y que preferiría que nadie se los recuerde en la nueva fase de blanqueo histórico que se viene.

En síntesis, sería mucho mejor que Alberto nos dijera la verdad, o al menos algo más aproximado a la verdad. Finalmente, podría ganar igual en octubre, lo más probable es que en ese terreno no hiciera mucha diferencia un poco más de sinceridad. Y los votantes, sus propios votantes, tal vez entenderían mejor lo que está sucediendo y estarían mejor preparados para lo que va a sucederles.

Pero pareciera que prefiere seguir cuidando con más esmero su autoimagen, y la imagen de sus socios, que sus recursos de gobierno. Otra grave tara de nuestra vida política: prefiere pasar por piola y vivir de expectativas, que es otra forma de vivir de prestado, antes que anticiparse a los problemas.

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)