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13.09.19

¿Un país en crisis o en fiesta?

(El Libero) Si los chilenos estuviéramos pensando de forma responsable cómo enfrentar los enormes desafíos que se vienen, habría muchos sugiriendo que, a cambio de la reducción en la jornada laboral y el aumento en las cotizaciones para las pensiones, se debiera reducir el número de feriados y que, para las fiestas patrias, debiéramos tener—así como la mayoría de los países OECD—solo un día festivo.
Por Patricio Navia

(El Libero) El hecho que la cercanía de un largo periodo de días festivos haya inducido a dejarlo todo para después del 18 deja meridianamente en evidencia que, si bien el país enfrenta desafíos complejos, difícilmente se puede decir que está en crisis. Si ese fuera el caso, nadie se daría el lujo de tomarse cinco días festivos consecutivos. La sensación dominante en Chile es que el país está en fiesta.

Las celebraciones de las fiestas patrias siempre han ofrecido una saludable pausa a los conflictos políticos y al intenso debate público. A diferencia de la mayoría de los países OECD con los que nos gusta compararnos, Chile tiene dos días feriados para celebrar su independencia. Como la fecha coincide con el comienzo de la primavera, la celebración también permite gozar la llegada de la temporada climática más popular. Cuando el 18 y 19 de septiembre caen a mitad de semana, los feriados se alargan para crear un extenso fin de semana festivo. Este año, si bien los feriados son el 18, 19 y 20, mucha gente se toma también el fin de semana. No pocos se toman la semana completa —empezando hoy viernes 13 y volviendo al trabajo el lunes 23. De hecho, las autoridades estiman que este año se producirá un récord de salidas de automóviles de Santiago hacia los destinos favoritos en regiones.

El ambiente de celebraciones y vacaciones —con viajes, asados, visitas a las ramadas de fiestas patrias y otras diversas actividades de recreación— genera un ambiente positivo y de colectiva festividad que le hace bien al país. Siempre es bueno que la gente esté contenta. Si bien hay un evidente impacto en el costo laboral —millones de chilenos siguen recibiendo sueldo, aunque no estén trabajando— da la impresión de que, como sociedad, estamos dispuestos a transar más satisfacción popular a cambio de menor productividad.

La puesta en pausa de los temas políticos —incluidas las reformas tributarias y de las pensiones, que son prioritarias para el gobierno— debiera ser evidencia contundente de que nadie cree que el país está en crisis. Aunque el gobierno dice que es urgente pasar las reformas, a nadie le parece razonable suspender las vacaciones o pedirle al Congreso que sesione el lunes 16 y martes 17. A su vez, aunque la oposición reclama que el país va por el sendero equivocado y que este gobierno tiene al país económicamente estancado, hay más interés entre los legisladores y líderes de oposición por irse de vacaciones de fiestas patrias que por abocarse a encontrar soluciones para esa supuesta crisis.

En las últimas semanas, dos de los temas más importantes en el debate político y social han sido la propuesta por reducir la jornada laboral de 45 a 40 horas y la reforma de pensiones. La contraoferta del gobierno —de 41 horas promedio semanal, con mayor flexibilidad— busca reducir el impacto en el costo del trabajo y una potencial mejora en la productividad laboral. Si bien ambos proyectos parecen abiertos a que la reducción en la jornada laboral se produzca gradualmente, para así minimizar el impacto en los salarios, es indudable que habrá un impacto en el costo de la mano de obra en Chile, en un momento en que la amenaza de la automatización de muchos trabajos se hace patente y en un contexto de un brusco aumento en la oferta producto del rápido crecimiento de la población inmigrante.

La reforma de pensiones —que aumentará la cotización obligatoria de un 10 a un 14% del sueldo bruto de los trabajadores— también tendrá un impacto en el costo laboral. Aunque sea a cargo del empleador, el aumento del sueldo bruto del trabajador aumentará el costo de la mano de obra y repercutirá negativamente en la productividad —aunque la reforma se implemente gradualmente. Si los chilenos estuviéramos pensando de forma responsable cómo enfrentar los enormes desafíos que se vienen en un mundo donde la tecnología avanza a pasos agigantados y aumenta la cantidad de países que aspiran a alcanzar el nivel de desarrollo que tiene Chile, habría muchas personas sugiriendo que, a cambio de la reducción en la jornada laboral y el aumento en las cotizaciones para las pensiones, Chile debiera reducir el número de feriados y que, para las fiestas patrias, debiéramos tener —así como la mayoría de los países OCDE— solo un día festivo. Pero me temo que hacer esa sugerencia resultaría tremendamente impopular. Ningún político, aunque lo piense, se animará a decirlo. Incluso los tecnócratas, que también se dejan llevar por la necesidad de decir cosas que sean populares —y que, además, están entre los primeros que se van de vacaciones para los días festivos— querrán sugerir que, tal vez, los chilenos tenemos demasiados días feriados en el año. Como la sensación dominante es que este es momento de fiesta y no de crisis, nadie se atreverá a decir que cinco días feriados al hilo es demasiado.

Fuente: El Líbero (Santiago, Chile)