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27.09.19

La pelea del presupuesto que se viene

(El Líbero) Como muy poca gente sabe cuántos impuestos paga, parece haber poco interés en asegurarse de que los gastos en que incurre el Estado sean efectivamente necesarios. Si hubiera conciencia de dónde viene el dinero que llena las arcas fiscales, la naturaleza de la discusión cambiaría.
Por Patricio Navia

(El Líbero) Da la impresión que los chilenos no saben qué tantos impuestos pagan. Por eso, cuando se discute la ley de presupuesto, la gente se tiende a centrar más en qué prioridades serán privilegiadas y qué programas del gobierno van a recibir mayor financiamiento que en los costos que eso va a implicar para sus bolsillos. En tanto no haya conciencia de esa cantidad y especialmente respecto a la tasa efectiva de impuesto que paga la clase media y los que menos tienen, el debate tributario seguirá realizándose en la lógica del desconocimiento popular.

Aunque no hay evidencia concluyente,  es fácil concluir que la mayoría  no tiene idea cuál es su tasa efectiva de impuestos —qué porcentaje de sus ingresos brutas van a manos del Estado a través de distintos tipos de impuestos—. De partida, es común que en Chile la gente hable de su sueldo líquido en vez que de sueldo bruto. En otros países con los que nos gusta compararnos, los empleadores le informan al trabajador cuál es su sueldo bruto. Después de todo, esa es la cantidad de dinero que desembolsa para poder contar con los servicios del trabajador. El sueldo líquido es el que el trabajador recibe después de los descuentos por seguro de salud, pensiones e impuestos varios que van a las arcas fiscales. En la medida que los chilenos sigamos hablando de sueldo líquido y no sueldo bruto, la gente no se enterará que parte de sus ingresos pasan directamente a las arcas estatales como impuestos a la renta.

A su vez, cuando la gente compra algún bien o servicio, a menudo no sabe qué tasa de impuestos está pagando. Es cierto que el IVA es de un 19%. Pero hay otros productos que tienen impuestos adicionales. Además, algunos productos importados pagan también aranceles. Como las boletas que entregan los proveedores no incluyen el precio antes de impuestos y el valor que cada persona paga en impuestos, la gente simplemente no sabe que parte de lo que pagan cuando toman la micro, compran el pan, van al cine o al supermercado es dinero que va directamente al Estado. El vendedor actúa solo como agente retenedor.

Incluso en la temporada de declaración de impuestos, más que hablar de los impuestos que les tocó pagar durante el año, la gente solo parece saber la cantidad de dinero que les tocará de devolución, sin conocer cuánto es el dinero que, a través del año, el Estado ha estado reteniendo de sus ingresos salariales.

Ese desconocimiento lleva a que, cuando se debate la ley de presupuesto, la discusión se centre casi exclusivamente en cuáles van a ser las prioridades de gasto del gobierno y qué programas recibirán más financiamiento. Como muy poca gente sabe cuántos impuestos paga, parece haber poco interés en asegurarse de que los gastos en que incurre el Estado sean efectivamente necesarios.

En general, nadie cuida la plata ajena. Por eso, cuando la gente cree que el presupuesto del Estado no les pertenece, tiene poco interés en cuidar la forma en que éste se gasta. Es más, la gente tiende a mostrar preferencias en favor de que el Estado gaste más en casi todo —desde mejores pensiones hasta educación gratuita, pasando por más presupuesto en salud, infraestructura, parques, cultura y todo tipo de subsidios. Si la plata del Estado sale de los bolsillos de otros —como cree la mayoría— entonces es comprensible que, cuando se discuta el presupuesto, mucha gente esté a favor de aumentar el gasto en todas las cosas que considera prioritarias. Pero si la gente supiera que los fondos del Estado salen de sus propios bolsillos, en forma de impuestos a la renta, de IVA, contribuciones, impuestos a los actos jurídicos (timbres, estampillas), impuestos específicos y aranceles, la naturaleza de la discusión cambiaría.

De la misma forma que las personas miran un menú de restaurante con ojos muy distintos cuando los invitan a comer que cuando les toca pagar a ellos, los chilenos a menudo abordamos la discusión del presupuesto nacional como si los fondos del erario público salieran de cualquier parte, menos de nuestros bolsillos. Como no hay nada mejor que sincerar la realidad y aceptar las cosas como son, una discusión mucho más saludable de la ley de presupuesto de la nación para 2020 debiera incluir la incuestionable verdad que todo lo que se gasta o deja de gastar, para bien y para mal, sale del bolsillo de todos los chilenos, sin excluir a ninguno, ninguna y ningunes.

Fuente: El Líbero (Santiago, Chile)